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jueves, abril 25, 2024

31 Días de Halloween: Duelo (1971).

Hace 50 años… Mucho antes de que Steven Spielberg aterrorizara a las audiencias con un escualo en el mar abierto, hizo lo mismo con un camión oxidado en la carretera.

Uno de los rumores más populares en cuanto a la vida y obra de Steven Spielberg es sobre cómo llegó a trabajar a Universal Studios. El rumor que he escuchado desde mi infancia era de que Spielberg -que no rebasaba ni los 30 años- llegó a la sede del estudio en Hollywood y aprovechó una oficina vacía para habitarla al lado de una secretaria y así, figurar como una persona participante dentro del estudio en las filmaciones televisivas y posibles largometrajes. Este rumor ha persistido por años, incluso hasta ahora… porque resulta que Spielberg fue un joven cineasta con la mejor suerte del mundo.

En realidad Spielberg había sido rechazado para estudiar cine en la Universidad sureña de California, pero eso no importaba porque su cortometraje amateur llamado Amblin (1969) era movido a través de varios festivales de cortometrajes, llegando al Festival de cine de Atlanta en donde llamó la atención de Chuck Silver y quien le mandaría una copia a Sidney Jay Sheinberg, el jefe ejecutivo de Universal, el cual le ofrecería un contrato para dirigir televisión sin necesidad de terminar sus estudios fílmicos que ahora tomaba en la Universidad de Long Beach.

Tenía 21 años para cuando firmó el contrato que lo mandaría a televisión por 7 años, los cuales dieron como resultado proyectos de una notable calidad -haciendo debut filmando un segmento de La galería nocturna de Rod Serling en donde dirigió a Joan Crawford, además de un episodio de ColumboEl nombre del juego que le dieron la confianza a Sheinberg de darle el siguiente paso: dirigir telefilmes.

Y con una escala igual de arriesgada, porque Universal apenas se había hecho de los derechos de un relato de Richard Matheson que Playboy había publicado en Abril de 1971, y que ahora Spielberg dirigiría, y estamos hablando del mismo Matheson que para Spielberg significaba trabajar con uno de los máximos realizadores de Viaje a las estrellas y La dimensión desconocida, es decir: uno de sus héroes.

Va a ser obligado el repasar Tiburón cuando su 50 aniversario sea inevitable para el año 2025 y con una proliferación de artículos denotando cómo la película del tiburón blanco de Spielberg cambió las reglas del juego en el panorama de Hollywood y fundó un subgénero del que ahora seguimos evidenciando con películas que abarcan todo tipo de presupuestos… pero igual de sorprendente resulta hacerlo en estos días, cuando Duelo cumple los mismos años, y también se trata de una película con las mismas características que la que tiene a Bruce y que no suele tener mucho crédito.

Spielberg filma de manera bastante económica y sin un sentido sobre dramático una historia sencilla sobre un hombre que tiene que llegar a un punto, pero que se cruza con un misterioso camión que lo busca a través del desierto de Nevada, y bajo esta economía argumental Spielberg da una cátedra de posicionar los elementos temáticos de los que quiere hablar dejándolos pasar con una naturalidad envidiable si consideramos de que se trata de su primer largometraje formal.

Duelo habla del posicionamiento de confort que tenemos frente a nuestras tecnologías y alude a esta condición de emancipación presente en el humano cotidiano y particularmente en David Mann (Dennis Weaver), un hombre de lentes oro, pantalón beige y atavíos que reflejan a un hombre de negocios setentero, al que nadie parece respetar, ni siquiera su esposa a la que le recrimina su falta de compromiso paternalista sin entender lo que va a estar viviendo por las próximas horas (esta ausencia paternal siendo un elemento que repite Spielberg a lo largo de su entera filmografía).

Mann es además un sobresaliente elemento fuera de su contexto urbano, enfrentado a la visión norteamericana del viaje en carretera y dentro de sus pueblerinos a los que el hombre de la ciudad siempre va a ver como una posible amenaza de clases y formaciones sociales y educativas, en una presentación que si bien no es tan agresiva como lo que Tobe Hooper presentaría 4 años después en La masacre de Texas, sí le antecede por demasía.

Al final terminamos adentrándonos en la psique de Mann de manera tanto presencial como literal. Somos testigos de su desmoronamiento frente al horror que termina recibiendo, ante la indiferencia del lugar que lo toma como un tipo loco al cual sólo podemos terminar por acompañar en sus indagamientos sobre lo que le pasa y -en una de las pocas fallas del filme- en extensas sesiones de voz en off que parecen relatar su plan por sobresalir el pellejo en medio de la árida nada… y es que también Duelo se trata de las primeras películas de los setentas en presentar a un asesino amoral y metódico, pero sin explicación.

Conocemos más al camión que al camionero, del cual sólo percibimos sus botas -que sirven para un momento de alta tensión al tratar de descubrir quién es- y su juguetona mano que incita el paso, para seguir con el fatalista encuentro del gato y el ratón en un entorno en donde no se le puede igualar. Es aterrador porque los motivos quedan en la nada pero parecemos entender su actuar, y en donde el camión -que termina siendo el protagónico- a veces detiene sus embestidas demoniacas, para pasar desapercibido frente a sectores de la población que disfrazan su psicopatía, y dejan ver a Mann como un verdadero imbécil.

Es una película de hora y media que Spielberg dirige de manera fenomenal, con planos incómodos, con un ritmo de montaje que muestra una avanzado entendimiento de tensión y ritmo, y dejando que se construya el drama desde cada figuración que determinó en su primer proyecto que se le puede definir autoral en una máxima que pocas veces ha tenido y que no tendría, hasta los noventas. Desde elegir a Dennis Weaver como su protagónico -el propio McCloud y a quien el director le tenía en gran estima por salir en Sed de mal () de Orson Welles– quien logra de manera convincente reflejar este camino de manía y presión y a quien la cámara registra primero de forma normal para pasar a ángulos que deforman su rostro, hasta la selección de autos, uno rojo para destacar dentro del panorama sin gracia de la carretera, hasta un camión sucio y grasoso que el propio Spielberg decidiría por mero acto de pareidolia que es inevitable de presentir en un camión por demás demoniaco que ataca a la cámara.

De manera escalofriante -y gracias a un atinado diseño de arte para el camión- podemos intuir, de que este no es el primer rodeo del camión grasoso, con múltiples placas celebrando su macabro juego.

Duelo es además de un hórrido viaje a la ansiedad que da un salto estratosférico de calidad en cuanto a producciones televisivas se trataba y prueba fehaciente de la calidad de Steven Spielberg, un viaje bastante emocional. Este tipo apenas rozaba la mayoría de edad y se dispuso a dirigir un contraste con la evocación del paraje carretero reflexivo y antisistémico de Carrera contra el destino de Richard C. Sarafian del mismo año -imploro porque esta sea una doble función a partir de hoy- que era un fenómeno de taquilla, pero que a comparación de Duelo quedaba corta en cuanto a impacto dentro de la industria, porque a partir de ese año un sinnúmero de producciones buscaban a su nuevo auto asesino, otorgándole a veces más sentidos estrafalarios que la simple vagueza que Spielberg le intuía a su debut… pero precisamente demostrando eso desde el inicio: podrán imitiarlo, pero jamás igualarlo.

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