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viernes, abril 26, 2024

31 Días de Halloween: Halloween III – El imperio de las brujas (1982).

Hace 40 años La tercera entrega de la franquicia de Halloween intentó aproximarse de forma novedosa, entretenida y macabra a otras posibilidades… y las audiencias pidieron más de lo mismo.

Halloween no debió de ser un franquicia. El final tan evocativo de la primera entrega por parte de John Carpenter en el año de 1978 nos invita a reflexionar sobre Michael Myers quien soportando los embates de la pistola del Doctor Loomis (Donald Pleasence) y una caida de parte de un segundo piso al suelo, parece confirmar la sospecha de la visiblemente afectada Laurie Strode (Jamie Lee Curtis) quien pregunta si esta cosa inhumana era el coco, sobre todo porque Myers ya no se encuentra derrotado en el suelo. Lo que queda de Myers en la noche de Halloween son sus macabros crímenes, y la idea de que de entre las sombras este nos acecha, con su respiración enfermiza. Es plantear al mal como algo que si bien toma formas, al final de cuentas sus orígenes y motivaciones a la hora de tratar de interpretarlos son etereos e incomprensibles.

Algo que naturalmente la gente y productores interpretaron como un final abierto a una franquicia en potencia. Y es que al final de cuentas las intenciones de autor que Carpenter y Debra Hill inyectaron en su película poco importaban frente a los grandes números que Halloween arrojaba en taquilla al volverse la película independiente más exitosa de la historia.

Simplificando la producción de las secuelas de Halloween -que se puede leer en el maravilloso libro Taking Shape: Developing Halloween from Script to Scream de Tavis Mullins Dustin McNeillCarpenter y Hill estaban obligados a participar en una secuela de la primera entrega, mucho más tomando en cuenta de que Irwin Yablans -el productor de la primera entrega- obtuvo un apoyo de producción por parte del infame Dino de Laurentis que además abría la posibilidad de una tercera entrega si a Halloween II le iba bien… cosa que obviamente pasó.

Halloween II de Rick Rosenthal tuvo una buena recepción para el año de 1981 -el año clave del género slasher- pero los propios Carpenter y Hill dinamitaron más la posibilidad de que hubiese otra secuela con su personaje a través del guión escrito por un Carpenter en estado de ebriedad que además de vincular a Laurie con Michael siendo hermanos perdidos culmina con este recibiendo disparos en los 2 ojos que lo dejan ciego y una explosión en donde además el Doctor Loomis parecía haber perdido la vida.

Al deshacerse de Michael Myers, lo que ahora parecía plantearse para la franquicia de Halloween sería algo más interesante para Carpenter y Hill si estos servían como productores ejecutivos. Básicamente estaban vendiéndole a Universal Pictures y a De Laurentis la idea de una saga anual en donde diversos temas enfocados a las festividades pudieran hacerse y de ahí si estos tenían éxito, podrían generar sus propias franquicias: volverse el semillero del horror de la temporada absoluto.

Yablans no estuvo de acuerdo pero ahora poco importaba, porque irónicamente John Carpenter y Debra Hill ahora se agarraban de la misma situación que los terminó anclando en hacer una segunda parte de Halloween: estaba escrito en el contrato de De Laurentis. Carpenter no buscaba regresar como director con esa labor suplida por Joe Dante, quien apenas el año pasado había dirigido Aullidos con gran éxito. Fue Dante quien hizo la mayor aportación temática a Halloween III: El imperio de las brujas, porque gracias las pláticas que tuvo frente a Carpenter sobre las raices de la festividad, propuso que la siguiente entrega de la franquicia tuviera a Nigel Kneale en el guión.

La más grande aportación de Kneale en el cine inglés -de donde era- fue el haber creado al profesor Bernard Quatermass, un aventurero de lo paranormal y la ciencia ficción que antecede al mucho más popular Doctor Who de la BBC. La sugerencia de Kneale a Halloween III: El imperio de las brujas se acomodaba también gracias a que este se encontraba trabajando en el guión preliminar de un fallido remake de El monstruo de la laguna negra (Jack Arnold, 1954) para la misma productora en donde ahora yacían los derechos de Halloween y este aceptó, pero asegurando que lo hacía por considerar las otras dos demasiado aberrantes y que podría mejorar, ya que Kneale no era para nada fanático del slasher.

Si bien Nigel Kneale fue rápido para escribir la idea base de la película -terminando su guión en 6 semanas- fue a a la hora de sugerir cambios por parte de Debra Hill y John Carpenter que la producción de Halloween III se retrasaría, y en medio de estos contratiempos la primera persona que abandonaría el barco de calabaza sería el propio Dante, pues ahora que tenía la oportunidad de filmar una antología de La dimensión desconocida al lado de sus amigos que resultaban ser los realizadores más notables del medio fílmico parecía ser una opción más segura y tranquila, dejando la dirección de Halloween III a cargo no de Carpenter -también considerando el infierno que este tenía con La cosa el mismo año y con el mismo estudio- sino a Tommy Lee Wallace, uno de sus amigos que lo acompañaron en la producción de la primera Halloween.

Yo como muchos otras personas, odié por mucho tiempo a Halloween III: El imperio de las brujas. De niño no podía entender cómo es que el deshacerse de su personaje más icónico para pasar a una película sin alguna conexión podría funcionar y era una de las que menos revisaba, siempre atendiendo mi tiempo hacia aquellas que utilizaban a Michael Myers, también algo que por fortuna la tele por cable atendía siendo que era la que menos tiempo de programación llegaba a tener. Viéndola ahora las cosas han cambiado totalmente. La franquicia de Halloween es un sin sentido la mayoría del tiempo con más fallas que elementos a su favor, y todo por apuntar a esa necesidad de obtener ingreso fácil alterando la simpleza de la obra original utilizando a un personaje que francamente no da para mucho. Myers no tiene el carisma de Freddy Krueger o Chucky o la complejidad y apariencia majestuosa de Pinhead. Está en un terreno similar al de Leatherface o Jason Voorhes en el sentido más básico y elemental de sus obras originales, con la diferencia de que Jason siempre se consagró como parte de ese cine malsano y gratuito por lo que su simpleza puede trasladarse a cualquier número de secuelas.

Esto sumado a que conforme más viejo me hago encuentro cansada la fórmula de franquicias que en nuestros tiempos todavía seguimos, a lo que no puedo dejar de mirar con admiración una película como Halloween III: El imperio de las brujas. Por su propia cuenta -sin contar con el tipo de la máscara blanca- es valiosa, porque logran condensar a la perfección un tono que sabe tratarse a la ligera en una aventura fuera de las constricciones de quedar bien y más enjuagándose de ese ambiente y moralidad que uno podría atestiguar en los viejos comics de horror de la extinta EC.

Pasa de hombres de negro, a un viejo inventor herencia de Willy Wonka que adopta más la crueldad que Roald Dahl exponía en sus relatos -y que el cine ciertamente no le ha hecho justicia total- con de pronto robots y el encuentro con viejas tecnologías arcanas que se usaban en los tiempos en donde el Halloween era algo, y con un protagonista lejos del perfil popular… porque Tom Atkins no es guapo, ni fornido, ni sagaz. Es un tipo problemático borracho y mujeriego, es un tipo que básicamente vive con el desfogue que sólo James Bond puede aplicar en su vida diaria. De hecho su participación en la película es méramente consecuente pero eso lo hace un protagonista tan peculiar: sus fallas no lo hacen aberrante y ciértamente quieres de alguna forma perversa verlo fallar para atestiguar lo que la película constantemente advierte lo que pasará con sus máscaras.

Porque si bien el postulado argumental básico de Halloween III: El imperio  de las brujas le aproxima a lo más cercano que se podría contemplar cono una novela de horror barata de pasta blanda, es en sus insinuaciones críticas en donde su mensaje perdura mucho más. Halloween III nos habla de la pérdida de las viejas tradiciones para dar paso a las nuevas, algo que inevitablemente pasa conforme el avance de la civilización que apenas y tiene unos vestigios de lo que celebran en un modo costumbrista, pero es porque el señor Cochran (Dan O’Herlihy) plantea como su principal adversario de este olvido del pasado a las nuevas tecnologías. Cochran ve que la televisión es el principal medio de comunicación entre audiencias de todo el mundo, y utiliza esa virtud de la publicidad para llegar hasta cada rincón dentro de los hogares norteamericanos sin complicarse.

Vamos, es tan simple su plan que funciona: las máscaras son sólo de tres opciones pero ha logrado que los niños queden como imbéciles al estar frente a la televisión adoptando sus productos en la cotidianeidad del día a día todo gracias a un jingle perverso que es imposible sacarse de la cabeza. Conforme vas viendo Halloween III más queda clara la idea de que Cochran tiene las de ganar porque corroboras de forma escalofriante que su empresa está presente en todas partes, no necesita llamar la atención de que está en los estantes o en las teles o en anuncios o en las caras de los niños, es un mensaje por demás crítico de nuestra suavidad ante los imperios capitalistas y de cómo estos son tan necesarios que despegarlos de nuestro razonamiento y vida es casi imposible sólo necesitan voltear a ver a su Coca Cola más cercana para corroborar esto.

¿Es entonces Cochran un completo villano? la ambigüedad que se da en Daniel también aparece en los grises de su enemigo, considerando que al hacer esto dinamita su propia credibilidad, regresando una época de oscurantismo que además sólo él y su grupo de científicos -¿robots?- parecen entender, de que las vidas inocentes forman parte de un mero engranaje industrial que inamovible o no, se da por sentado de que su broma despierte a la gente y por lo tanto, en su momento de derrota aplaude porque se ve como otra pieza más del tablero. Estos temas son habituales dentro de la filmografía de Carpenter y no sería extraño verlo volver a ellos de una forma mucho más crítica con They Live de 1988, porque Carpenter nos ha estado advirtiendo de la comodidad del capitalismo que dinamita al arte en sí.

Algo que incluso llega a postular cuando la Halloween original aparece en la tele abierta de manera constante, porque para él su mensaje se ha diluido en estos hábitos de consumo que no ofrecen un espacio de análisis y de homogeneidad de temporada.

Halloween III: El imperio de las brujas nunca fue una apuesta fácil de vender y Universal lo supo. En uno de los años más arriesgado del estudio, aceptaron cualquier proyecto en puerta y dinamitaron a través de fallidas campañas publicitarias (es un milagro que E. T. de Spielberg se volviera la película más taquillera de la historia para salvarles el pellejo). En el caso de Halloween III no sabían si vender esto como una idea fresca o usando el poder de las otras dos imágenes… y la taquilla y crítica lo resintió. Fue tal el desprecio de Halloween III que planes para una cuarta entrega no pasarían sino hasta 6 años después y ya sin la participación ni de Carpenter, ni de Hill, ni de Dino de Laurentis.

Y no sé ustedes, pero esa idea de un mundo paralelo en donde hasta el día de hoy tenemos antologías de la temporada con Halloween, suena una idea tan ambiciosa como cuando Walt Disney pensó en Fantasía (1941) de una obra en constante construcción a la que le agregaría segmentos musicales conforme pasaban los años. Es la presencia de ideas innovadoras y bastante potenciales lo que la gente teme de sus franquicias, no por nada 40 años después tenemos una misma reacción furiosa de parte de ese añejado deseo de ver más de lo mismo.

Algunas cosas por tristeza nunca cambian.

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