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viernes, marzo 29, 2024

31 Días de Halloween: La revolución de las ratas (1971).

La revolución de las ratas es una olvidada obra de los setentas, que tuvo tanto impacto como para revivir el subgénero ya por entonces dormido de las criaturas asesinas.

La carrera de Stephen Gilbert dentro del campo literario parece un misterio, pero también es que su situación está más de acuerdo a la realidad de impacto y posibilidades dentro de la siempre improbable posibilidad del éxito. Gilbert no era precisamente un autor constante porque a falta de ventas prefirió enfocarse tanto en terrenos políticos -en donde es más conocido por ser un hombre que se oponía al uso de artefactos nucleares en Irlanda– como dentro de la venta de semillas para cosechas, trabajo que lo mantuvo hasta su muerte hace ya 10 años atrás.

Pero esto no quiere decir que sus obras fuesen material para desechar, todo lo contrario.

La prosa de Gilbert contenida en de 5 libros es bastante variopinta: desde El bombardero (1944) que relata sus experiencias como un sobreviviente de Dunkerque, hasta Cara de mono (1948) que era una especie de denuncia contra las figuraciones del hombre frente al ignorado reino animal y El experimento Burnaby (1952) que es por mucho, su obra maestra: una que relata la relación entre un joven que puede despegarse de manera eterea del cuerpo y que es aprovechado por parte de un ocultista que le gana en años (inspirada en la estrecha relación que este tendría junto a Forrest Reid, uno de los grandes literarios dentro de Escocia).

Con El experimento Burnaby con el que surge una pausa de 16 años para volver a publicar otra novela, una que sería su primer gran éxito en gran parte por su adaptación a la pantalla grande: El diario del hombre rata (1968). La novela narrada en primera persona por un personaje anónimo, es un vistazo cruento de parte de un misándrico quien termina por encontrar más empatía con un grupo de ratas las cuales domina y entrena usando una tenebrosa máscara con apariencia de estos animales que le sirve para más que nada, sentirse como uno de ellos. Esta sería la única novela de Gilbert con relativo éxito a tal grado de que llegó a oídos de entre todas las personas de Bing Crosby, sí… el Bing Crosby navideño que tu tía pone en el recalentado.

Crosby contaba con una casa productora activa desde los cincuentas, enfocada particularmente en películas que contaran con su actuación y de corte musical, por lo que es muy extraño concebir que de pronto Bing Crosby Productiosn -por sus siglas BCP– intentase aproximarse a las audiencias con una película de horror, género que sólo tuvo dos proyectos dentro de la productora, antes de su cierre por el año de 1979. Pero el éxito moderado de El diario del hombre rata fue lo suficientemente determinante como para intentar alcanzar el éxito.

La rebelión de las ratas es una aproximación más destilada de la obra original; no está el casco de poder que el protagonista usa y adquiere un nombre al igual que todos los personajes humanos dejando atrás esta condición irónica de que los animales obtuviesen un nombre pero estos no, y sobre todo rebaja sus percepciones maliciosas y controladoras para enfocarse en un Willard (Bruce Davison) más empático con la audiencia, que hace que entendamos su etiqueta de paria para que podamos entender de manera apreciable el que congenie con un grupo de animales que al igual que él, forman parte del último eslabón social. Esta labor de parte de Gilbert Ralston le da espacio a Daniel Mann para dirigir en un tono más familiar de acuerdo a su experiencia; Mann sólo tiene un apartado dentro del género, con un énfasis en comedias románticas y dramas que exponían un interés dentro del manejo de los actores en una modalidad teatral, misma función que utilizó para esta película y que resulta ser el principal atractivo.

Nunca abandonamos el punto de vista de Willard, interpretado de manera muy convincente por Davison, quien le da énfasis casi de niño a un pobre personaje que resulta ser una especie de sublimación hasta la juventud de finales de los sesentas, quienes están hartos de las reglas impuestas por los adultos quienes controlan cada minuto de su vida, y este responde de manera desatenta sobre lo que tengan que decir sobre su vida, su ropa, su temor a no crecer en el trabajo, y demás.

Este sería uno de los últimos trabajos de Elsa Lanchester, famosa a nivel mundial por ser la novia de Frankenstein.

A Davison se le une de otra forma muy magistral, la dualidad presente en Willard a través de Al Martin, un despiadado Ernest Borgnine quien se encuentra en un actuar muy inusual dentro de su carrera siempre asociada a los personajes bonachones y positivos, y aquí destacando como siempre en el actuar villanezco -quizás el mejor de toda su carrera- es un sujeto despiadadamente mujeriego, sexista, de manos inquietas y símbolo inequívoco del capitalismo que amenaza a una joven promesa con la intención de querer siempre más a cambio de que el otro viva en la miseria… y pues no es ningún secreto de su destino contra las ratas.

Tienes que amar cuando una película abandona la estética de luz que la plantea en un mundo normal y adquiere tintes sacados de una revista de E. C. Comics para agregar drama.

Mann dirige estas secuencias con mucha gracia, aunque las ratas -el principal enfoque del filme- son algo que se deja medio de lado quizás frente a la inexperiencia del director en propuestas más arriesgadas y de un tecnicismo mucho más complicado que la de la expresión actoral (que algo tiene de gracia también). No es que sean malas porque de hecho las ratas allegadas a Willard son fantásticas; con Sócrates siendo el espíritu aventurero y reflejo de la inocencia que el joven trata de mantener en un mundo cruento, y por supuesto… Ben, el famoso Ben. Una rata gorda y grande a comparación de la blanquilla, que quiere al igual que su dueño escalar de posición muy por debajo de la mesa y que a pesar de los constantes regaños y repugnes, no se rinde y termina dándose cuenta de la condición desposable de ella y sus hermanas, la cual termina enmarañando la sangrienta venganza de la que, sus caritas de furia son lo más memorable del filme.

La revolución de las ratas fue una absoluta sorpresa de taquilla, recuperando su pequeña inversión y catapultando a BCP en la nueva década, y es algo que o se toma por sentado o se ignora, pero tiene gran peso dentro del horror de los setentas. La película de Mann descaradamente seguía el impacto sociocultural de películas como Psicosis () y Peeping Tom (), películas que también interpretan al asesino serial como presa del sistema opresor de su anterior generación y que es visto hasta de manera casi antiheroíca por su patetismo. Sin temor a las represalias de las anteriores películas La revolución de las ratas expresaba este descontento con la conformidad, pero la gente prestaría más atención a su elemento literal: las ratas. Estas eran vistas como amenazas creíbles porque todo mundo las ha topado en su vida, y por lo tanto generó una oleada de películas similares de monstruos de la naturaleza: sin estas ratas, no hubiesen salido conejos, ranas, larvas, babosas, osos, serpientes y demás de sus guaridas para enfrentar a la humanidad en el último embate por el planeta tierra, es más… con el éxito de La revolución de las ratas, otro libro de un monstruo natural sería llevado a la pantalla grande 4 años después que cambiaría la industria del cine y nos daría el nombre de Spielberg cono el enfant terrible de Hollywood.

Fue tanto el impacto de La revolución de las ratas, que inevitablemente BCP buscó una secuela instantánea para el próximo año, pero esta vez desprendiéndose tanto del material original de Stephen Gilbert, como de la dirección de Daniel Mann, y de Davison a quien trágicamente había estado convencido de que este era el papel de su vida, proponiendo una segunda parte a los productores quienes aceptaron… solamente que el único que regresó a escena sería su compañero regordete y peludito: Ben, a quien hasta Michael Jackson le interpretaría un tema oficial que probablemente por las fechas escuches.

Y mira que perder tu carrera frente a una rata es algo que no pasa todos los días.

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