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miércoles, abril 24, 2024

Antígona (2018)

Siguiendo la línea temática de subversión de géneros por los pasados documentales, Antígona de Pedro González Rubio fue el largometraje que me estrenó en este GIFF 2018. Rubio retrata los esfuerzos de un grupo de estudiantes de la carrera de filosofía y letras de la UNAM quienes realizan los preparativos para representar Antígona, enfrentando sus dilemas actorales y preparación física y mental que se exigen en todo momento; además de presentar los esfuerzos de recrear Antígona, Rubio acompaña a los alumnos por todo su paso universitario en una generación 2014/2017, deteniéndose especialmente en Fernanda, la joven que ha obtenido el papel protagónico y a la que vemos más interactuando con su día a día: pintando la puerta junto a su padre posterior de tener una plática sobre la generación de mujeres en estos tiempos, en solitario preparándose con los monólogos para entrar en carácter, y con miedos asociados al personaje y su entendimiento – una suicida apoyando una causa inútil de connotaciones religiosas- que afianzan la idea de que Fernanda también está consciente del panorama de su carrera, y de que esto incluye la posibilidad de alcanzar el éxito, o de fallecer inútilmente posterior a la vida estudiantil.

Rubio retrata el paso del tiempo con los alumnos, no ofreciendo un arco narrativo para todos sino mostrando viñetas que ocurrieron durante estos años, y que muestran el estilo de vida de la máxima casa de estudios del país, con jóvenes promesas que viven en equilibrio con un lugar de libertades, y que este beneficio les hace sentir más reacios a las causas sociales, en específico las que ocurren con su entorno, como Ayotzinapa y el feminicidio de Lesvy Berlín Osorio dentro de las instalaciones. Lo que lo hace curioso, es que Rubio también le da unos tintes dramáticos, en los que los personajes rompen la cuarta barrera ocasionalmente, en donde hay un romance entre dos alumnos que culmina en un baile, y un par de secuencias abstractas de la narrativas intencionadas. Estas son las más desconcertantes, porque aparecen de la nada marcando un tono de cierre dentro de la historia y nunca se vuelven a mencionar, por lo que la justificación no es completamente lograda y se perciben como una extrañeza que no nos hace conectar con el miedo de sus personajes y la presentación final de la obra misma.

Antígona se atreve a cuestionar las intenciones del documental como búsqueda intencionada de una narrativa, porque es obvio que al hacer un documental uno tiene el poderío de hacer una farsa o un intento de mostrar genuinas pretensiones esclarecedoras con el tema que se está representando, hace esto aportando momentos en los que nos llegamos a cuestionar la veracidad de ciertas escenas que parecen pauta a una ficción, y ese ejercicio es lo más interesante por parte del director.

 

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