Desde que El árbol de la vida, la quinta película del director Terrence Malick, fue presentada en Cannes, el poema con tono impresionista de dos horas y media ha despertado reacciones mezcladas. De los abucheos y retiradas de la sala a las ovaciones de pie. Cuando se llevó la codiciada Palma de Oro al terminar el festival, la agitación era ensordecedora.
La trama de la película es: Brad Pitt interpreta a un abusivo padre de tres chicos en Texas en los años 50. Jessica Chastain es su esposa y Sean Penn es uno de sus hijos, ya mayor muchos años después, poca narrativa lineal y diálogos además de las entrecortadas voces en off contemplando la existencia y disposición de Dios. Hay largas secuencias de volcanes en erupción, células dividiéndose y muchos otros fenómenos naturales que causan asombro y que recuerdan a Nova y a 2001: Odisea en el espacio. Y sí, hay dinosaurios de efectos digitales.
Lo que le falta a la película para hacerla atractiva para la taquilla lo compensa con impresionantes efectos visuales y una perspectiva única y poética de la familia, la fe, la pérdida de la inocencia y la reconciliación que se mantiene contigo durante mucho tiempo después de que termines de rascarte la cabeza con la conclusión de la película.
Las quejas sobre El árbol de la vida se centran en el hecho: aunque se establece la trama y el conflicto, en realidad no pasa nada. Eso más o menos es verdad, pero quedó algún cabo suelto. En una película con un enfoque espiritual como El árbol de la vida, sólo tiene sentido que el trayecto sea el destino. “Es como si (Malick) está esperando con una red para mariposas para atrapar lo que pase durante el día”, dijo Pitt.
Para un espectador, esta falta de planeación podría sonar frustrante, pero Malick es muy meticuloso. Él yuxtapone imágenes explosivas y una composición operática con momentos pequeños y tiernos como la luz natural brillando a través de briznas de pasto y los primeros pasos de un bebé para crear un ambiente completo y un mosaico de El árbol de la vida. Al final, esa es la fortaleza de la película.
En una acción que irritó a muchos en Cannes, Malick no aceptó dar ninguna entrevista y sólo estuvo disponible de manera sorpresiva y breve en el Palais en la presentación del film.
Pitt describió su ausencia como la preferencia del autor de centrarse en “construir una casa, no vender la propiedad”. Aún así, con una película que genera más preguntas que respuestas, el público quería que Malick ayudara a interpretar la cinta. Nosotros decimos que es mejor verla. Y luego, probablemente, volver a verla. Es una obra de arte para experimentar y contemplar, pero no te esfuerces demasiado en entenderla, porque el todo no siempre es mejor que la suma de sus extraordinarias partes.
Con información de agencias
