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viernes, abril 19, 2024

Crítica: El teléfono negro (2022).

Tiene los habituales problemas de su director, pero El teléfono negro es una película bastante entretenida de supervivencia sobrenatural y coming of age Reforzada por una gran interpretación de Ethan Hawke .

Scott Derrickson no jugó las reglas impuestas por Disney y por lo tanto quedó fuera de futuras producciones del personaje del Doctor Strange que ayudó a traer a la pantalla grande… eso nunca lo va a decir de forma pública pero es algo que no se puede evitar tener en la mente con el paso del tiempo. Derrickson había prometido establecer una verdadera película del género del horror con su Multiverso de la locura no fructífera con raices dentro del sub género del horror folclórico y trayendo al universo de Marvel a personajes como Nightmare y Mephisto, pero por alguna razón fue una idea desechada para pasar a otra que tuviese más inferencia en las modalidades de universos alternos que suenan cada vez más y más a planes B en caso de todo se pueda ir al carajo a la compañía. No cabe duda de que estas decisiones de parte de la del ratón adicto al monopolio es algo que hace para no perder el rumbo de sus producciones, pero generan una cuestionable disyuntiva en donde la modalidad autoral de personas que precisamente trajeron a proyectos por sus afinidades no quedan expuestas en lo que terminan siendo productos generalmente sin alma ni propuesta más allá de la episódica.

Con la ausencia entonces de Derrickson en Marvel, este se ha dedicado a dos cosas completamente diferentes a primera vista pero, bastante conectadas: la primera es que ha pasado más tiempo con su hijos y por lo que se puede ver en sus redes sociales, se ha reencontrado con clásicos del género del horror y del cine en general, formulando esta relación patriarcal del cine que muchos de nosotros hemos llegado a tener.

La otra odisea de 5 años, es que Derrickson buscó adaptar un relato de Joe Hill.

El teléfono negro es un relato que acompaña el recopilatorio de Hill llamado Fantasmas del siglo 20 publicado en el año 2005. Este es un libro con relatos bastante cortos y efectivos que le valieron las puertas del reconocimiento a Hill mucho antes de que se hiciera pública la noticia de que su nombre artístico -en homenaje a la famosa casa embrujada de Shirley Jackson– era para evitar las comparativas frente a su padre Stephen King, el autor más relevante dentro del mundo del horror moderno.

Joe Hill pudo bien quedarse en esta infamia una vez conocida la relación o con una fama apagada, pero la realidad es que ha demostrado su propia valía e incluso, varias de sus historias ya han llegado a producirse tanto en televisión como pantalla grande… de ahí a que el interés de Derrickson en uno de los relatos más icónicos de su antología -si no es que el más- llame la atención.

Esta adaptación de El teléfono negro corre a cargo del propio Derrickson y su habitual compinche de letras C. Robert Cargill y considerando la extensión del relato original que uno puede terminar en menos de 10 minutos, lo que hacen es expandir algunas ideas al respecto bastante atractivas.

La más notoria es la de explorar la vida privada de Finney (Mason Thames) y Gwen (Madeleine Mcgraw), personajes postulados dentro de un espacio de la americana de finales de los setentas y que, comienzan a vislumbrar las consecuencias de la realidad de su entorno, fueran los embates dentro de los colegios con los habituales abusivos, las complicaciones de tener una familia no nuclear con un padre absorto en un alcoholismo que lo hace llegar a ser aberrante (situación bastante notoria en una película de estudio de estos tiempos el llegar a retratar abuso físico hacia menores como algo incómodo pero ciertamente normativo bajo este perfil de la década), y por supuesto, la condición de vivir en un Estados Unidos bajo el influjo cada vez más frecuente de niños perdidos y el azote mediático de los asesinos en serie.

Es de hecho bastante escalofriante pensar en la normatividad de esta situación para los niños de la comunidad de Denver, con los niños corroborando que son presa fáciles de un misterio que ni los adultos han llegado a solucionar, una exploración que habla del temor de la media americana de por ese entonces y sobre la desconexión de mentalidad entre el mundo adulto y el infantil que trata de darle sentido a su realidad, por supuesto que algo que el propio King a través de sus libros expresó durante ese tiempo y que retoma Derrickson.

Inevitablemente el mundo de Finney que ve cómo un asesino en serie ronda por las calles llevándose a las personas que son parte de su entorno termina involucrado con este monstruo, y aquí es donde la película termina por explotar en momentos bastante anguistiantes. Primeramente Finney es arrastrado a un espacio de completa abstracción del mundo real, un gran logro de parte de Patti Podesta, con paredes agónicas y grisaceas conectadas por un cable oxidado que dar origen al mentado teléfono negro del lugar, y cuya anormalidad de color expresan la maldad que hay presente en el lugar que ha terminado por devorar la estética del pasado, considerando que hay vestigios de azulejo de ajedrez enfrentados a una mancha de mugre. Es bastante genial y muy sutil, porque el espacio en donde se encuentra Finney termina por acoplarse a su angustia y en donde conforme pasa el relato y este adquiere fortaleza para enfrentarse a su enemigo, deja de adquirir una irrealidad de tamaño y comenzamos a entender su propia construcción espacial.

El Raptor interpretado por Ethan Hawke está alejado de ser una descripción similar a la de un tipo regordete inspirada en personas como John Wayne Gacy y Derrickson le da mucho mayor complejidad a su modus operandi y mentalidad. Cláramente se ve que es una persona con un transtorno de desdoble de personalidad, puesto que a pesar de secuestrar a niños para asesinarlos -amén de si los llega a tratar con índole sexual- esto se llega a presentar en interacciones con individuos que parecen pasar de la curiosidad por el niño en turno, pasando por congeniar en lo que sufren, y finalmente volverse una bestia abusiva que intenta justificar este homicidio basada en vivencias de abuso personales. Hawke logra hacer un gran papel con lo poco que sale en la película apoyado por su tono de voz y kinestesia siempre calmada, y también gracias al apoyo del icónico Tom Savini quien le otorga al Raptor una máscara de varias piezas intercambiables que expresan de manera literal el sentimiento y modalidad de la personalidad en turno.

Es aquí en donde los elementos supernaturales del relato también son profundizados, en elementos eso sí, un tanto irregulares. La propia Gwen a través de una simpática Madeleine McGraw recibe visiones del más allá simbólicas -una especie de conexión con El resplandor, el elemento supernatural Kingseano que poseen algunas personas- para intentar solucionar la desaparición de su hermano y son momentos bastante curiosos en donde las escenas adquieren esa interpretación granulosa de súper 8 que Derrickson utilizó en su famosa Siniestro (2012).

Mientras que Finn recibe ayuda mucho más directa a través de los espectros de pasadas víctimas del Raptor. Derrickson y Cargill proponen una visión bastante curiosa del fantasma muy a las convenciones interpretativas de Guillermo del Toro, con espectros que conforme pasa el tiempo comienzan a olvidad su nombre porque es parte del fenómeno de las víctimas de asesinos en serie: se vuelven un simple número sin algún tipo de personalidad o sueños o esperanzas, situación que Finn entiende y trata de ayudar en medida de lo que puede. Estos espectros también a través de su conexión con el teléfono negro son bastante curiosos puesto que sus diálogos son expresos dentro de una apariencia similar a la de un mensaje de voz de poca fidelidad sonora y reiterativa, mensajes consisos del más allá repetitivos.

Hay incluso algo bastante curioso al respecto, porque Finn no es precisamente el testigo interactivo de estos espectros, eso es para la audiencia. Sus apariciones a menudo caen en el medio cansado juego del jumpscare del que es dependiente Derrickson en sus películas -y que a menudo las termina por desinflar- y aquí el diseño espectral es bastante sutil con apenas unas cortadas y piel ligeramente pálida pero El teléfono negro posee una lectura metanarrativa sobre las propias interacciones de la audiencia que resultan muy efectivas si se decide ver la película en una pantalla de cine enorme y con la mayor cantidad de gente; son una especie de aderezo a una película bastante emotiva y de un furor de adrenalina.

Es muy refrescante volver a ver cine de horror en pleno verano y sobre todo cine de horror enfocado a adolescentes que también pueda pulular de las experiencias que todos llegamos a llegar a tener: no exactamente sobre la de la ayuda paranormal para enfrentar a un demonio en carne y hueso, sino en la supervivencia y fortaleza vivencial frente a la angustia de crecer. Bien valió la pena se escupido de Marvel y su condición genérica, porque Scott Derrickson acaba de entregar lo que bien podría ser su mejor películas hasta el momento.

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