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viernes, abril 19, 2024

CRÍTICA: Guardianes de la galaxia Vol. 3 (2023).

El volumen 3 de la odisea cósmica de Marvel es la despedida a James Gunn y prueba máxima de que cuando estas películas tienen control creativo, tienen alma.

Guardianes de la galaxia Vol. 2 (James Gunn, 2017) concluía su historia de paternildades falsas y encuentros con las entidades cósmicas más extravagantes que Marvel había establecido hasta ese punto con un punto álgido: el grupo de idiotas epónimo de la película comienza a valorar su expresión como superhéroes, pero más que nada como oportunidades de superar traumas y de ser felices a pesar de que el universo constantemente les ha indicado su bajeza. Ese momento presente en un funeral reconfortante acompañado de Cat Stevens culmina de entre todas las escenas finales que pudieron elegir, con Rocket (Bradley Cooper) mirando al infinito iluminado al celebrar la vida de uno de sus amigos caídos… llorando.

Esa oportunidad de cierre tan íntimo en una película de superhéroes era algo bastante anormal para el género y la franquicia en sí labor insuperable de parte de Gunn quien quedaba asegurado como el director de las películas del UCM más cómodo y seguro de todos, un director que supo marcar su espacio para dedicarle a sus personajes, de tal forma que Guardianes de la galaxia Vol 2 no tenía interés en volverse otro escalón dentro del inacabable rompecabezas que tenían en mente. La cuestión aquí, es que eso fue hace 6 años.

6 años en donde existe una superficialidad en Guardianes de la galaxia entendida de que su éxito radica en que son graciosos, y tienen un soundtrack de antaño. Y entre estudios que reducen el éxito de Gunn y su saga a esos términos, otros han tomado los personajes bajo las mismas normativas dejando argumentos que no iban bajos los intereses originales de Gunn quien también terminaría por alejarse del estudio tras un funesto intento de cancelación que hasta el día de hoy fanáticos de extremas siguen vociferando o tecleando de forma furiosa en sus redes sociales. Esa misma toxicidad alejó a Gunn de Marvel sobre todo porque el estudio tomó decisiones aceleradas para limpiar imagen cortando relación con este, por lo que terminaría asociado a DC en donde su estilo y entusiasmo, le hicieron ganar un puesto directivo creativo que está a punto de relanzar un universo que se encontraba en constante agonía, y en donde además Gunn prepara su revisión del superhéroe más importante de todos los tiempos.

Para lo cual, el que regrese a Marvel para cerrar el capítulo de una saga del que le extirparon, es un motivo de curiosidad, porque su capacidad de crear personajes entrañables bajo los terrenos extravagantes cósmicos de la editorial vienen más que nada a darle un empujón y segundo respiro a una serie de películas que van perdiendo defensores al encontrarlas talladas bajo el mismo modelo, y sólo basta decir, que Gunn cierra con broche de oro sus aportaciones.

Si había un interés en presentar la escena final de su anterior película con el mapache con voz de Bradley Cooper, es porque en esencia Gunn está revelando que el personaje que más cambios ha tenido a lo largo de estas películas y ciertamente el más importante es Rocket, porque se trata -a excepción de Nébula– del personaje que más trabajo le cuesta desprenderse de su enclaustre emocional causado por traumas del pasado, y quien comienza a conectar con los demás guardianes como familia en elementos que parecieran discordantes para ellos, como la tecnología y la aprensión de la música como un entendimiento extradiegético (en el sentido de que Rocket en múltiples ocasiones adopta la colección de música de Star Lord como parte de su identidad y a pesar de las circunstancias decide poner música para conectar con su equipo… para bailar y disfrutarse por lo menos un minuto).

Es en esta ocasión en donde vemos por primera vez el trasfondo de Rocket, y Gunn no titubea a la hora de expresar crueldad. La franquicia de Guardianes de la Galaxia no era ajena a situaciones crueles bajo los condicionantes del humor negro, pero aquí por primera vez desborda en momentos y escenas en donde existe una agonía sobre el sufrimiento del inocente y en donde Gunn muchas de las ocasiones, no desestima el balance de estos momentos con humor que a menudo se utiliza de salvaguarda emocional. Es inevitable el no pensar en la cicatriz mental de Martin RosenLos perros de la plaga (1980) como principal referencia de estas escenas: los humanos suelen aparecer dispersos o en sólo detalles de sus brazos, dándoles un aire imponente y de búsqueda dívina -también acomodado a las funciones y motivaciones de El alto evolucionario, interpretado por Chukwudi Iwuji como un villano que de regodea de su entera crueldad acreciente a su curiosidad- y los animales toman protagonismo incapaces de salir de sus guaridas de mierda y con una apariencia frágil y repletos de artefactos dolorosos que tienen una tragedia bilateral: son muestra desalmada de sus dueños pero también materia de su razonamiento y sapiencia.

Los demás Guardianes no tienen noción de estos recuerdos, sirviendo de pretexto para que Gunn preste una función de confidente a la audiencia, pero los demás no terminan incapacitados ni en la acción ni emocionalmente. En medio de estas ponderaciones existencialistas del mapache, también existe una frente a los personajes de Starlord () y Gamora (Zoe Zaldaña) muy bien lograda. Chris Pratt ha sido objeto de burla en los últimos años dentro del internet, pero la realidad es que su Starlord demuestra su potencial, sobre todo porque aquí se presenta completamente derrotado emocionalmente frente a la pérdida de su gran amor, ahora presente en la Gamora de otra realidad que se coló a la suya, y que en todo momento la película le recalca que a pesar de tratarse de la misma mujer de piel verde, no tiene las mismas condiciones que le hicieron enamorarse de este. Starlord en esta ocasión se encuentra en un punto de depresión en lo que finalmente tiene qué aceptar esta realidad, una realidad sacada de un punto Kingseano de que si nuestros seres queridos volvieran a nuestro mundo, no serían los mismos (aunque claro, sin las implicaciones dentro del horror).

El cine de superhéroes constantemente tiene una idea bastante ingenua de tener la misma cualidad de su contraparte de tinta y papel, en donde estos personajes tienen una apariencia sempiterna combatiendo con los mismos villanos por generaciones, pero la propia fragilidad humana que pueda capturar un medio audiovisual marca un antes y después de cada entrega que para sus actores y realizadores va siendo evidente. Si Guardianes de la Galaxia Vol. 3 sobresale de entre todas estas franquicias que se prestan enteramente a los sueños húmedos corporativos, es que finalmente decide terminar y entre estas vacilaciones de nuestro encuentro con el creador de nuestro universo como una afrenta existencial y la asimilación total de la pérdida de nuestros seres queridos, de manera muy astuta toma el patrón clásico de Campbell respecto al viaje del héroe, que indica el regreso a nuestro hogar tras la gran aventura, completamente cambiados para poner punto final a nuestra historia.

Guardianes de la Galaxia Vol. 3 tiene algunos tropiezos: Adam Warlock (Will Poulter) se siente bastante desprendido de la amenaza que representaba ser para los personajes y con su relación frente a un inexistente Thanos a tal grado de que fácilmente podría extirparse su participación dentro de la película y no terminaría afectada y para Gunn no existe un interés de entrelazar las secuencias del presente con los flashbacks en montaje ni en intenciones que por lo tanto, terminan siendo bastante torpe el salto de tiempo, injustificado y cero fluido, pero son pequeños detalles dentro de una odisea lo suficientemente ridícula, graciosa y emocionante en donde Gunn srespeta a sus héroes, dándoles un momento para respirar, de despedidas, de aprecio, y de reencuentros.

Los amigos y la familia se desprenden, por causas naturales o del tiempo, y con ello persiste una madurez que todo mundo inevitablemente tiene que llegar a percibir, pero los momentos y las pasiones se quedan con nosotros, tal y como ese artefacto tan peculiar que Gunn has estado usando en la trilogía: la música. Pasando de dos cassetes que representaban el lazo maternal y el recuerdo de un muchacho a su hogar del que fue desterrado, a un reproductor Zune tan anticuado y perdedor en la carrera del mp3 como lo son sus dueños, un Zune que se vuelve la herencia directa de cariño entre los amigos quienes dentro de sus capacidades de reproducción generan otros lazos, como líderes de una nave espacial y como souvenir de aquellos viejos tiempos.

 

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