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viernes, abril 26, 2024

Crítica: Jurassic World Dominion (2022).

Jurassic World Dominion por momentos puede resultar entretenida, pero no cabe duda de que este es el patetismo nostálgico más bajo de una franquicia regida por íconos del pasado e irónicamente la venta infinita de la propiedad intelectual con cero propuesta.

Para los estándares de mi generación, la revolución que representó Jurassic Park de Steven Spielberg por allá en 1993, se define como una de presentación insuperable de las capacidades creativas posibles dentro de un blockbuster, algo que realmente no debería de sorprendernos considerando la mano de quien vino, en la época de donde vino; hablamos del Spielberg que salía de formular al lado de varios empresarios lo que hoy se conoce como Universal Studios -en una competencia contra el emporio de Disney con el que todavía no trabajaba- y, en su segundo año dual de producciones como director en donde para el mismo estudio, también entregaría La lista de Schindler en un movimiento que lo posiciona como el director más relevante de ese año, capaz de ofrecer un filme benéfico para las arcas de taquilla, y otro que era resguardado por la crítica como el momento de supuesta madurez del nativo de Ohio.

Visto a través de la retrospectiva, Jurassic Park se trata de una película que toma una génesis de extrema B y que gracias a las aportaciones del guión de David Koepp se termina distanciando de los elementos expositivos de Michael Crichton que funcionan en un libro, no en un relato propuesto en la imagen moviente. Es algo que también no se le suele estimar a la película, y es que también lo propuesto por Koepp, es más inteligente de lo que aparenta, ya que estamos viendo a una película que se desenvuelve en eternos debates sobre la moralidad de traer a la vida animales lejos de un conocimiento humano de primera instancia para satisfacer las necesidades capitalistas de ilusos que consideran que con el dinero suficiente, el control de la naturaleza es un orden que pueden aspirar.

Énfasis en curioso y en el poco valor de aprecio dentro de la película en estos aspectos temáticos porque desgraciadamente y de forma bastante irónica, la atención de Universal Pictures hacia Jurassic Park fue precisamente la advertencia de la que propone la película, una entera prostitución del producto temático que se veía en todas partes y, que al atender el lazo emocional de la infancia desde el razonamiento de producto, terminó por desatender a la película a la que normalmente se le recuerda como eso: un producto.

 

No es que precisamente Spielberg fuera ajeno a esta institución del Blockbuster de verano y la parafernalia referente considerando que tanto él y sus amigos han sido expositores de esta modalidad desde los setentas, pero la magia crítica dentro de la Isla Nublar, no es algo que terminaría por ser atendida por los ejecutivos de Universal, ni siquiera del propio Spielberg.

Cada nueva entrega de la franquicia de Jurassic Park es una entrega que se presta a una lectura que consolida no sólamente la parafernalia de sus lagartos gigantes, sino también existe una propuesta cada vez más latente sobre un mensaje de familia nuclear, quizás para atender las necesidades de la habitual familia que asiste a la sala de cine a maravillarse, pero ciertamente bastante conservadora diría yo: los dinosaurios siempre terminan siendo derrotados por familias que surgen o se reconcilian a través de estos duelos de supervivencia por el más apto.

Pero a diferencia de otras franquicias Jurassic Park es una que conforme más revela estos postulados, también es que deja clara la enorme ausencia creativa en pro de las virtudes nostálgicas que se han replanteado dentro del panorama fílmico como la modalidad que debe plantarse o no existir para tal. Después de todo Jurassic World, la primera entrega de esta nueva trilogía de parte de Colin Trevorrow aparecía en el año de 2015, el mismo año que veía el regreso de Star Wars y Rocky Balboa, y más importante, Cenicienta de Kenneth Brannagh demostraba que los live action de las películas animadas del estudio del ratón podían ser anualizadas para maravilla de los noventeros que, ahora son la mira de atención nostálgica por su entrega de adultez y dinero a los servicios y productos mercantiles y de entretenimiento (lo cual tampoco es sorpresa del éxito de estas películas considerando que esta es la generación que encuentra los clásicos de Disney en formato casero para su consumo ilimitado… o hasta que se dañara la cinta de video).

Y así han sucedido reformaciones dentro de la franquicia de Jurassic Park también bajo los términos monetarios de un Spielberg que sí se encuentra detrás a diferencia de lo que le pasaría con Tiburón y Encuentros Cercanos del Tercer Tipo en el 75 y 77 respectivamente, más bien es un reflejo de lo aprendido cuando hizo la historia de un extraterrestre planta en el 82. Es esta nueva capa de imagen la que suple la noventera de Jurassic Park en producto y en parques, clamando como para nuevas generaciones pero en realidad, tomando puntos del pasado hasta llegando a un punto ridículo en donde estamos a casi 10 años del estreno de la primera Jurassic World y esta tiene nostalgia dentro de su nostalgia por la nostalgia de ser nostálgica, y siempre vacía.

Jurassic World Dominion trae de vuelta a Colin Trevorrow de la primera película, un director bastante pobre de propuesta y un síndrome de lo presente en el Hollywood moderno de cineastas que se revelan como fanáticos de la ahora vieja camada de la oleada setentera, pero que parecen no entender la magia detrás de los filmes que reverencian más allá del sentir melancolía por un pedazo de plástico inmundo… es más, me atrevería a decir que Trevorrow es tan especial en su caso, porque su película más popular y referente para fanáticos ni siquiera existe; es la última entrega que no logró filmar de Star Wars y que a través de su arte conceptual alimenta esta idea masturbatoria de los fanáticos de que fueron robados de un efectivo cierre de la ópera espacial por excelencia.

Pero curiosamente Trevorrow adolece siempre de las mismas fallas dentro de sus argumentos, con ideas medio atractivas que no sostiene en el desarrollo de la trama ni en las relaciones de sus personajes siempre mirando los hilos rotos del argumento detrás de un disfraz de cinismo que piensa solventar las carencias de este como argumentista y director.

Jurassic World Dominion peca de eso. A niveles técnicos es algo que no falla -salvo un tedioso score del siempre tan atinado Michael Giacchino, eso de veras es sorprendente-  porque todo el dinero de la apuesta del año de Universal permite que los efectos se pulan y retomando en una de las pocas cosas que realmente entiende el uso de efectos tradicionales y de computadora para la escala de los titanes del pasado.

Es el contenido lo que termina por fallar. Ahora con un más que obligado cometido de mostrarse nostálgico, retoma a los personajes de la primera entrega con la promesa de verlos juntos tras años fallidos de proyectos sin realizar de Jurassic Park. La triada compuesta por Alan Grant (Sam Neill),Allie Sattler (Laura Dern) e Ian Malcom (Jeff Goldblum) resulta ser el principal atractivo, pero es una carta mal jugada porque a pesar de ser los personajes más interesantes -quizás por la empatía generada de nuestra infancia y los pésimos intentos de los presentes en la nueva trilogía- sus interacciones son cautelosas y adjuntas en una subtrama que francamente no permite exploración de sus fortalezas y opiniones como lo fueran en la primera película.

Es decir, están ahí, se parecen demasiado, pero no son los mismos. Esta oportunidad echada al fuego es también incentivada por la separación de los grupos, cuando bien estos pudieron generar una dinámica mejor compuesta y de apoyo para no tener que expandir la película en dos épicas que por azares del destino terminan entrelazadas, y resultan bastante antipáticas.

Hay atisbos de entretenimiento pero que también dejan una gran duda respecto a la promesa de ver un mundo dominado por dinosaurios y sus consecuencias que nunca es planteado más allá de las evocativas imágenes de función documental y nunca postulada en las dos subtramas que terminan derivadas en uno de los peores tercer actos de estas películas. Los grupos se encuentran pero ahora las interacciones -carentes de un peso o desarrollo- terminan reforzándose en las audiencias a través de la memeabilidad de los personajes y en escenas y diálogos que evocan tanto a Jurassic Park como a Jurassic World.

Trevorrow piensa que al hacer esto termina ofreciendo un pseudo comentario -tal y como ocurrió en la primera de sus películas- pero es quizás la mejor muestra de la falta de creatividad propuesta en películas que dependen de estas identificiaciones de la audiencia por su descuido temático, apostando por un abaratamiento de consumo bastante mediocre y eso incluye guiños a objetos del pasado sin algún tipo de contexto y que el argumento termine suplantando la propuesta de una liberación de los dinosaurios, para enfocarse de nuevo en un parque de cierta forma en donde el subtexto de la naturaleza impredecible es lo único que prevalece en estos filmes: es su visión de panfleto.

Jurassic World promete ser el final de una franquicia cada vez menos efectiva y… pues más que el tiempo los juguetes lo dirán. En un verano en donde Top Gun: Maverick de Joseph Kosinsky se presta como un momento de expansión de ideas y de un encuentro súmamente emotivo y aspiracional en cuanto a la acción, el hecho de que los dinosaurios de Spielberg se encuentren enclaustrados de forma literal y en términos creativos, ya no es malo, es patético.

 

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