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viernes, abril 26, 2024

Había una vez… en Hollywood (2019)

Este texto funciona más si has visto la película, si no la has visto quizás encuentres el enemigo público número uno de nuestra cultura: el spoiler: Sobre advertencia no hay engaño.

 

Quentin Tarantino es uno de los últimos directores de los noventas que la audiencia puede percibir con facilidad, situación bastante relevante para un tiempo en el que esta muestra un desinterés bajo el nombre del realizador que hace la película de Marvel en turno o que esto ya no resulte significativo o atractivo de descubrir; y es que el nombre de Tarantino es controversial sin duda alguna, un hombre al que se le arraiga todo elemento de violencia en el cine como si él la hubiese creado además de los detractores que mencionan su necesidad de evadir dejo de creatividad al exponer montones de referencias y elementos de otras películas que construyen sus proyectos… lo cierto es que a Tarantino no le ha costado fácil estar hasta este punto, y ha demostrado -quizás en su mayor influencia para miles de jóvenes- que no necesitas estudiar cine de manera formal, para poder realizar cine, lo que sí necesitas es vivir cine, devorar cine, hablar de cine, consumir cine.

Entre la violencia y la autocomplacencia Tarantino ha hecho películas para él y por lo menos las últimas tres han sido de gran controversia, en parte porque las audiencias claman a un director que ya no es el mismo de Perros de reserva (1992) ni Pulp Fiction (1994), y en el ocaso de su carrera -amenazado por él mismo que se jacta de sólo hacer 10 películas en su vida- acaba de entregar la que quizás sea la más controversial dentro de toda su filmografía: Había una vez en Hollywood -títulada originalmente como Érase una vez… en Hollywood haciendo referencia a la obra que rompió a Sergio Leone pero que nuestros siempre añorados encargados de traducción parecieron perder su noble labor- a la que podemos decir que es la película más Tarantino de Tarantino olvidando ser una película de Tarantino.

En ella, lejos de seguir una trama enmarañada, Tarantino toma la decisión de seguir el día a día de dos personajes: el par de Rick Dalton (Leonardo DiCaprio) Cliff Booth (Brad Pitt), una antigua figura icónica del cine y la televisión y su fiel y confidente doble de cine que también labora como su mejor amigo; Dalton recibe la oportunidad de interpretar a un villano en una serie western, situación que para él indica el final del camino en Hollywood, y al que no quiere dejarse rendir acudiendo a filmar películas inferiores por ser italianas. Si a Rick le va mal, también es algo que va a cargar Cliff, el cual por un conflicto contra Bruce Lee se encuentra sin trabajo y se dedica a las labores del hogar de Dalton.

La dupla de Dalton Booth es compleja en el sentido de que tanto en la carrera laboral como en la vida real, el doble siempre está presente en las situaciones de alto riesgo que terminan ofreciéndole oportunidades en la vida a Dalton, lo cual es un toque de comicidad perfecto. Aunado a ello están en sus diferencias apadrinadas por quienes los interpretan. Rick Dalton a manos de DiCaprio es un deleite: Un hombre tartamudo e inseguro en eterna depresión por lo que le pasa, y a quien DiCaprio le da múltiples capas de interpretación aunque sólo sean en escenas de apenas unos segundos de duración, lo que también exige una complejidad en su actuar y que basta sólo presenciar las escenas en donde interpreta a Decoteau incomodado por su extravagante atavío hippie esforzándose en que lo tomen en serio y con unos ojos lacrimógenos. Si Tarantino deja vulnerable a DaltonBooth es todo lo opuesto: un héroe de acción, una idealización de un hombre perfecto que además de estar al tope de su físico, es poseedor de una calma natural y de un positivismo frente a la situación que enfrentan.

La película bien podría tratarse de estos dos personajes a los cuales Tarantino idealiza dentro del contexto socio cutural del Hollywood a fines de la década, pero estos quedan arraigados de manera muy causal al desenlace de Sharon Tate como parte del revisionismo histórico que el director ya ha estado generando en sus proyectos pasados. Y si bien estos terminan afectando el destino de la actriz, lo que sí es controversial resulta ser la estructura que Tarantino decide para ella, ya que  Sharon Tate nunca interactúa con los personajes hasta el final ni es parte de un objetivo de estos y no podríamos decir que se trata de una protagonista, pero sí sirven para reflejar la diferencia entre los hombres y ella, mientras que estos tratan de aferrarse a una situación en donde se encuentran olvidados, Sharon Tate es una estrella en ascenso, que comienza a sentir felicidad por aparecer en filmes y por tener una vida perfecta. Despreocupada vive en Hollywood con su esposo Roman Polanski (Rafal Zawierucha) y junto a Jay Sebring (Emile Hirsch), su mejor amigo y posible amante, las escenas con Tate no sirven para esbozar controversias o chismes, lo que hace Tarantino es despojarle de un legado sombrío decidiendo darle un tratamiento noble y dignificante.

Sharon Tate ríe, ayuda a las personas, y en una escena asiste a un cine para descubrir lo que la gente piensa de ella, representada en la pantalla grande en forma de su personaje de The Wrecking Crew (Phil Karlson, 1969)Tarantino le dota de un aire angelical como tratando de decir la importancia de una mujer que gozaba la vida, a la que a 50 años después nos referimos siempre en un tono sombrío asociado a su fallecimiento, nunca nos importa lo que hacía antes de esa noche, la cual se presenta un año antes y en el momento preciso, por lo que si uno tiene entendimiento del asunto, existe una gran tensión generada por el segundo acto del filme que parece llegar a ese punto… pero no.

Y así, Tarantino parece decir la importancia del cine, que siempre nos dejan espectros a los que podemos visitar una y otra vez, porque no son la vida real; estos nutren a su visión como cinéfilo, de alguna manera lo educaron en la labor como director, y lo que hace es cambiar la historia a través de sus personajes, los cuales siempre han sido asociados con la sangre y en donde se burla de la tragedia no para la víctima sino por los victimarios. Esto es despojarles de un poder que poseen y más, gracias a la mitificación de los asesinos seriales a lo largo del tiempo que Estados Unidos tiene de existir.

Es una película larga que parece traicionar a muchos de los fanáticos de Tarantino por su falta de visceralidad y ciertamente no es perfecta. Tarantino con todo y sus intenciones, parece fallar en el ritmo de ciertas escenas, las cuales extiende porque se encuentra enamorado de su universo y del diseño de producción, lo que quiere es presumir lo que han logrado construir, más notorio en las escenas en donde los personajes manejan por grandes momentos, o la curiosa decisión de grabar un momento televisivo sin algún cambio de aspec ratio, cuando anteriormente había estado presentando flashbacks, películas y programas de televisión con este truco, pero no creo que sean totales demeritores.

Hacia el final Érase una vez en Hollywood se vuelve un delirante viaje violento y satisfactorio por igual, el cual se agota y se vuelve agridulce, un recorrido fabulario de un qué hubiese pasado, que no deja de ser una defensa de parte del hombre que también parece sentirse anacrónico en este nuevo mundo.

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