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martes, abril 23, 2024

Soul

A pesar de las aspiraciones atrevidas de Pixar en su más reciente película, por momentos Soul se siente como un libro de autoayuda o con la misma profundidad que las imágenes de Facebook que tu amigo con portada de coche comparte.

Expresar la valía de uno frente al sistema que parece oprimir las voces de aquellos que son especiales es una modalidad cuasi natural propuesta por la animación norteamericana… quizás en el sentido de que este tipo de historias terminan funcionando como un alimento del alma para las audiencias –sean niños o no- las cuales aceptan su posición dentro de este mundo y salen airados y con las emociones en alto de las salas de cine (¿Las recuerdan? Eran hermosas). No es de extrañar entonces que Pixar y su nueva película Soul parezca tener esta modalidad: con el estudio hemos conocidos voces de identidad propia con bichitos, con juguetes, con ratas, con ancianos y con robots en el apocalipsis… por lo que este juego del yo y la valía independiente del sistema por supuesto que van a ir adheridas a la importancia y concepto del alma, que es lo que nos concierne en esta ocasión y que por ocasiones sobresale de manera entretenida en algunos conceptos bastante atrevidos, pero que también deja ver un estancamiento presente en el propio Pixar, más enfocado en ser un patriarca equitativo para todas las audiencias que irónicamente cortan sus aspiraciones experimentales.

Peter Docter escribe y dirige el nuevo filme del estudio, en algo que ya bastaría como suficientemente atractivo para cualquier persona, después de todo es el hombre que tiene clásicos en el estudio como Monsters Inc (2001), Up (2009) e Intensamente (2015)… de hecho uno puede percibir este patrón narrativo de parte de Docter en conceptualizar ideas tradicionalmente complejas de aterrizar o imposibles como parte de maquinaciones corporativas e industriales de donde el trabajo generado por parte de los protagonistas constituyen el día a día. Es en sí una carta que Docter postula siempre para que sus películas tengan un sentido explicativo y de tutorial a varios elementos que van a servir a futuro para la historia y también debe ser por el tono humorístico de sus películas, de aterrizarlas bajo una práctica de ridiculez que acentúa una cercanía por parte de la mayoría de las personas que trabajan en estos espacios o que los conocen, y que le resta de un peso complejo como resultado, lo cual es comprensible tratándose de Soul, una película que intenta pragmar la significancia de la chispa de ser antes y después de la muerte.

Foto: especial

Conceptos como el más allá con la escalera que asciende a una explosión de luz misteriosa o los campos de entrenamiento del limbo en donde arquitectos de nuestro origen ofrecen las herramientas para que surja la concepción del alma y por lo tanto la vida a través del espacio terrenal son propuestas por los animadores sin necesidad de adherir una visión religiosa o cultural en particular y tomadas en cuenta bajo la asimilación de patrones universals que cualquier persona pueda entender, las cuales son lo suficientemente logradas como para no cuestionarnos la logística del espacio y labores por lo menos unas horas después del término del filme.

Es aquí que Soul toma una partida por presentar estos espacios como abstracciones que nos pueden remitir al trabajo de animadores experimentales como Walter Ruttman o en el campo de la animación largometraje mediática, los espacios de animación propuestos por Eyvind Earle y por supuesto Chuck Jones, mejor conocido por ser el sujeto que propuso escenarios simplistas en las caricaturas de la Warner Bros. La simpleza de Soul funciona y no resulta cansada a pesar de tratarse de minimalistas, al contrario: aportan a los personajes elementos sencillos para una diferenciación entre el océano de almas similares.

Fuera del mundo del más allá, Soul también es un éxito dentro de la concepción de Nueva York. Si bien este espacio no es nada novedoso de destacar considerando la punta de lanza que Pixar presenta a comparación de los demás estudios, nunca deja de asombrar; las calles son sucias y repletas de gente en una concepción de bastante extrañeza considerando los tiempos en los que vivimos y toma aproximaciones semi realistas apoyadas también por un fuerte trabajo fotográfico de parte de Matt Abspbury e Ian Megibben los cuales capturan la belleza de la urbe que nunca duerme en un momento otoñal y de constantes atardeceres cuyas líneas de sol se atraviesan a través de las construcciones, espejos y árboles. El espacio de lo cotidiano resulta ser lo más funcional para el filme y aquí se percibe la mano de Mike Jones y Kemp Powers cuyas ideas catalizan la noción y alma de ehm… Soul.

Esta es una película que abraza los entornos afroamericanos con protagonistas de color en una película que por primera vez en mucho tiempo, no dedica esfuerzos en vano a explicarlo sobre todo a partir de una figura blanca que se ve como la salvadora de un género en decadencia. Soul quiere que sintamos la música, que entendamos a esta como parte de una identidad afroamericana de gusto y de herencia, de una pasión desbordada tan difícil de explicar como la vida misma y que sólo requiere de oídos atentos para enamorarse a través de los ritmos y emociones ligadas a la música.

Todo esto sirve en ocasiones, para que Pixar salga de su tangente. Docter lleva una historia de cambios corporales con emoción y humor pero en un determinado momento… Soul se detiene a reflexionar una angustia poco explorada en la animación: qué hacer cuando la felicidad por la que tanto te mantenías por alcanzar, es obtenida. Derrotar a la gran ballena blanca no siempre desemboca en momentos de satisfacción dada nuestra naturaleza y a menudo volteamos hacia atrás para revelas las propias carencias de las que fuimos persistentes en un actuar completamente egoísta a ojos y oídos externos; esto es atrevido… por lo menos unos minutos.

A pesar de parecer tomar un camino ajeno a las tradiciones, el impacto emocional de Soul termina labrando una sensación efectivista y que plantea situaciones y diálogos de panfleto de autoayuda, quizás más perceptibles en esta ocasión por tratar de salir de la tangente de una manera tan poco usual para el estudio que duele verlos terminar en un rumbo cómodo. Sobre todo para el acto final, Soul adquiere un villano –que no necesitaba- y frases risibles que además, muestran en total tono delator la falta de confianza que Pixar tiene a las audiencias que considera incapaces de entender momentos o escenas sin articular de manera audiovisual lo que representan, martillando un mensaje de redención que va en contra de lo propuesto hasta el momento y que, termina en una vacilada apurada.

Soul quizás aspire a un mercado más adulto y eso está bien, con ideas que afectan más a una persona con mayor paso en esta tierra que a un niño… pero también parece aludir a la falta de confianza de sus audiencias en entender cosas sin detenerse a mostrarlas en evidencia para uno que otro despistado. No deja de ser bastante entretenida y a veces emocional, pero seamos honestos… en estos juicios que las redes sociales se atreven a lanzar… Soul quizás llegue a ser una película extremadamente madura para personas que dependen de videos con aros rojos que explican finales en Youtube.

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