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jueves, marzo 28, 2024

¿Quién le teme a Virginia Woolf?

Ayer fue día mundial del teatro, y puede que se trate del primer año en que lo recuerdo justo donde debería de estar: dentro de una sala teatral, esperando la función en turno. El teatro es un arte de constante flujo y cambio dentro de sus modalidades que ha estado llevando una función de sobrevivencia dentro de los terrenos en donde quiera presentarse. No es un arte frecuente para la gente… o por lo menos eso pensaría de no concebir una sala llena en estos momentos; el público al igual que yo, está a la espera muy oportuna, pues en el marco del día festivo, lo que estamos a punto de presenciar es la puesta en escena de una de las obras más importantes del siglo pasado, el texto maestro y más popular de Edward Albee¿Quién le teme a Virginia Woolf?

La referencia que siempre había tenido era el potente debut de Mike Nichols en el cine a pocos años del estreno del texto y con la presencia de Elizabeth Taylor Richard Burton… y lo que siempre he recordado, es que AlbeeNichols, y en este caso Victor Weinstock -quien traduce el texto en una presentación del colectivo El Milagro– nos muestran un lado horrendo dentro de las relaciones de dos personas, un Judy Punch más grotesco por los alcances en un juego de quién daña más.

Daniel Giménez Cacho interpretó a un George bastante atinado. Las sutilezas del personaje que contrastan con la necesidad de ser el centro de atención de su esposa es algo que sabe traducir de manera soberbia, llegando a pasar situaciones de verdadera tensión porque como audiencia vamos percibiendo esta incomodidad gradual en el personaje. Por su parte Laura Almela era la insoportable Martha, que en esta ocasión la primera actriz decidió adquirirle unas actitudes que rayan en el infantil, que en un principio no fueron de mi total agrado, pero que analizándolo van de la mano con un personaje que ha perdido la cabeza dentro de su matrimonio y en otros aspectos de su vida personal, una mujer que encuentra la oportunidad de ser fogosa para dañar a su enemigo y que por ende, entiende que el razonamiento de ser chiqueona y de vocecita chillona repite un patrón de seducción de la vieja escuela (algo así como una Betty Boop sin gracia por su situación).

El matrimonio arrastra a un mundo de mierda a uno más joven, pero no por ello sacrosanto. Una de las virtudes de la obra es que destaca la inmundicia no siempre tratada dentro de los matrimonios de la década que se visualizaban como una aspiración de poder y económica, bajo ese sentido Nick es más cercano al infierno de Martha George que a la aproximación casi virginal y torpe que aparenta con Honey, aunque también es un tema digno de tener bajo discusión puesto que sus revelaciones hacia al poder y seducción son arrojadas bajo el influjo del diabólico George además del poco control etílico de la pareja, quienes ven el alcohol como un elemento fraternal, alejada de la idea dependiente de los otros dos.

Pedro de Tavira Egurrola interpretó a Nick con un desdoble exagerado al que le puedo atribuir como parte de su falsedad en su presentación y que lejos de encontrar una noche de halagos, es parte de un juego en donde es utilizado, algo que con su crecimiento a lo largo de la obra va cambiando pero que no deja de tener una expresión de horror. Ana Clara Castañón se volvió la pareja de Nick, una Honey que no posee elementos de torpeza e ignorancia, pero que sí va más en un tono de inocencia y nula agresividad hasta que colma la paciencia de su pareja.

¿Quién le teme a Virginia Woolf? se traslada durante la década de los años sesenta y el trabajo de los involucrados fue otro gran logro. Gabriel Pascal respeta la noción de un solo cuarto de la obra original, en donde se encuentra la sala principal, repleta de pilas de libros, unas paredes feas sin encanto, muebles de la época y curiosamente cajas de mudanza, narrando sin decir algo al respecto de que existe una plausibilidad dentro de esta adaptación de que George -considerando su bagaje y que parece ser dueño de los libros mientras que Martha encuentra consuelo en el alcohol- está a punto de abandonar su matrimonio, lo cual le da más peso emocional a su resolución.

Para los no iniciados, ¿Quién le teme a Virginia Woolf? es un texto que es nada fácil de llevar a la escena y que tampoco es muy fácil de digerir. Tanto camino de pesimismo y despunte violento dura tres horas, por lo que es necesario el dividendo con un intermedio, situación bastante novedosa para muchos dentro de la sala. Pero qué mejor manera de celebrar las bondades del teatro, que con una obra retadora dentro del gusto del público, un viaje incómodo que se ha vuelto de lo mejor que se ha visto en el pequeño escenario del Teatro Estudio, como siempre: mi espacio favorito.

 

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