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jueves, abril 25, 2024

¿Dónde está el chiste para los alcohólicos?

Muchos beben para reir y olvidar las penas, pero científicos alemanes y británicos aseguran ahora que quienes beben demasiado dejan de entender hasta los chistes más simpáticos.

2.5 millones de personas mueren cada año en el mundo por el consumo excesivo de alcohol. Según la Organización Mundial de la Salud, los mayores consumidores viven en países industrializados del norte, además de Argentina, Australia y Nueva Zelanda.

Pero el alcohol no sólo origina accidentes de tráfico, enfermedades cardiovasculares, cáncer o cirrosis hepática.

En el cerebro de los alcohólicos, justo en la zona responsable de procesar la información relacionada con lo que comúnmente llamamos “sentido del humor”, deja de encenderse la chispa de la perspicacia. Así lo explica la neuropsicóloga alemana, Jennifer Uekermann.

Ueckerman realizó una serie de curiosos experimentos. “Me encargué de seleccionar chistes de Internet. Leí unos 20,000. Los escogidos debían cumplir ciertos criterios como, por ejemplo, no referirse negativamente a minorías“ , explica.

Con una selección de 24 chistes, los científicos intentaron averiguar cómo reaccionan personas alcohólicas a diversas emociones y estímulos sociales de su entorno. “Queríamos saber, por ejemplo, si ellos eran capaces de procesar emociones a partir de los rostros de las personas o a partir de la palabra hablada”, cuenta la neuropsicóloga alemana. “Luego de esos experimentos, me interesó también saber qué pasaba en la cabeza de otras personas cuando se les presentaba una historia, un chiste”, agrega.

En definitiva, los chistes caricaturizan nuestras interacciones sociales, situaciones de la vida cotidiana. Y, según los científicos, el humor se procesa en dos etapas: primero es necesario  descubrir e interpretar la incongruencia, el doble sentido, el contrasentido, el juego de palabras. Ese es quizás el paso racional. Acto seguido, se trata de percibir la farsa como algo chistoso. Este paso, más bien emocional, depende de las competencias de quien escucha el chiste para ponerse en el lugar de otros, imaginar sus pensamientos, sentimientos, necesidades, intenciones. Los neuropsicólogos lo llaman “cognición” o “teoría de la mente”.

29 personas sanas y 29 alcohólicos sirvieron de conejillos de indias a este equipo de científicos. Los investigados recibieron chistes incompletos, con la misión de decidirse por uno de los cuatro finales propuestos.

Los participantes sanos tuvieron bastante éxito. Sin embargo, pocos de los alcohólicos lograron identificar el verdadero sentido del chiste. Su significativamente menor cuota de aciertos indica déficits en sus funciones cognitivas, asegura Jennifer Uekermann: “Entre los alcohólicos, acertó cerca del 68 por ciento. Entre las personas sanas con las que los comparamos, la cifra se elevó al 90 por ciento”.

La clave está, en el fallo de la zona del cerebro que debería encargarse de descifrar el humor, la gracia del chiste: “Sabemos, por otras investigaciones, que son diversas las regiones del cerebro que permiten procesar los chistes. Se trata, sobre todo, de la corteza prefrontal”.

O, dicho muy simple y llanamente: una parte de nuestro cerebro ubicada detrás de esa frente que miramos a diario en el espejo del baño. Esa región del cerebro es responsable de funciones claves para nuestras interacciones con otros seres humanos. Por ejemplo, para reaccionar a estímulos sociales y garantizar procesos de memoria necesarios cuando hacemos planes o buscamos soluciones a problemas.

O sea que una persona, cuya corteza prefrontal no se activa con un chiste, probablemente tendrá también dificultades en sus contactos con otras personas, lo mismo en la vida laboral que en la privada.

Con información de DW

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