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miércoles, abril 17, 2024

Estadistas y estadísticos

Por Karen Guerra Ramírez

El seductor poder de analizar y evaluar el desempeño político del ejercicio del gobierno, nos ha convertido en un régimen de estadísticos ocupados del desarrollo de la administración pública, y no de estadistas ejerciendo el poder.

La valoración numérica de las metas y objetivos planteados por un político en campaña se hace necesaria, ya que de éste análisis debe desprenderse con objetividad la calificación que se haga del político. Y de acuerdo al criterio más confiable que se puede tener, como son los números (que bien dicen nunca mienten), podríamos entonces saber si se han cumplido a cabalidad las metas propuestas en campaña. De tal forma que las estadísticas son la herramienta con que el ciudadano cuenta para emitir juicio respecto del desempeño de un funcionario público.

Sin embargo, ésta herramienta de valoración debe ser, más prioritaria para el gobernado, que para el gobernante. Ya que éste último puede tener como referencia las estadísticas para auto evaluarse, más no gobernar a través de sus propias estadísticas.

Hoy tenemos gobiernos ocupados de fomentar, e innovar en los sistemas de medición, más que en los sistemas de administración del gasto público. El dinero que se invierte en generar esquemas y formatos para medir el avance de las administraciones públicas es realmente sorprendente. Ya que, inclusive se contratan despachos externos para que, en calidad de asesores externos indiquen mediante el llenado de un sinfín de formularios por cada dependencia si se está o no cumpliendo con sus metas y objetivos.

La idea en si, no está por demás errada de un buen sistema de auto evaluación, que definitivamente se tiene que hacer presente para evitar cometer errores en los procesos administrativos. Sin embargo, hoy parece que estamos más preocupados y ocupados de generar los mejores y más novedosos sistemas de evaluación, dejando sin innovación los sistemas de administración de recursos para las tareas básicas y fundamentales para las que fue creado el gobierno: dar solución colectiva a las necesidades de la sociedad.

Me resulta poco confiable que en los ayuntamientos se otorgue igual  presupuesto para las áreas encargadas de evaluar el desempeño de las dependencias, que para el área encargada del control y evaluación de la administración pública. Si la ley contempla un espacio destinado para evaluar y ejercer fiscalización sobre el manejo del erario (Contraloría Municipal), por qué crear áreas que dilapiden recursos en generar innovadores sistemas de medición.

Y dicho sea de paso, los tan novedosos sistemas de medición, han representado ahora una carga de trabajo para las dependencias, de tal suerte, que, en aras de contribuir a la generación de estadísticas que hagan evidente el buen trabajo del gobierno en turno, ahora las áreas de la administración pública, tienen que dividir su tiempo entre las funciones que a través de las leyes y reglamentos se les han conferido, y las tareas de rendición de cuentas. Bonito asunto.

Hoy es inevitable darnos cuenta que, de cinco días a la semana que se contemplan como laborales para los servidores públicos, mínimo deben destinar uno o dos, para dar cumplimiento a la serie de formatos, listados y oficios que reflejen el trabajo de su área. Si, así de incongruente puede llegar a resultar. Y más aún cuando se acerca la fecha del informe mensual, o bimensual que en su caso corresponda al área. Es increíble cómo tienen que destinar tiempo y esfuerzo al cumplimiento de un trámite administrativo, y dejar a un lado las funciones propias a su encomienda dentro del organigrama de gobierno.

Sin duda esto representa ya un grave planteamiento mal elaborado. No es propio del gobernante convertirse en estadístico, y dejar de ser estadista. La concentración de información que le ayude a evaluar su trabajo, no debe dejar a un lado el imperante motivo de cumplir con su verdadera función: gobernar.

Esperemos que muy pronto la visión de estadísticos de nuestros gobernantes sea transformada por la de estadistas, hombres que se ocupen del estado y no sólo de las estadísticas resultado de su ejercicio público.  Que nuestros políticos se concentren en hacer política, en generar el diálogo y entendimiento con la ciudadanía, escucharlos y que quieran ser escuchados, no sólo arrojarnos cifras, datos y tablas gráficas que nos digan lo que están haciendo.

Buscamos que nuestros políticos nos hagan sentir los resultados de su ejercicio en un ánimo de estabilidad, de seguridad y de oportunidad para el desarrollo de nuestra sociedad. Que los hombres del quehacer político tengan la visión de un estado suficientemente sustentable, para renovar sus instituciones, para evaluarlas y corregirlas si es necesario, pero que no haga de sus mecanismos de control, el principal objetivo en sus acciones como gobernante.

Los números no mienten, pero tampoco mienten los ciudadanos que no ven reflejados los resultados de esas cifras en su cotidianidad. Sin duda alguna, la reflexión que debemos hacer es vigilar que la estadística no acabe con los estadistas que hoy tanto requiere nuestra sociedad; con los hombres que participan de la dirección del estado, y que se ocupan de la política.

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