Qué duda cabe, que en cualquier restaurante que se precie lo esencial es la buena comida, eso es obvio. Pero también es cierto que la ambientación, aunque a priori parezca algo secundario, es algo que definitivamente complementa y dota de personalidad y categoría a cualquier establecimiento culinario. Esto que digo viene a cuento por el lugar del que vamos a hablar a continuación, el D’Jordis, pero el tradicional, el de la calle Atenas.
La ubicación quizá no es tan céntrica como la sucursal de Paseo del Moral, pero lo compensa con creces en otros aspectos, en especial la decoración. Y ustedes se preguntarán, ¿por qué razón le estoy dando importancia a este asunto? La respuesta es clara para quien esto escribe: me hizo sentir como en un mesón de mi tierra. No puedo decir un aspecto en concreto, pero quizás fueron los motivos típicos, la ornamentación, a lo mejor la iluminación y la cocina o posiblemente todo junto, pero funcionó.
Pero bueno, volvamos al tema que nos ocupa. El menú es amplio y engloba lo típicode la comida española. Uno puede encontrar desde la clásica paella en diferentes variantes al solomillo al cabrales, pasando por los típicos fideos a la “cassola”, catalanes, entre otras muchas cosas.
Mi primera opción fue para unos calamarcitos al estilo andaluz. Estaban muy buenos, el rebozado muy suave y la materia prima tierna, ideal para empezar una buena comida. Como complemento adicional me decidí por unos montaditos variados. Los de longaniza con huevo de codorniz no fueron totalmente de mi agrado, precisamente por la misma razón que la vez que visité la otra sucursal: la longaniza no estaba muy buena. El montadito de cerdo adobado con queso, eso sí, delicioso, lo mismo que la empanda de lechón, crujiente y con un sabor suculento.
En cuanto al vino, hay un poco más de variedad que en el otro establecimiento, pero no mucha. Realmente se echa en falta alguna opción más para escoger, y más con una carta tan atractiva como esta. Mi elección fue para un Ribera del Duero, en concreto un Arroyo Reserva 2007. En mi opinión, un tinto con mucha clase y alcurnia, sencillo y sincero en el paladar y que no me importaría volver a probar en otra ocasión.
Tenía ganas de probar varios platillos, pero finalmente me decidí por el codillo de ternera (ossobuco). Nada mal la presentación, al igual que la textura, deliciosamente suave, ideal para saborear con deliberada lentitud junto con el vino.
Para el postre nada mejor que unos profiteroles, ya saben, rellenos de crema y bañados en chocolate. ¿Light? La verdad, no mucho, pero vale la pena darse un homenaje de vez en cuando, ¿no creen?
En mi opinión se trata de un establecimiento que sabe perfectamente lo que le funciona, que ya es mucho. Los restaurantes españoles son difíciles de mantener fuera del país y el D’Jordis es toda una institución en León, lo cual dice bastante de la experiencia y saber hacer del dueño. Buena comida y servicio en un ambiente de lo más parecido a una fonda española (y catalana) que se puede encontrar por estos lares. Para mí más que suficiente. Bon profit y hasta la semana que viene!
D’Jordis (tradicional)
Atenas, 102
Col. Moderna
León, Guanajuato
(477) 773 30 63
P.D. Estimados lectores: Solo hacerles saber que aceptaré encantado cualquier recomendación que me quieran hacer sobre sus restaurantes preferidos y que consideren merecen un espacio en esta su columna. Les recuerdo mis correos electrónicos: andreu@zonafranca.mx o andreu76@yahoo.es. ¡Saludos y espero sus recomendaciones!
