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jueves, marzo 28, 2024

GIFF 2018: Conferencia de Damian Alcázar

Damián Alcázar es una estrella, y a pesar de serlo, de ser el actor con más renombre en nuestro cine moderno, de tener un rostro impactante que siempre le ofrece papeles de villanos y gran preparación actoral, es una de las personas más bajadas a la tierra que uno pueda conocer; desde su presentación en Guanajuato en el festival, se ha dedicado a disfrutar la fiesta del cine, tanto en las reuniones en donde se toma la habitual foto con sus fanáticos, como sentado en las proyecciones del programa al que encuentra valioso y de empuje para un cine que no siempre se pueda ver.

Sala llena durante su conferencia magistral en la que dio detalles de su forma de pensar, política, picarezca, de gran bagaje laboral y con un amor, que se dio el lujo de ir al baño y nadie le reprochó.

El actor recibió un homenaje nacional en el teatro Juárez como parte del XXI festival de Cine de Guanajuato. Fotos: Cuartoscuro

Presentador: Un 8 de enero de 1953, en Michoacán, es su génesis ¿cómo recuerda su infancia y un momento determinante para decidir actuar?

Damián Alcázar: Nací en Jiquilpan Michoacán y a los 3 meses mis papás se movieron con todo y familia a Guadalajara; para mí la primera infancia es importante en el ser humano, es una etapa en donde se aprende… no de retener físicamente sino de vivencias. Me tocó la suerte de ver cine a partir de los 2 años y medio en las clases de catecismo de mis hermanos con el sacerdote que ponía proyecciones de cine los sábados en la mañana, a los 3 años recuerdo escenas vívidas de películas proyectadas en la pared de la iglesia, con ello aprendí de que sí servían de algo los templos (risas). De mi familia yo era el de en medio, el más flaco, el más chaparro, el más prieto… y tengo recuerdos de esa etapa: recuerdo la vez que volé un papalote rojo, más grande que yo, recuerdo que había a un niño que le decían “El Vaca” y yo nunca entendí por qué le decían así… sólo recuerdo que pensaba que me quería matar… de niño mi juguete favorito era un rifle, y ahora soy la persona más antiarmas que puedas conocer, con el rifle no tanto, porque existe la bonita tradición del tiro al blanco, no sirve para matar, recuerdo de mi infancia películas como El Tesoro de la Sierra Madre, El Nacimiento de una Nación, y ¡Ataque!

¿Qué tan importante fue la literatura en su arte?

D.A.: No sólo para eso, sino para alimentar toda mi infancia, en el quinto año de primaria descubrí en una escuela de gobierno, algo muy extraño para ese entonces pero para esa época había gente nacionalista a la que le importaba un poco la gente(sic), como era muy solitario, me metía a la biblioteca y fue ahí en donde descubrí la literatura infantil, y encontré que las ansias de descubrir el clímax narrativo de una historia lo aprendes desde que eras un niño, mi realidad fue muy fuerte y prefería lo ficticio, y fue hasta que fui padre cuando asumí que la realidad valía la pena.

¿Cuál fue el momento decisivo para que Damián Alcázar decidiera actuar?

D.A.: Fue cuando descubrí un grupo de teatro. Una chica me invitó a clases de teatro del Seguro Social, en ese entonces los niños aprendían canto, tejido, música, lo que fuera en ese lugar… esto era lo que quería hacer desde niño. Después de hacer teatro de aficionado por 4 años quise entrar a Bellas Artes pero me exigían la preparatoria. El director me mandó a mi casa 2 veces porque no la tenía completada, al tercer año de intentar ya estaba inscrito en preparatoria y se los enseñe, con sólo eso me hicieron los exámenes y pude entrar.

¿Quiénes fueron sus mentores durante todos estos años?

D.A.: Al término de Bellas Artes, acudí al Centro Universitario de Teatro, yo quería ir a la Unión Soviética a estudiar dirección y uno de mis maestros me convención de estudiar dentro del país, de conocer el mercado, por lo que terminé en la Universidad Veracruzana. Los maestros son muy importantes en la vida, y yo tengo cuatro: El primero fue en el grupo de aficionados que me enseñó que tú en tu cuerpo y persona tienes absolutamente todo, imaginación sensibilidad, percepción de la vida, sueños, objetivos, así caminas en el mundo, descubrirte a ti mismo es lo mejor que puedes hacer, la gente dice “lo conozco como la palma de mi mano” pero la gente no se llega ni a conocer eso, uno es esa cátedra, y hay que cuidarlo, quererlo disfrutarlo, es tu vehículo para estar aquí, esa es la principal herramienta para un actor. El segundo fue al término de Bellas Artes y me enseñó que si no trabajas diario no tiene sentido, tienes que ser constante. Otro fue Luis de Tavira, quien me dijo que si no te va como actor en la vida o en lo que hagas, puedes hacer otra cosa, de que si pasas a escena y sales igual, perdí tiempo y perdiste tiempo tú, aprendes más del ser humano, no es aprenderse un texto, eso lo hace cualquiera, el chiste es entender de lo que hablas y comprender lo que haces, qué le puedes mostrar a la audiencia porque si se van sin nada, pudieron estar en otro lado, para mí eso es importante, eres un sabio cuando vives en los pies de otro, entiendes más, entonces cuando haces de soldado, guerrillero, campesino, padre de familia, entiendes esas cosas y el paso de este planeta. Y el último maestro, fue un polaco asentado en México por 40 años, él me enseñó “no sirve, no es cierto, no te creo” digo que es la mejor enseñanza porque siempre podrías ser mejor, y cuando dices que eres un gran actor estás jodido.

¿Por qué había decidido ir a la Unión Soviética?

D.A.: En esa época teníamos la suerte de ver mucho cine en el país, veíamos cine de calidad de todo el mundo, este es un asunto político/social/económico, con la llegada de los neoliberales se bajan los cines de arte porque el estado pagaba la mayoría, yo vi películas chinas, francesas, italianas, americanas, mucho cine, entró salinas de Gortari y se acabó el cine, abrió la concesión de quién se quedaba con los cines y se acabaron las grandes salas, fue un gran negocio pero ahora no vemos tanto buen cine, con 90 gringadas y 5 mexicanas las cuales sólo duran 5 días, no sé si vieron todo el cine libanés de aquí… es una pena que esto no llegue a más personas, el cine es cultura humana, y no El Capitán América y El Hombre Araña, esas madres no llenan (aplausos). Estudié ruso porque me sentía mal entrenado y quería mucho más, por eso me metí al centro universitario de teatro a estudiar teatro pero ese mismo año mi maestro de Polonia me dijo que me detuviera. “Tengo años de no regresar a Polonia, no conozco mi país, no conozco a mi industria, lo único que obtuve fue a una polaca que está absolutamente loca y me reclama de todo (risas), no te vayas”.

¿Cómo fueron sus primeros pasos a la hora de actuar?

D.A.: A los dos años se abrió la posibilidad de la Universidad Veracruzana en Xalapa , en ese entonces Xalapa era conocida como “La Atenas veracruzana” por tanto presupuesto de artes y humanidades, fue la primera en tener la carrera de danza, por eso del 75 a 85 era conocida a nivel internacional… igual, entraron estos señores, con Miguel de la Madrid y se acabó el presupuesto, la gente que trabaja en Guanajuato, que traemos a grandes maestros son personas vivas que tienen que vivir de su trabajo, al momento de no haber presupuesto se tienen que ir. En aquel entonces teníamos tres compañías de teatro profesionales, dos compañías de orquesta sinfónica, un estado de la república tenía 2 sinfónicas imagínate eso, la gente creía y eso mantiene los valores humanos por encina de las necesidades terrenales, los valores de mantienen activos; se acabó la cultura, viene más la pobreza y pues la violencia que tenemos en el país es resultado del despojo cultural y educativo. Entré a una compañía de teatro por muchos años y una compañía de teatro significa que trabajas todos menos un día, hay espacios para que te manifiestes, en esa compañía vine al Cervantino, vine con una obra de teatro en plaza al aire libre. Trabajé 8 años en esa compañía de teatro hasta que dije que yo quería hacer cine, preferí ser un desocupado sin dinero pero hacer lo que quería, y fue una maravilla, muy bien entrenado… para el momento, entré al cine casi sin pedirlo, y si lo haces bien te sigues, si lo haces mal te atoras.

¿Cómo recuerda  su papel de “La suavecita” en Gabriel Retes?

D.A.: Aprendí algo muy importante a la mitad de la película. En una banda de maleantes, yo era un homosexual y todo funcionaba en la ficción hasta en un momento en el que había una escena muy difícil para mí y veía a los técnicos haciendo chistes mientras trabajaba, quería gritarles porque quería actuar. Cinco años atrás había fallecido un amigo de teatro y con ello se fueron 10 compañeros, con esta enfermedad del sida. En teatro él hacía a los buenos y yo siempre los malos, y él me platicó lo terrible que fue crecer como niño especial en su tierra natal, el padre macho mexicano, el pueblo de férrea condición y el niño muy sensible, fue repudiado, apartado, agredido, las veces que platicamos sobre esto… entendí lo que pasaba con las personas, supe que en ese momento estaba actuando y no estaba siendo, en este caso para demostrar a un individuo que a su vez es repudiado y segregado, me di cuenta de que puedo hablar por los demás, Un obrero gana diario 80 pesos, cómo le hace para mantener a sus hijos y a su esposa, para pagar su viaje, su renta, y (el asunto) no nos importa, no nos interesa, eso genera no sólo inconformidad, genera resentimiento, (por ello) das voz para los que no tienen y haces tu trabajo pensante no sólo para ti sino para tu persona, más vale tener cosas que decir.

¿Qué representó se parte del nuevo cine mexicano?

D.A.: Me llaman para hacer “La leyenda de una máscara” y decían los productores que era un desconocido, trabajaba con nueva generación de cineastas que se quitaban la época pasada porque se nos fue el público del cine. Las dificultades eran que me decían “vas a ganar poco y pues no me importaba”, soy un afortunado de que mis padrinos en el cine fueron Pedro Armendáriz Jr. y Héctor Bonilla, y Bonilla que era coprotagonista, decía que me pusieran la máscara. Había que cambiar todo esto y los nuevos cineastas que cambiaron esta idea, regresaron el público mexicano a la sala de cine por un tiempo, porque ahora sigue secuestrado, se pasan las leyes por el arco del triunfo y si no llenas cierto número de butacas, la sacan, no es su producto, no lo van a vender, tienen cierta razón en el mundo neoliberal pero el cine no es solo negocio, es cultura, y el cine mexicano tiene que tener respaldo del gobierno mexicano.

¿Cómo recuerda haber trabajado en Dos crímenes?

D.A.: Esta etapa era del cine mexicano que conocemos como nuevo, pero siempre hay nuevo cine mexicano, el éxito, reitero que fue recuperar al público, y a nivel internacional hubo punch, todos los festivales a donde vaya el cine mexicano trae premios, y ustedes no conocen el cine mexicano, mencioné que con esta nueva versión de nuestro país podemos recuperar estas nociones. En “Dos crímenes” sabemos que pasar de la literatura al cine es casi imposible pero Roberto Sneider hace una gran película de la novela de Ibargüengoitia, casi nadie vio esa película pero la recomiendo

¿Y de California al límite del tiempo?

D.A.: Si en Ibargüengoitia aparece la crítica de la crema y nata de los grupos de la élite guanajuatense, mi personaje es un imprudente e impulsivo por tomar todo a la ligera. En Baja California es un México/americano que nunca ha estado en México, en ese entonces va a ser papá y yo lo fui, cuando se es muy responsable, el hombre no quiere ser papá, porque el mundo es terrible y mencionas en cómo traer a una criaturita al mundo, ser padre es de las cosas más importantes porque es la continuidad cósmica, si no quieres ser papá, el más importante eres tú, y cuando mueres la vida se acaba contigo, siendo padre la vida continúa con tus hijos, es lo precioso de la paternidad responsable, por eso me gustaba Baja California: un hombre sin arraigo y esa disyuntiva, además de que California es precioso: el mar, las ballenas, visiten (Baja) California (risas).

¿Nos puedes contar de La Ley de Herodes?

D.A.: Cuando leí el guión le dije a Luis (Estrada, el director) “Nos van a meter a la cárcel” pero él saca la Constitución y me dice: “Nadie nos puede meter, aquí está nuestra defensa”. Hay que externar tus ideas y cuando lo haces terminas defendiendo todo, hicimos la película y cuando la vio el IMCINE pues que dio el brinco para atrás. Yo estaba invitado en la muestra del cine francés y el director del evento llega conmigo y me menciona que “mi película no se va a estrenar”, esto de inmediato se leyó como un acto de censura, yo estaba en traje de baño, tomándome una margarita y agarré una servilleta y me puse a escribir. Al día siguiente aparece toda la programación menos “La Ley de Herodes”, estaba (Eduardo) Amerena, director del Imcine y asistió para hablar con el director para no proyectar la película, afortunadamente no habló con los actores, en el momento de la inauguración agarro el micrófono, saco mi papel y menciono el porqué de que la película saliera de programación, tuve que escribirlo porque si no, le decía “pendejo” a “nuestro honorable señor presidente”, y la audiencia empezó a patear… todos, gritando “libertad, libertad” y arriba los franceses asustados… Victoria Bril estaba traduciendo para los que estaban arriba y terminaron gritando “liberté”, y los periodistas, los de cultura que siempre hacen su trabajo, no aceptan el billete… bueno no casi todos (risas) escribe y escribe. Y veíamos con pena las caricaturas en donde veíamos que el dinosaurio se rehusaba a morir, y esperábamos a San Jorge para matar al monstruo.

¿Cómo fue trabajar con una producción de Disney?

D.A.: Imagínate… –se para a actuar y señala su estatura– yo estoy de este tamaño y la puerta de Disney es como el fondo del teatro entonces imagínenme a mí tocando la puerta del estudio (risas). Estando en mi casa marcan por teléfono y preguntan por Damián Alcázar…. Mi inglés es de ranchero, por cierto. Me invitan a las Crónicas de Narnia y yo de “What? Is this a joke?”. Les cuento otra cosa que me parece más interesante, al final me preguntan “¿Cuánto mide señor Alcázar?”… y se acabó; como no me dieron el antagonista principal me dieron el maleta malote. Trabajé en Praga por 6 meses, si la película hubiera sido de Vietnam con el héroe que mata a todos, hubiera dicho que no, Narnia era otra cosa, literatura juvenil, y era Disney, yo vi muchas películas en mi infancia… Aguántame 5 minutos porque desayuné pura agua…

(Damián se para de su lugar y se retira a orinar dando un descanso a prensa en medio de risas y aplausos).

… listo, fue muy rápido.

Antes teníamos al estereotipo del latino asesino y criminal ¿Siente que ha cambiado esta noción?

D.A.: Creo que puede cambiar, lo mejor que le puede ocurrir a un actor es ver coronado su esfuerzo, uno se gana sus dos ceros extras en los cheques (risas). Siempre hay una concepción de quienes somos, por ejemplo, nunca voy a ser Trump, puedo ser Simón Bolívar… bueno uno viejón o un (Ignacio) Allende sin decapitar… pertenecemos a ciertos grupos y es imposible que metas a alguien forzando las cosas, lo vemos más plausible con una sociedad más abierta como los canadienses y con una mescolanza de razas. Demián Bichir puede pasa por uruguayo, mexicano, un guatemalteco, es latino, pero no hay muchas historias para latinos, imaginen a un gringo con nuestras películas. Lisa Owen es una de las mejores actrices que tenemos, y ella tiene problemas por ser hija de norteamericanos al tener una fisiología de esa nación, por lo que no tiene trabajo, esto pasa al revés, Gael García es latino, es guapo, talentoso, pero es latino… a mí me invitan a ser el malo, algunas veces el bueno y dices “perdón”. En Man on fire, cuando filmaba en Madrid hice unas pruebas de casting y a la mera hora digo “No, gracias” porque hacerla de malo, con gringos buenos, y el héroe negro, paso… (risas).

He visto entrevistas en las que menciona que es adicto al trabajo y que interpone su vida personal. ¿Cuál es la fascinación de la ficción con la vida personal?

D.A.: Le doy prioridad a mi trabajo y pues así es, no puedo cambiar y decir que tendré un poco de vida familiar, no consigo hacerlo, estoy un mes sin grabar y no me siento cómodo, no es que haya decidido sino que no me gusta, me reprochaban muy seguido, y no podría parar.

La dupla Luis Estrada y Alcázar es una que la gente adopta, ¿qué representa el director en su vida?

D.A.: Es mi amigo, maestro y director, estoy encantado de proponerle muchas cosas, ahorita tenemos una nueva historia y peleo con él porque quiero que sea de una forma diferente.

¿Nueva historia? ¿Podemos saber?

D.A.: A partir de la ley de Herodes nos fijamos en el gobierno y sus errores, ahora quiere cambiar y tirarle a la gente, sí, la gente es corrupta, es mentirosa, la gente quiere ventaja, se permite trampas y triquiñuelas, es escéptica, siempre dicen que son lo mismo, pero lo mismo es en ellos, ahora apuntamos cañones a eso.

¿Qué tan difícil es despojarse de sus personajes y ha encontrado uno catártico?

D.A.: Como es un acto voluntario, lo primero que acude es la voluntad, luego la concentración, el análisis, pero lo primero es la voluntad. Todo aquel que se mete lo que se meta y que está mal de su cabecita y luego se suicida, el problema no fue el personaje, hay que ser saludables, si yo tengo llamado a las 6 de la mañana y me puse una borrachera y no voy a estar al 100 con mis emociones y mi cuerpo. Es en todo el equipo, le pasaría al director o al fotógrafo, lo más difícil es entrar al personaje, lo fácil es salir, en Crónicas hago a un asesino serial de niños basado en un hombre real, Luis Alfredo Garabito. Para hacer a ese personaje me costó, porque trabajaba con él 10, 11 horas diarias, no podía sonreír porque soy michoacano soy trompudo, no iba a las comidas con las chicas de vestuario, no sonreí por más de tres meses, y al término me solté les dije “Ahí nos vemos cabrones” y me fui a Las Galápagos, este señor mató a 180 niños mientras los violaba y la gente me contaba que era una bestia… no señora, esa no es una bestia, es un ser humano.

¿Qué le ha dado al cine a Damián Alcázar?

D.A.: Entre la gente me siento como su amigo, me saludan por el centro dándome periodicazos, diciéndome “¡Damian!” o a veces me pongo un cubrebocas y la gente sabe que soy yo, me estoy dando un beso y me piden una foto, o hemos estado peleando y me habla toda la familia pidiéndome una foto, siento que tengo amigos y me tratan maravillosamente. De 10 taxis que agarro, dos no me cobran a veces, viajo en turista y las aeromozas me pasan a primera, la gente te quiere y te tienes que dar a la gente, y es difícil porque sigo siendo muy inhibido, las primeras veces eran horrible porque no me dejaban ni comer y yo sé que la gente no tiene ni por qué decir (nada), bueno tiene su tiempo. Comiendo en el Juárez un señor me mandó una botella de champaña y la gente te quiere mucho porque les dices las mejores cosas, no puedo salir con una pendejada de película, tengo que hacer cosas para ellos.

 

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