Madalena propone un crimen no para su resolución, sino para atestiguar el proceso del duelo y de la indiferencia ante semejante atrocidad.
Los estándares de la industria y las narrativas convencionales hacen que como audiencia supongamos con algunos atisbos dentro de la narrativa, el cómo se va a plantear la historia que estaremos a punto de presenciar. Estos protos dictaminan a veces la balanca entre la gracia o el descontento de una película, y en el caso de Madalena de Madiano Marcheti, es un caso muy notorio.
Madalena empieza en unos campos de soja, en donde la calma del viento y de las aves que habitan el espacio sólo es alterada de manera agresiva por una escena que es ajena a la naturalidad del ambiente, porque vemos a la epónima Madalena (Chloe Milan) muerta en el paraje. Madalena se une a los cientos de casos de personas de la comunidad trans que sufren de vejaciones, abusos y homicidios en Brasil, y Marcheti postula a Madalena como una voz cuyo anonimato respecto a su resolución, acecha en un espectro dentro de las personas que rodean su círculo social y circunstancial, dado su homicidio.
El primer segmento de hecho nos otorga una serie de pistas aparentemente engañosas sobre el destino de Madalena a través de Luziane (Natalia Mazarím), una mujer que acude al paradero de Madalena para conseguir dinero, pero la sospecha de que algo pasó dentro del lugar -que está abierto, con música a todo volumen, con comida sin abrir y con un zapato sin par tirado- no activan su curiosidad, adoptando el rumbo narrativo hacia sus propios conflictos como una mujer sin aspiraciones de superación económica y personal mientras deambula por las calles nocturnas de su entorno.
Para el segundo segmento, la dinámica persiste -y se presta como el punto límite para las audiencias respecto a su modulación, porque Cristiano () es hijo de los dueños del campo de soja en donde Madalena aparece, y su actuar extremadamente sospechoso -aunado a los aires de inseguridad sobre su físico y probablemente preferencia sexual- levanta aires de culpabilidad, pero que en realidad refuerzan el temor a que el negocio familiar se asocie a un crimen del que le importa más, que la identidad y vida de la persona que pereció ahí. Es de hecho con Cristiano a quien se le refueza más la temática de indiferencia en algunos planos muy bien logrados y pausados de parte del filme, en donde incluso la banda sonora se dispera entre el sonido y la música ambiental enfatizando un nerviosismo acelerado de parte de este.
Para el acto final, Madalena es encontrada, pero nunca vemos el cómo, ni las circunstancias explícitas, y lo que nos queda es ver la superación de este fenómeno. Madalena no tiene lágrimas familiares o de amor, pero sí las de personas dentro de su condición económica y de identidad sexual, mujeres trans que la recuerdan con gracia a pesar de su macabro fin, y a quienes al final… simplemente viajan a un día de campo, y esta supuesta indiferencia pega mucho más, porque ellas entienden su condición, su falta de identidad ante la sociedad, ellas simplemente se vuelven un número desposable del odio que no comparten.
Así, Marcheti propone un filme de una calma inmensa apoyado del trabajo fotográfico de Guilherme Tostes y Tiago Rios, en donde los escenarios constantes de los campos de soja sirven para expresar una completa ironía -la de Madalena pidiendo casi a gritos ser escuchada ayudada por el viento sobre la civilización erguida alrededor de los cultivos que ignoran por completo el auxilio- frente a tres casos particulares en donde realmente lo que propone no es solucionar su homicidio, sino como en esta cruenta realidad, ver cómo solucionar y sobrevivir la pérdida de un ser humano.
Madalena se proyectará en San Miguel de Allende el 23 de Septiembre en Cinemex Plaza Luciérnaga en punto de las 19: 00 horas y en Irapuato el 24 de Septiembre en Cinemex Jacarandas en punto de las 19: 00 horas.
También se encuentra disponible en línea dentro de la plataforma de Giff Online.