Parece universalmente aceptado que la Ópera está viviendo en estos años la mejor época de su secular historia. Nunca como hoy se escenifican tantas obras, se resucitan piezas olvidadas y hasta se descubren algunas que parecían perdidas.
El Metropolitan Opera House de Nueva York –la nueva Catedral de la ópera en el mundo por su número de representaciones y la calidad de éstas- realiza más de doscientas funciones por temporada. Estas van de la última semana de septiembre a las dos primeras de mayo. Si consideramos el aforo del Met en cuatro mil localidades con llenos constantes, podremos decir que es un espectáculo al que asisten año con año cerca de ¡ochocientas mil personas!.
En Europa la explosión operística ha sido similar: Berlín, la Ópera de Viena, la de París, la Scala, el Covent Garden londinense, el Real de Madrid y el Liceu de Barcelona, La Fenice de Venecia y el Comunale de Bologna, Amsterdam, Munich, Baden Baden, Zurich, Lyon, todos han ampliado y diversificado sus producciones aumentando exponencialmente sus fechas.
La ópera se actualiza y las composiciones contemporaneas han florecido. Solo dos muestras de ello: La pasada temporada en el Met se volvió a presentar la obra de John Adams “Nixon in China” con todo y sus personajes Mao, Kissinger y el propio Nixon. En esta temporada 2010-2011 que recién concluyó fue estrenada en el Covent Garden la ópera “Anna Nicole” del compositor Marc-Anthony Turnage, que narra la accidentada vida de Anna Nicole Smith, viuda y heredera de un multimillonario texano y muerta en circunstancias sospechosas en algún lugar del Caribe.
Pero no hay que alarmarse demasiado porque Verdi, Donizzetti, Rossini, Mozart, Wagner y Puccini siguen escuchándose más que nunca y hoy sus partituras son conocidas por más gente y sus arias más cantadas de lo que pudieron soñar.
Y además: cuando antes se hablaba solo de la Callas o DiStefano, luego de Domingo y Pavarotti…y nada más, hoy proliferan los tenores de primera fila (Kaufmann, Calleja, Beczala, Flórez, Villazón, Vargas, Alvarez, Alagna) las sopranos (Fleming, Netrebko, Dessay, Gheorghiu, Damrau, Machaidze) las mezzos (Garanca, DiDonato, Larmore, Aldrich, Borodina) o los barítonos (Kwiecien, Tézier, Hampson, Hvorostovsky, todavía Nucci).
Todo este boom cultural con matices de divertimento para algunos estratos de la sociedad moderna está hoy fatalmente vedado al tercer mundo por los costos de producción, los sueldos del reparto, los sofisticados y caros elementos técnicos que se requieren para producir un espectáculo de estas caracteristicas y las cada vez más escasas subvenciones públicas y privadas de las que viven.
Hablando de América Latina el Colón de Buenos Aires, otrora escenario de importancia mundial, hoy languidece con unas pocas producciones, ninguna nueva, y sus telones y atrezzos no resisten el paso de los años. En Bellas Artes del Distrito Federal hace tal vez tres años que no hay temporada porque las autoridades emprendieron una remodelación del teatro que al parecer no han podido concluir.
Y en León se construyó con recursos públicos un edificio –el Teatro del Bicentenario- que colmó con creces la megalomanía de algunos de sus promotores, pero que tardará mucho tiempo –tal vez nunca- en servir para los fines operísticos para los que dicen se creó. Por el contrario, será aprovechado por el Gobernador en turno para sus eventos políticos (ya sucedió), o para la presentación de espectáculos populares. Y de ópera, nada.
Por razones económicas el tercer mundo está condenado por ésta y quién sabe cuantas generaciones a olvidarse de este bellísimo fenómeno visual y auditivo que es la ópera. A cambio, podrá ver y escuchar las veces que quiera en el Teatro del Bicentenario y en todos los de latinoamérica los informes de los gobernantes, los elogios a sus virtudes, los faustos a sus hazañas, etc….¡Hombre!, si tan siquiera todos estos fueran cantados….
(Blog “Sobre Política y Otras Ficciones” http://arodriguezleyaristi.com/ )
