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sábado, mayo 24, 2025

31 Días de Halloween – El exorcista: creyente (2023)

No fue tarea sencilla, pero la nueva de El exorcista se ganó el título a la secuela legado más innecesaria y fallida de la historia del cine.

El exorcista (1973) de William Friedkin forma parte de nuestro engranaje socio cultural de tal forma, que casi no contemplamos el impacto que representó en su momento; en cómo una película pareció revalidad el olvidado ritual de los exorcismos y que, de forma bastante irónica por las represalias católicas que veían a las audiencias que veían la película como herejes -cuando esta es el panfleto más efectivo que pudieron haber tenido- llegaba en medio del descontento social de los setentas.

Si el año pasado a El exorcista Francis Ford Coppola hizo que la película más taquillera fuera sobre la mafia italiana representada en un aspecto elegante y en respuesta a las corrupción de las instituciones iguales a ellos salvo por la estrecha relación de la familia como eslabón de nobleza, El exorcista planteaba de que en esta moderna vida repleta de avances tecnológicos y visiones libertinas en busca de la constitución individual sobresaliente a las desvirtudes de la guerra de Vietnam o de la agresión a los movimientos estudiantiles que te hacían aceptar un camino por el ateísmo o lo agnóstico… se iban al carajo, porque la reinstitución de los viejos valores no podrían ser mejor cimentados que en la idea de que, independiente de tu fe o filosofía, el demonio podía venir a poseer tu cuerpo.

Claro que eso es algo que no solemos ver porque hemos estado postulando a El exorcista por años, clamando como la película más aterradora de la historia, ocupando listados axiomáticos en donde este mantra se repite de forma sacra y sin lugar a un cambio para la cultura pop que prefiere ver estos valores sin complejidades, de fácil entendimiento para quien tenga una playera o un Funko de Reagan vomitada.

Y es que en realidad esta visualización de El exorcista no como una gran película sino como esta posición y este referente incluso se ha mantenido con ideas dentro de un efecto Mandela: la gente recuerda la aterradora canción de Tubular Bells de Mike Oldfield cuando esta ni siquiera sale en un momento de poseción -a decir verdad es una canción capricho de Friedkin que se siente desconexa de todas las decisiones del soundtrack de la película, no me apedreen- y hasta en términos coloquiales nos referimos a Reagan como El exorcista, cuando el que hace la labor de exorcismos es otro personaje.

Pero esa postulación hace que si bien El exorcista viva en esta vagueza de lo popular, también se muestre avejentada para nuevas generaciones y ciertamente los estudios, que ahora ven el peso de 50 años como el momento adecuado de atropellar lo que Friedkin y William Peter Blatty propusieron, incluso algo mucho más ofensivo si consideramos la muerte tan cercana de los dos Williams: Blatty en el 2017 tras una carrera de fracasos descomunales por desinterés de la audiencia en propulsar su carrera post Exorcista -infame el caso de Legión (1991), filmada sin la intención de tener un exorcismo que el estudio obligó a tener como escena que justificara el título de El exorcista III– y de Friedkin hace apenas unos meses, convaleciente y enfermizo de un cuerpo frágil, pero no menos agresivo como el clásico y legendario intragable -con justa razón- que en cada oportunidad, escupió sobre la idea de hacer secuelas o remakes de algo que ya era perfecto en su primera oportunidad.

Con la muerte de los Williams, la posición de El exorcista como paragón cultural y con la ridícula compra de los derechos de la franquicia por 400 millones de dólares en una cantidad mayor a lo que costó la última película de Avatar de James Cameron ¿Qué nos puede entregar David Gordon Green para sopesar estas dificultades?

Nada. El exorcista: creyente es sin lugar a dudas, el remake/reboot/loqueleponganlosestudiosparajustificarsubancarrotamoralycreativa más innecesario de todos, y en un mundo que ha visto pasar Star Wars, Cazafantasmas, Indiana Jones y Jumanji en esto -por decir algunos- eso dice bastante.

El principal problema de Exorcista: creyente, es que David Gordon Green no encuentra la suficiente materia creativa que pueda sustentar su secuela. Green, quien es obviamente contratado por ser el tipo que entregó la última trilogía de Halloween que tenía ideas atractivas pero infladas por las ambiciones de las que ni él ni Danny McBride contemplaron como extensiones más allá de una película pero que poco le importó a Blumhouse y a Universal viendo esas cantidades de dinero exhorbitantes repite el mismo modelo pero a niveles bastantes mediocres… porque encima parece decir que no entienden el impacto de El exorcista.

Mencioné al principio de este texto la importancia del contexto de la primera película en su estreno y la radicalización que presentó, que ahora la nueva película no puede hacer otra cosa más que la de seguir un patrón impuesto por las múltiples respuestas a El exorcista y el sub género de poseídos: aquí la idea más novedosa es que ya no es una sola niña poseída, ahora son dos… lo mismo que pensó James Camerón -prometo que es la última vez que aparece en este texto- cuando se acercó a los ejecutivos de 20th Century Fox y escribió en un pizarrón Alien$ para vender la idea de una secuela. Y si bien hay un interés de plantear las diferencias de la educación de las dos niñas -una formada dentro de una comuna religiosa dominical y la otra bajo los influjos negacionistas de un padre soltero por la tragedia- la realidad es que es poco sustento porque si bien Exorcista: Creyente pasa por la linea investigativa para imitar a la primera película, hace esto sin tener idea de por qué pasaba en la primera película: apurada por querer mostrar niñas con aspecto deforme instantáneo sin considerar que el via crucis de Reagan (Linda Blair) era efectivo por ser de cuentagotas y trágico, al ver su deformación física mequetrefe y nauseabunda como la burla del maligno.

Así que tenemos dos niñas presentes en una película en donde la sobreexageración de sus movimientos ni la construcción de sus espacios las hacen sentir creíbles ni mucho menos amenazadoras, nada cercanas a la ruptura de tabúes de la primera película que desacraba la inocencia de una niña y más bien parecidas esas personas mal maquilladas que te espantan en una casona del terror, de esos que te sacan la lengua pero que tienen prohibido acercarse a ti, limitando el ambiente porque entiendes la vacilada que no compras salvo los escasos momentos que te puedan espantar con un sobresalto pero que no reflexionas bajo la comodidad de tu hogar sintiendo incomodidad de piel de gallina.

Y eso, no es lo peor. Porque en este modelo de universos compartidos y de secuelas legado que omiten los fracasos de unificar miles de intentos de exprimir franquicias mostrándose como absolutistas y canónicas, deciden que El exorcista: creyente forma parte de este modelo (en parte una decisión realizada para evitar la controversia de un remake hecho y derecho), y que al no obtener ni el apoyo de Linda Blair -salvo unos macrosegundos del final ausente del meollo posesivo y con recortes de la actriz en otras películas del género de trouble girl– ni al Padre Karras (Max Von Sidow) ni al Padre Merrin (Jason Miller) por obvias razones que incumben la vida real y el desenlace de sus personajes… ahora el peso de la película radica en Chris McNeil, aquella mujer quebrada interpretada magistralmente por Ellen Burstyn, que busca constantes respuestas al problema que le aqueja a su hija y que ve el desconcierto que forma la negativa de su conformidad y la ciencia de no responder lo que ella cláramente ve como actos sobrenaturales.

Chris aparece sin la suficiente solidez de su presencia, ahora presentada como una supuesta experta en el tema de las posesiones y del exorcismo del que ahora se queja no haber presenciado por culpa del patriarcado (en un momento en donde el guión cláramente está hincando el codo a las audiencias modernas entre un tono simplón pero cínico y poco productivo de la conversación sobre lo que el patriarcado ejerce en la religión y mucho menos efectivo si piensas que esos dos patriarcas se murieron salvando a una niña), pero que ahora sí, hecha y derecha tiene la preparación de una experta en el campo del espiritismo, que llega y se despide en cuestión de minutos.

No es broma si menciono que Chris aparece menos de 10 minutos a escena, con una Ellen Burstyn haciendo uso inexpresivo por su avanzada edad, confundida en donde se encuentra e inmovil ahora soportando una escena deplorable y risible en donde Chris no aporta nada… na-da, N A D A.

Esta es una constancia en la película, de tratar de postular ideas “radicales” que no justifica ni plantea para pasar a las siguientes, y eso más allá de la inepta aportación del personaje legado de la película, termina haciendo que Exorcista: Creyente sea un deplorable uso del tiempo de las audiencias y su dinero, porque ni toda la promesa de ver a un demonio más concreto -que no es Pazuzu- ni la idea de que un montón de religiones se junten para aportar la cosmovisión de cada una -que termina deformándose en gritos y balbuceos que dejan más confundidos a las poseídas sobre la escala de poderes religiosos en la habitación- convencen. Quizás lo peor del asunto es que se siente mucho más panfletista que la anterior pero con el poco decoro y elegancia que hacían permisible esta idea de la primera que avanzaba con astucia en los aterrados espectadores.

Vean El exorcista de William Friedkin, entiendan su importancia, y demonios, si la sed de Exorcista es tal para el más curioso, vean Abby (1974) de William Girdler que respondía una versión de la película rayando en lo ilegal por copiar el argumento pero para necesidades del público afroamericano -que era una de las comunidades que más vieron la película original- y el genial blacksploitation o Exorcista: el hereje () de John Boorman, una vilificada secuela de parte de un tipo que no tenía interés en la primera película pero que hace un viaje psicodélico a la mente mucho antes que Christopher Nolan y su Inception (2010) y William Peter Blatty reutilizó a su querido Detective Kinderman quien ahora sufre de una crisis de fe al tratar de atrapar a un asesino serial que posee la figura de sus más queridos amigos en la poco apreciada Exorcista III (1991).

Podrías incluso comprobar el extraño ejercicio de la precuela que hizo Remy Harlin, conocido por sus películas de acción y Paul Schrader, conocido por su culpa calvinista masculina. Exorcista: Creyentes causa el mismo asombro de ver incendiar al Hinderburg al pensar que alguien convenció a los estúpidos de Universal pagar casi medio billón de dólares en una franquicia que jamás ha despegado el interés de las audiencias, prometiendo tres películas al hilo: eso es magia pura.

Exorcista: Creyentes se encuentra en salas de cine.

https://www.youtube.com/watch?v=zoqnMKB-htE&pp=ygUmZXhvcmNpc3RhIGNyZXllbnRlIHRyYWlsZXIgc3VidGl0dWxhZG8%3D

 

 

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