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jueves, marzo 28, 2024

31 Días de Halloween: Inferno (1980)

El cine de Dario Argento en sí siempre ha sido cine dentro del género giallo al que tras varios producciones que a menudo entran como de las mejores que este pueda ofrecer, terminaría inyectándole una dosis de elementos sobrenaturales para así, terminar más airoso y a su vez, pasar a su etapa más popular y defendida dentro del horror. Esto fue en gran medida y de muy bajo reconocimiento popular gracias al apoyo de su entonces pareja Daria Nicolodi, figura clave dentro de las mejores películas de Argento. Nicolodi fue la que le expresó anécdotas respecto a la magia negra que se fundieron en Suspiria (1977) aderezadas entre la fascinación del director por los ensayos de delirio de Thomas de Quincey los cuales mencionan a las figuras de las tres madres, seres de absoluto poder místico que fueron el hilo conductor de una especie del proyecto más ambicioso dentro de la carrera del director.

Suspiria se estrenaría con gran éxito de taquilla a nivel mundial, situación que aprovechó la 20th Century Fox –el estudio que compró los derechos internacionales del filme- para sugerir avanzar el plan de Argento antes de que otro estudio quisiera usar el impacto económico que le sospechaban al director… aunque el primer problema yacía en las percepciones del propio Argento, el cual mencionaba su desinterés en la magia y más centrado a los conceptos alquímicos y de construcción espiritual que a otra entrega de brujas. Este terminaría concibiendo un guión basado otra vez en ideas de su pareja –sin seguir dándole crédito, bien aprovechado el sujeto- y tras el rechazo de los primeros actores que tenía en mente –James Woods y Nancy Allen– el proyecto de Inferno comenzó a filmarse en dos partes del mundo: Roma y Nueva York.

Hay un detalle en especial que define las dificultades dentro de Inferno, la percepción de su director, y en gran medida el resultado final, porque de manera irónica al desarrollar un proyecto inspirado en las maquinaciones febriles de De Quincey, Argento caía enfermo en medio de la producción con un caso de hepatitis que lo llevó a estar confinado en cama y de seguir al mando de una película que no paró de filmarse. Si no estaba enfermo en una cama, la producción de Inferno se trasladaba al país sin su participación efusiva y dependiente de un segundo asistente de dirección, que en este caso no era cualquier persona: se trataba de Mario Bava –padrino del horror- en lo que sería su última participación fílmica antes de su muerte.

Esto llega a afectar a Inferno de manera en mismas partes positivas y negativas. Inferno al igual que Suspiria es una película que explota de manera creativa en cuanto al color y la puesta en escena, son películas que mientras menos se contemple en el terreno de lo pausible y más en un ámbito fantasioso y onírico, que logra resultados igual de competentes que su primera entrega. Argento no decae en generar una atmósfera encantadora y llena de tensión en secuencias memorables que aluden a la identidad del sueño, o en este caso una pesadilla aumentada a la décima potencia. La cámara de Romano Albani registra espacios en deterioro o abandonados, como intentando decirnos del gran poder que alguna vez existió en estos recónditos.

Esto también se traslada en un sentir poco estable dentro de sus personajes, los cuales aparecen y desaparecen de escena sin mucha intención de generar un lazo fraternal o emocional, siempre en acecho de un enigma que de entrada ya intentan solucionar sin la participación de una audiencia, es una develación misteriosa y un poco inaccesible si se piensa tener todas las respuestas detrás de un misterio que además ahonda en una visión desconcertante del mundo: la maldad presente en un convento de magia puede formar parte o no, de un mundo bizarro que comete actos de misma maldad y que no le interesa conectar o no como consecuentes.

Y si bien esta agresividad y fantasía de parte de Argento cobran vida, es una pésima elección de su parte apostar de los participantes que se disputen el papel protagónico, en el menos interesante. Puede que Argento aluda a un sentir hichtcockniano destrozando a las féminas del filme para pasar a una figura varonil que intenta resolver el crimen en una clara referencia a Psicosis (1960) pero al igual que esta, los hombres no convencen ni enamoran a la audiencia una vez que toman las riendas. No son ni los más convincentes ni tampoco entonan en la atmósfera onírica que tanto ha intentado generar Argento en la película. Quizás sea una mayor deuda para el director de parte del estudio que lo forzó a poner a Leigh McCloskey en el protagónico, con una apariencia desencantada más adherente a un actor de cine porno setentero que a la de un joven intentando indagar el asesinato de su hermana y su mejor amiga (unas mejores logradas y más comprometidas Irene Miracle y Eleonora Georgi respectivamente).

McCloskey para el acto final ronda sin rumbo por obviedades intencionales de Argento pero estas terminan mostrándose desinteresadas en mayor posición para desgracia de la audiencia… hasta que de pronto un acto de torpeza por parte de una de las víctimas literal prende una mecha para el final catastrófico de Inferno, la cual intenta revelar el encuentro con el jefe final en medio de una escena de caos que resulta emocionante, y más con la participación sorpresa de la madre conceptual de estos proyectos: una camaleónica Daria Nicolodi que se revela como una de las madres en un acto por demás teatral y con un interés grandilocuente: un final explosivo que además deja a uno pensando en qué tan torpes son en realidad estas madres.

Inferno no sería un éxito de taquilla como lo esperaba el estudio y en gran parte por su propia culpa. Al entrar una nueva etapa y una nueva década con un nuevo director detrás de las decisiones de la Fox también incurriría a la eliminación de cientos de películas en pre-producción y el recorte de duración de exhibición y mercados para otras… Inferno probó parte de esta tragedia y de peor manera, se volvería la única producción de estudio de Dario Argento el cual volvería a filmar en gran parte dentro de Estados Unidos y de manera fulminante, no queriendo producir el acto final de su trilogía temática hasta entrado el nuevo siglo, siglo que además mostraba ya unas fallidas propuestas de parte de su director que sólo iba más y más en picada.

Quizás por eso es que Inferno valga la pena: Es una película en misma medida aterradora y hermosa, una hermana perfecta para Suspiria que mejor funcionan como una doble función que preserva la imagen popular de argento que hemos tenido en el interés colectivo: el Argento que nos gusta recordar al final de cuentas.

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