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jueves, abril 25, 2024

31 Días de Halloween: La célula (2000)

A mediados de los ochentas, el formato del video musical era algo que generaba semejante revuelo y que además, planteaba figuras a considerar dentro del formato, figuras que tarde o temprano estarían contempladas a traspasar sus habilidades y percepciones al siguiente nivel: la pantalla grande. Así el mundo terminaría conociendo a personas de la talla de Mark Romanek, David Fincher, Michel Gondry y Spike Jonze como particulares acreedores del crédito como realizadores competentes, otros tantos… la tuvieron más complicada.

Sin duda alguna una de las figuras más controversiales y resaltantes dentro de esta modalidad terminaría siendo Tarsem Singh, un egresado de una generación que incluye a personas como Michael Bay y Zack Snyder y el cual mejor representa una de las principales fallas contundentes con los realizadores modernos. Tarsem no tiene mucha historia detrás: es conocido por haber dirigido el video de Losing my Religion de R. E. M. en el año de 1991 y apenas tiene en su haber 4 trabajos más, pero su atención sería dirigida a comerciales y para el año 2000, Tarsem dirigiría su primer largometraje, uno que como están leyendo en estos momentos y en estas fechas, es del género del horror.

La célula es una película producida por New Line Cinema en un intento del estudio por seguir con la oleada de éxito obtenida por El silencio de los inocentes (Jonathan Demme, 1991), película que catapultó el subgénero de horror criminal tomando en cuenta la forma de capturar en pantalla ciertos asesinos en serie dándoles un bosquejo macabro dentro de un aura gótica y sucia. Precisamente New Line terminarían ofreciendo otra obra cumbre dentro de esta etapa con Seven (1995) de David Fincher, la cual resultaría en la película más taquillera del estudio hasta ese punto, por lo que La célula se puede interpretar como más cercana a esta visión, de la que Tarsem termina apropiándose.

Es una película que habla de la exploración de la psique de una persona transtornada y del cómo una tecnología inexistente que permite a un estudioso entrar a este mundo recóndito puede tanto ayudar a su paciente, como a una investigación en curso y aquí el guión de Mark Protosevich parecen ser dos obras  pegadas de manera inconsistente. El caso de investigación no ofrece nada nuevo al horizonte y está repleto de clichés que ya para el año 2000 resultaban cansados, por lo que La célula depende en su totalidad del postulado de ciencia ficción que traza con entusiasmo por parte de Tarsem y en donde realmente se siente más cómodo.

Sí es una película preciosa de ver y la forma en cómo captura las secuencias y el manejo de la cámara de Paul Lafer parece sacar las modalidades de comerciales de perfumes que son rápidos y de cortes agresivos para dejar una huella mental en su audiencia, pero el principal problema de La célula, de Tarsem y de toda su generación, es su forma de aproximar estos elementos visuales. Me queda claro que estos sujetos son provenientes de una generación que tiene mayor facilidad de acceso a materiales audiovisuales a comparación de las generaciones del pasado, pero esta forma de expresar influencias nunca terminan de ser más allá del comparativo visual y nunca como una oportunidad de expresar nuevas ideas a través de estos guiños.

Tarsem canibaliza obras pictóricas, obras video musicales y obras fílmicas que re afianzan la idea de que es un hombre que ha visto Stalker (Andrei Tarkovsky, 1979) o Twin Peaks (David Lynch y Mark Frost, 1990) de tal forma que las acomoda a su beneficio y que para una persona sin tanta preparación o conocimiento de las obras que intenta copiar puede resultar momentos bellísimos, pero conforme uno crece estos comienzan a adquirir una carta estética vacía y de apropiación. Tarsem no está sólo en este problema porque cientos de directores consiguen el adjetivo calificativo de visionarios sólo porque copian características audiovisuales a diestra y siniestra revelando también una concepción cada vez más plástica del arte y del aprecio que podemos tener.

Y es que al final La célula es sólo eso: una película que se expresa de manera atrevida en un primer plano pero que es muy pobre de ideas, y sobre todo considerando la posición en la que los personajes se encuentran –en un mundo enteramente mental- la idealización de escenas sacadas de otras obras son un merengue digerido de personajes bobos, fríos, los cuales no conocemos en su entereza y que además la película intenta sobrellevar el tradicional –pero nunca menos peligroso- acercamiento de que las enfermedades mentales son producto de manera exclusiva de traumas y una disfunción sexual.

Puedes ver La célula y admirar el diseño de producción y vestuario si logras desconectarte al completo de su trama y personajes… pero entonces entra la duda: ¿Por qué harías esto si la película depende enteramente de arte mejor realizado y de valía propia? En tal sentido como un punto de partida para acercarse a grandes obras puede ser atractivo, pero esto es una película, no un glosario o un pie de página… algo que las películas y sus llamados “visionarios” constantemente hacen uso para justificar su pobre visión.

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