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viernes, abril 26, 2024

31 Días de Halloween: La niebla (1980)

No creo que John Carpenter tuviese una idea del cambio tan radical al género del horror en Estados Unidos que sucedió con el estreno de Halloween en 1978. Para el tipo (al lado de Debra Hill), el hacer una película que conjugaran sus intereses del ocultismo y las leyendas urbanas de los pequeños condados en una represalia a la indiferencia adolescente era algo que costó trabajo porque no era algo cercano a las modalidades populares de hacer cine de horror, y su proyecto sólo sería tomado en cuenta por un productor extravagante sirio –Moustapha Akkad– con una cantidad minúscula como presupuesto y un equipo pequeño de trabajo.

Pero esto depuró el mensaje trasladado de Carpenter, lo hizo ser más creativo y elegante, y alterar la percepción norteamericana del horror. A partir de 1978 todo mundo quería su propia Halloween y todo mundo estaba a la espera de lo que haría Carpenter como realizador… lo cual no tardó mucho. Carpenter lejos de seguir en el cine al año siguiente estaría desarrollando dos telefilmes: Elvis y Alguien me mira, pero para el año siguiente, el dúo que presentó Halloween volvería a las andadas para volverse la mira de todos los fanáticos y críticos del género quienes esperaban que lo de Carpenter fuese sólo un asunto de suerte; por suerte la idea detonadora del próximo proyecto vendría de parte de Debra Hill cuando en un viaje a Stonehenge fue invadida ella y su grupo por una neblina tan espesa que los obligó a mantenerse un tiempo dentro del mismo lugar.

Considerando la fascinación de los dos por los temas ocultistas, esto tenía potencial.

La niebla nos advierte desde su inicio de sus intenciones: nos quiere trasladar al igual que El mago de Oz (Victor Fleming, 1939) o La bella y la bestia (Jean Cocteau, 1946) a una imposición de mentalidad infantil con la que podremos aceptar y consumir la historia que se nos quiere relatar, y no es algo sacado debajo de la manga: literal un grupo de niños se reúnen con un anciano en una fogata el cual les narra la tragedia de Antonio Bay.

Tras este breve pero efectivo recurso, La niebla –la historia del anciano- cobra vida frente a nuestros ojos, y es una de las mejores y más olvidadas películas de John Carpenter. Al igual que en Halloween existe una preocupación de parte de Carpenter de expresar la relación que tenemos frente a nuestros relatos locales, aquellos que forman parte del adn folclórico y que sin ellos perdemos gran parte de nuestra identidad como parte de un grupo de roedores temerosos… y es que los relatos de horror que pasamos a futuras generaciones pueden que en un punto hayan guardado un rumbo trágico y cruento hacia a un grupo de personas que nunca obtienen justicia por su destino. En este sentido el grupo de fantasmas/piratas/leprosos –todo en uno- de Antonio Bay son seres que entendemos por parte de su venganza y que no buscan acabar con todo los ciudadanos, sino que siempre estarán presentes para recordar su peso como parte de la identidad manchada de sangre en un sentido iracundo y cruento, casi tan naturales como la neblina que los encierra a ellos y a sus víctimas y por lo tanto naturales e imposibles de evitar.

Carpenter logra esto con un gran sentido de horror elegante, en donde de manera sorpresiva Carpenter no tiene interés en desarrollar los protos tradicionales del horror en una cada vez más terca necesidad de hacer que bolsas de carne tengan sólo nombres identificables, al contrario: Antonio Bay y sus habitantes son personas nobles y agradables, no hay gente de decisiones expresamente estúpidas –salvo la idea de no tenerle miedo a un banco masivo de niebla pero esto obvio alude a la naturalidad del evento en la zona- e identificables que no quieres que sufran un mal destino.

Adrianne Barbeau es una seductora presentadora de radio que sin mucho que hacer también ofrece una voz de consuelo y advertencia casi necesaria para un pueblo costero, sobre ella yacen los mayores esfuerzos de advertir a la gente de los fantasmas que llegan a la zona en una incredulidad recibida que puede cortar una hoja de papel de lo punzante que llega a ser, mientras que Hal Holbrook como el Padre Malone es un hombre de fe cansada, no en un ahondo espiritual agónico sino como un hombre con problemas de alcoholismo pero que se muestra bonachón y en constante apoyo a su comunidad; un hombre que desgraciadamente es el que por azares del destino encuentra el manuscrito maldito de sus antepasados y que intenta resolver qué es lo que estas ánimas en agonía quieren.

También tenemos a Tom Atkins como una figura romántica bastante inusual considerando que es un hombre de físico fornido y rostro rudo y que recoge a una jovencita pidiendo auto stop la cual se vuelve su interés sexual: también algo sobresaliente porque se trata de Jamie Lee Curtis quien hace algo completamente distante a Laurie Strode y es una mujer independiente y que goza de su libertad sexual… curiosamente también siendo presa de los monstruos en escenas que recuerdan su gran papel estelar. De las varias entregas de cine de horror que hacía en este año, esta es su más valiosa.

También es que La niebla adquiere su inmejorable atmósfera y tensión gracias al cómo se ve y el cómo suena. El habitual Dean Cundey de Carpenter sigue siendo el amo y señor del formato Panavision, con una película que parece más cara de lo que en realidad costó y que en misma formalidad de más es menos, nos hace imaginar cosas a través de sus densos momentos de repleta oscuridad. Cundey captura además con un misticismo los efectos de la niebla, que son tan básicos y baratos de hacer, pero tienen una presencia extravagante que incluso idean una concepción del fenómeno que es difícil no asociar a la que uno llegue a ver en la vida real… y por supuesto, el score de Carpenter quien con el tema principal parece estar aludiendo a un radar que recibe una respuesta del otro mundo, algo parecido al que hizo en Halloween pero con un dinamismo lo suficientemente agradable y pegajoso.

La niebla tendría éxito comercial y sería el primero de dos proyectos que Carpenter tendría para la productora AVCO Embassy, pero no fue un éxito de crítica momentáneo. El principal problema que la audiencia y crítica tenía, era que no dejaban despegar al pobre director: ellos querían ver algo similar a lo que hizo con su famosa película, y al recibir propuestas que además eran inconexas a una franquicia o que aludían a la competencia de ese entonces, parecía una falla, una película de parte de un hombre que le habla a la pared. Curioso es que a 40 años sea una anomalía frente a su competencia y una que además cuenta con la fortuna de ser una de las mejores películas del realizador, un relato tan perfecto para la época en donde todos tenemos ese interés de saber de una historia de fantasmas que nos ponga la piel de gallina y que nos haga soñar con ella cuando la noche llega.

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