- Publicidad -
martes, mayo 13, 2025

31 días de Halloween: Las tres caras del miedo (1963).

mario bava entraría al mundo de la antología por encargo, pero terminaría por entregar una de sus películas clave en una postulación del horror demasiado avanzada para la época.

Cómo nadie había tratado de explorar el género del horror en formato antológico con mayor frecuencia antes de la década de los sesentas es un completo misterio. Hay ejemplos como Las figuras de ceras (1924) de Paul Leni y Leo Birinski que contaba con la estupenda actuación del actor fetiche de Leni: Conrad Veidt y de forma más popular se encuentra la antología británica El profundo silencio de la noche (1945) con las participaciones de Roland Culver, Ralph Michael y las pioneras del género Judy Kelly y Sally Ann Howes… pero de ahí, hay una gran pausa entre esta película y los proyectos que Roger Corman aproximaría a producir para AIP.

Quizás fuera que Corman estuviese más consciente de que el formato de antología estaba comenzando a popularizarse en mercados Europeos, considerando que los italianos tenían proyectos como Boccaccio ’70 (1962) con el talento de Vittorio De Sica, Luschino Visconti y Federico Fellini y los franceses producían El amor a los veinte años (1962) con las participaciones de Francois TruffautMax OphulsAndrzej VajdaShintaro Ishihara Renzo Rossellini. Había una frescura en momentos desconectados que podrían ofrecer respiros a las audiencias y que además no requerían de historias que necesitaran expandirse para tener duración fílmica y por lo tanto, perder el elemento transgresor o llamativo de cada segmento.

Corman terminó por producir y dirigir Cuentos de terror el mismo año del estreno de las previas dos mencionadas y con ello su etapa de adaptar a Poe le daría máximos frutos y otras propuestas que no podría satisfacer para otros estudios, o países, porque uno de los interesados sería Italia, en particular Mario Bava. Bava de hecho ya había colaborado en una película multinacional con La chica que sabía demasiado de 1963, que contaba con los esfuerzos de Galatea Films y Emmepi Film en Italia y AIP en Norteamérica, por lo que no sería complicado obtener a Bava con la intención de que filmara el primer proyecto antológico de horror de su país, el único elemento que tenía que atender para su proyecto, era no producir nada de la pluma de Edgar Allan Poe, que al parecer era una mina de oro que tanto Corman y AIP pensaban explotar.

Algo que en realidad no le costaría trabajo al italiano. Mario Bava era además de un director igual de eficiente que Corman, un ávido lector, compulsivo podría decirse. Contaba con bastantes suscripciones no sólo de periódicos y revistas, sino también de pequeñas editoriales que publicaban antologías de horror y giallo provenientes de escritores tanto clásicos como nuevas promesas de los géneros. Más allá de haber encontrado a los autores con los que hacer su película -acreditados a Guy de Maupassant, Anton Chekov e Ivan Tolstoi– gracias a este interés Bava conoció a su guionista Alberto Bevilacqua, a quien le platicó su plan: primero quería hacer una historia dentro del mundo moderno y después pasar a una historia de época, con el interés de trazar una cadena para encontrar el sentido étnico y cultural del horror.

Fallaría en esta intención.

SI hay un notorio error en Las tres caras del miedo es que su función como antología, es desechada. Realmente no hay un hilo conector lo suficientemente fuerte dentro de las tres historias que además pueden ser bastante repetitivas si consideramos que dos son en tiempo modernos -y casi con la misma estructura- y una dentro de los confines del pasado, peor si nos detenemos a pensar que en la versión americana por alguna razón pensaron que era mejor contar con los dos primeros relatos de la época moderna para pasar al del pasado que básicamente atropella mucho el juego de tiempos que por lo menos se intentó plasmar. Mucho más desperdiciado son los intentos de Bava en hacer de Boris Karloff un presentador macabro de su antología, puesto que sólo lo usa para el primer relato que sí introduce a diferencia de los otros dos de los cuales uno cuenta con su actuación.

Es muy confuso el pensar en cómo el ni Bevilacqua no pudieron hilar estos segmentos más que con la justificación de lo barato de la producción… pero esto es un detalle que en realidad no afecta la calidad dentro de los tres momentos monstruosos que vamos viendo: Las tres caras del miedo es una de las mejores películas de Mario Bava y una de las pocas antologías en donde ningún acto demerita al otro y son extremadamente memorables.

El primero de estos –El teléfono– es un despliegue de Mario Bava de nuevo produciendo los pininos del giallo, esta vez con una historia que para muchos fanáticos del horror moderno les pueda resultar bastante familiar a Scream (1996) de Wes Craven, con una mujer siendo acosada al teléfono por un sujeto que amenaza con llegar y rebanarla a cuchilladas. Lo interesante de El teléfono además de su propuesta en un sólo escenario -un cuarto en donde las ventanas nos pueden dar una idea de en dónde se aproxima el acosador- es su tratamiento frente a los personajes femeninos. No en los términos que pueda salir airada dentro de la tan tradicional dinámica de víctima y victimario -que rara vez asume la mujer en el segundo- sino en que la relación entre Rosy (Michéle Mercier) y Mary (Lydia Alfonsi) es explícitamente homosexual, sin necesidad de presentarse vulgar, pero con una tragedia también expresa en la represión de la sociedad frente a los deseos del mismo sexo.

El segundo relato siendo el más extenso se trata de El Wurdulak, el cual explota. Si antes la claustrofobia se percibía en el cuarto de una mujer en el peligro, aquí se sigue manteniendo el mismo sentido, pero a través de un bosque y una casa pútrida a la que llega Vladimi D’Urfe (Mark Damon), un aristócrata lo suficientemente estúpido y desinteresado del folclore que considera gente ignorante como para caer en las garras de una tragedia familiar de venganza que entorpece por sus deseos sexuales. El Wurdulak es horrible en sus consecuencias y más en escenas verdaderamente espeluznantes con un monstruo que retuerce la necesidad de los lazos afectivos para alimentarse, y el cual cuenta con principal rostro el endurecido y sucio rostro de Boris Karloff, el cual hace una de sus interpretaciones más enriquecedoras de su etapa final, aprovechando su corpulencia natural pero la deformidad de la edad y un trapo negro que le cubre para ser ambas partes animal lastimado y un ente de las sombras.

Pero es el último el que encuentro más satisfactorio.

La gota de agua nos regresa a los lugares enclaustrados, con un pequeño departamento fallido de luz en donde habita Helen Chester (Jacqueline Pierreux), una mujer que atiende el llamado de una ama de llaves que avisa de la muerte de la mujer para la que trabajaba: una médium. Helen llega a este espacio opuesto a su mequetrefe espacio, pero que posee aspectos místicos en medio del polvo y la telaraña: los gatos que rodean el cadáver y que viajan sin respeto alguno, y muñecas que aparecen en el espacio como el reflejo de la búsqueda de juventud perdida y la familia que no formó una mujer abandonada. La gota de agua va formando un relato repleto de humor negro salvaje puesto que Chester ve provecho de sus servicios desacrando el cadáver que atiende y, dado el nombre del relato, la gota de agua que escucha en una mansión perturbada por un cadáver, también es algo que lleva a su cómodo hogar en las tinieblas.

Bava se adelanta a las condiciones populares del horror con su Las tres caras del miedo, porque su clásico apartado visual colorido e irreal de luces apoyadas por geles verdes o azules son parte de un expresionismo que ensalza las desventuras y ambientaciones de sus personajes, tal y como si formaran parte de una viñeta de horror. No es sorpresa esto si también tenemos por entendido que Bava terminaría haciendo una de las primeras adaptaciones del cómic al medio fílmico con Diabolik 5 años después, pero puede que Bava haya tomado partida en el haber querido adaptar una revistucha de horror con presentador de horror como lo fuera Eerie o Cuentos de la cripta. Y lo mejor de todo es que son relatos que se aproximan de forma respetuosa a su construcción del horror, pero que demanda una simpleza para poder disfrutarlas.

Bava es consciente de eso y en la otra oportunidad que tiene de utilizar el porte y figura de Karloff, es una broma a la propia industria.

Karloff se despide de su audiencia cuál jinete del apocalipsis con una sonrisa rara vez vista en la carrera fílmica de la leyenda; para este punto de su vida había tenido un respiro de atención con estas películas de antología que no le demandaban torturas de maquillaje, que usaban su capacidad histriónica y también su aura. Apenas comenzaría a tener una revitalización monetaria y por ello su risa, porque también por primera vez en su carrera, es tomado como punto de una gran broma, una que desbarata la construcción del horror,  uno formado con árboles falsos, máquinas de smog, caballo falso y una silla de montar que mueven los gaffers junto a otros formando parte de un aquelarre payaso.

Nos reímos claro, pero durante 3 historias no lo hicimos porque esos mismos artificios que resultan mundanos, los compramos con absoluto pavor. No cualquiera puede ofrecer esta doble lectura como Mario Bava.

Las tres caras del miedo se encuentra subtitulada en Youtube:

ÚLTIMAS NOTICIAS

ÚLTIMAS NOTICIAS

LO MÁS LEÍDO