Puede parecer arcaica para estándares modernos en relación a sus efectos especiales, pero uno de los filmes televisivos más impactantes de los setentas todavía mantiene un aura espectral y deprimente en la insatisfacción de la ama de casa de su momento.
ABCEn estos tiempos no es nada extraño ver que las empresas de streaming y las plataformas provenientes de cadenas televisivas intenten atraer al consumidor con productos exclusivos que auguran prestigio y calidad, tan sólo en estos días Apple acaba de asegurar su espacio para las estatuillas del hombre desnudo dorado con la última película de Martin Scorsese.
La realidad es que esta competencia más por las audiencias y su retención que los premios -que más bien son un aderezo para los números del reporte anual- no es nada novedosa, porque desde la existencia de la televisión en la permeabilidad de las audiencias este interés se ha extendido, pero por allá en la década de los setentas podría asegurarse que hubo una explosión en cuanto a la popularidad de los telefilmes.
Lo curioso es que por parte de Estados Unidos, muy pocos se encontraban dentro del género del horror… a excepción de la cadena de televisión ABC. Un órgano directo de parte de Universal Pictures, ABC tuvo un segmento especial semana a semana que se llamaba La película de la semana y en donde grandes proyectos dejaron cicatriz mental entre audiencias (particularmente de los más jóvenes que en primera no tenían que estar viendo estas cosas). Cobrando notoriedad con Hay algo extraño con Allan (Curtis Harrington) de 1970 que tenía a Anthony Perkins regresando al horror y en el estelar, pasando por las películas de Kolchak -un detective de lo paranormal- y por supuesto, el debut fílmico de Steven Spielberg en Duelo (1971). De hecho podría asegurarse que Duelo era el perfil que ABC buscaría expandir en sus películas semanales, puesto que el debut de Steven pudo darse el lujo de venderse en formato teatral y posteriormente a la venta dentro del formato casero, lo que le asegura mayor reconocimiento en las audiencias que la de sólo una proyección.
Pero quizás de los ejemplos existentes del horror de La película de la semana, de la que siempre se escucha mencionar y recordar con temor entre los -por aquel entonces- niños que la vieron a escondidas o con sus padres, fue lo que hizo John Newland con su No le temas a la oscuridad.
No le temas a la oscuridad tiene una producción de lo más curiosa, porque fue un proyecto mucho más caro de lo habitual, siendo una colaboración de parte de la cadena televisiva y la productora Lorimar, la cual inyecto un capital acelerado a la película, más por creer en ella por las prisas, puesto que No le temas a la oscuridad se comenzó a plantear durante las amenazas de la huelga de escritores del sindicato estadounidense y que para finales de Febrero se vería inmimente -y la cual duró de Marzo a Junio de ese mismo año), por lo que No le temas a la oscuridad tuvo una producción total de 2 semanas: no una extra para el casting, o para escribir guión o filmar, todo tuvo que suplirse en ese límite del tiempo.
Y se puede notar esto en realidad.
No le temas a la oscuridad nos narra una historia dentro de las convenciones góticas tradicionales, con el matrimonio Farnham llegando a una casa herencia por parte de la abuela de Sally (Kim Darby), una mujer que ve esta oportunidad como la de obtener una casa de los sueños y de paso establecerse como una ama de casa habil, puesto que su relación con Alex (Jim Hutton) no parece ser la más estable; la diferencia de edad entre Sally y Alex se nota bastante, para cuando se filmó la película Hutton ya entraba para los cuarenta años y Darby le tenía una década menor de diferencia y esto deja una extraña relación entre los dos carentes de un deseo sexual o de un apego emocional, pero que se presta a una lectura mucho más cruenta, porque Alex tiene una función de tutor paternalista para la joven Sally, quien parece estar más vislumbrada bajo los influjos de una casa de los sueños… y una pequeña puertita misteriosa que conduce a una chimenea tapada en el estudio de su abuelo.
Sally de nuevo, atiende los lineamientos del gótico como una mujer establecida en una casona misteriosa y en donde la amenaza parece estar entrelazada bajo sus desahogos femeninos no atendidos, una extensión de su descontento como fatal esposa y fatal amante, porque su vacilada inocente más en el tono infantil que parece natural por su edad y que no entiende su duro y frío esposo, termina por dejar salir espíritus o duendecillos en la casa.
Una de las personas que se ha declarado fanático de esta película es Guillermo del Toro y, no es difícil ver el por qué. Desde la pretensión de insatisfacción de la protagonista femenina que reutilizaría Del Toro para su acobijado remake del año 2010 dirigido por Troy Nixey en donde parece apuntar a esta inocencia de forma más literal en la aparición de un tercero en discordia hijo de un matrimonio distante… y por los monstruos pequeños que acechan a Sally. Estos no son nada del otro mundo y su apariencia es muy cercana a lo que fuera El gremlin de Pesadilla a 20, 000 pies de altura de La dimensión desconocida en donde se nota lo barato de su construcción afelpada… pero la gracia dentro de No le temas a la oscuridad se construye en el magnífico espectro de tensión de parte de Andrew Jackson.
Jackson bajo la dirección de fotografía decide ampliar los márgenes de lo imaginario, desvirtuando el fotorrealismo que podría obtener de una fotografía plana televisiva y apuntando a neones chirriantes que vislumbran el aura y posición de los monstruos, los cuales constantemente se mueven en una casa de constantes tinieblas, moviéndose entre notables construcciones detalladas de su macro universo en forma de linternas o libros gigantes que escalan o que usan para esconderse para la desgracia de la pobre mujer que parece estar perdiendo la cordura.
No le temas a la oscuridad es una película efectiva que consciente de sus limitantes y espacio destinado, sabe aprovechar su tiempo pero que, por última vez durante el tercer acto, muerde la inocencia de sus audiencias; es muy extraño encontrarse con una película que presente un mundo distante y de infelicidad femenenina en primer plano sin necesidad de esconderlo dentro de las pautas del horror setentero que terminaría por desbordarse al horror facilón dentro de la década ochentera… pero mucho más cruento sería dar a notar que la búsqueda de un final razonable y feliz para la triste Sally quien pensó que abrir una puertita satisfacería su curiosidad, no la arrastraría a algo más que cruel que bien merece la pena verse en primera instancia.