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domingo, abril 20, 2025

31 Días de Halloween: Sangriento San Valentín (1981).

Podría parecer en esencia otra película más del slasher, pero Sangriento San Valentín posee elementos notorios dentro de su producción e historia, porque tristemente sería recordada como una de las primeras censuradas dentro del género.

Paramount nunca le tuvo fe a Viernes 13 (Sean S. Cunningham, 1980), porque en esencia era una película vulgar que no se adaptaba a los preceptos del cine que ellos pensaban generar. Claro que todo esto sería una situación hipócrita por parte del estudio, porque al revisar los ingresos de la película que costó 550 mil dólares, veían reinvertidos casi 60 millones de dólares, volviéndose la 15 película más taquillera de 1980.

Si bien el éxito del género ya lo había probado Halloween (John Carpenter) en 1978, con Viernes 13 se confirmaba que las audiencias accederían a ver este tipo de películas, y obviamente todo mundo quería un pedazo del pastel. Uno de los más renuentes en hacer este tipo de películas, sería la industria fílmica de Canadá.

De hecho Canadá bien tiene en su haber el haber sido el país que generó el debatible primer slasher en la historia del cine con Negra Navidad de Bob Clark en el año de 1974 (aunque la falta de taquilla y crítica que la obra de Carpenter obtendría por montones fue determinante para considerarse dentro del olvido, aunque ha estado teniendo reevaluación con el paso del tiempo), pero la atención de ser el primero no delimitó a sus producciones que, en primera eran atractivas para inversionistas por ser espacios para deducción de impuestos, y en segunda -y quizás más importante- era que filmar en Canadá a través de co-producciones o comprar posteriormente los filmes resultados, era demasiado barato a comparación de filmar en espacios dentro de Norteamérica. De ahí que no fuera extraño que El tren del terror (Roger Spootiswide) Noche de graduación (Paul Lynch) fuesen filmadas dentro del país, con Jamie Lee Curtis siguiendo el éxito de Halloween en el protagónico y estrenadas en el mismo año de 1980.

Aunque también la condición de ser filmadas en el entorno canadiense no estaba exento de un olvido sistemático del acento y costumbre de los espacios, buscando siempre enfatizar que estas eran unas películas conceptualizadas, filmadas y actuadas por norteamericanos… cosa que de inmediato llama la atención en Sangriento San Valentín, una película que lejos de intentar disfrazar estas condiciones, parecía ser la única en abrazar su espacio cultural esperando aportar algo dentro del género.

Sangriento San Valentín fue una película proveniente de la producción de Cinepix -formada por John Dunning y André Link– quienes ya llevaban una carrera de éxitos independientes trasladados a mercados internacionales encima, siendo ellos los primeros en darle espacio directoral a William Fruet con La casa del lago en 1976 y a David Cronenberg con Rabid para el año de 1977. Estos simplemente querían aprovechar la condición argumental de estas nuevas películas de depender de un día festivo, así que aprovecharon la festividad más reconocida de Febrero; terminaron por contratar a John Beaird quien trabajó en el guión de manera no acreditada ya que Beaird era conocido por su velocidad de entrega y… sobre todo por la experiencia tras haber escrito Feliz cumpleaños para mí () y bajo la dirección quedaría George Mihalka, prácticamente un sujeto sin experiencia dentro de la industria en general.

Sangriento San Valentín es una película que se beneficia de tener una identidad latente. La gente del filme es gente de bajos recursos, y gente trabajadora la cual el escenario planteado -una mina en medio de la nada- los condiciona de inmediato para la audiencia a una clase social distinta de la de un simple grupo de mocosos hormonales que dicen enfrentar sistémicamente a las generaciones adultas al mostrar su renuente estupidez. Aquí si estos se presentan al mentado baile de San Valentín es porque se trata de las pocas alegrías que un pueblo de conmesurado olvido capitalista y popular tiene, lo que de inmediato se presenta como personajes más empáticos que los de la calaña generalizada del slasher.

Quizás mejor demostrado sea este aspecto del filme que en la identidad y condición del personaje principal, T. J. Hanniger -interpretado por Paul Kelman– quien se trata de un joven que al intentar escapar de la realidad del pueblo minero en donde nació y creció, arriesgó todo al salir para sólo terminar fracasando en el entorno urbano, regresar derrotado, y de paso ver al amor de su vida entablando una relación con quien fuera su mejor amigo en la infancia, el cual recrimina esta falta de compromiso no precisamente con la mujer que disputan, sino en el pueblo, en sus tradiciones, en su oficio… y en él.

Este duelo de condiciones tradicionalistas que le aquejan a Hanniger también tienen origen en el asesino en turno: una leyenda del poblado generada en torno a su principal ruta económica -la minera- que sirve para los adultos como máxima de recordatorio y castigo hacia los más jóvenes, pero que esconde una realidad basada en la avaricia de los pocos que manejan el entorno del espacio y que no han logrado hacerlo de la mejor manera (en parte por el olvido del pueblo y… pues es obvio por el asunto de tener a un loco con pico y respiración profunda).

El guión de Beaird si bien no es el más complejo, toma de referentes filmes giallo a la hora de estructurar flashbacks que resuelven el misterio final y plantea una atención en demasía al triángulo romántico del filme, incluso más que del propio asesino, lo cual tiene potencial a la hora de entablar una película de romance serio con la cuestión de un asesino basado en ese modus operandi iconográfico, pero muchas de las veces el romance va derivado en conversaciones rudas reiterativas y de un forzado que revela no las mejores de las actuaciones. Lo que sí tiene Sangriento San Valentín es el aprovechamiento de parte de la dirección de Milkaha, quien decide que su película va encaminada visualmente a algo sacado de El francotirador (1978) de Michael Cimino con sus notas apagadas y húmedas de un espacio que parece nunca ver la luz, y que aprovecha al máximo la atmósfera generada por las minas a las que inevitablemente se van a llegar y que son parte de la condición hogareña del monstruo en cuestión.

Y mucho mejor logradas son las secuencias de horror. Eliminadas desde un estreno oficial, estas lejos de afectar al filme dejan una carga más enfatizada al suspenso del acecho y potencial arranque de violencia que no es visto a detalle, y ahora que se han agregado en la restauración final del filme -que se llevó a cabo hace unos años- obtiene esto, y un aderezo de violencia bastante creativa y vulgar: lo mejor de dos mundo.

Mención aparte merece el tema musical de Paul Zaza cantado por John McDermott -parodia de The Wreck of the Edmund Fitzgerald de Gordon Lightfoot– y que ya es un clásico dentro de la temporada de Halloween con su letra mórbida acompañada de un ritmo de apariencia inocente.

La llegada de Sangriento San Valentín fue coincidentalmente trágica para su recepción e inevitable alteración del material original, en gran parte por la campaña de la MPAA -siglas en inglés de Motion Picture Asociation of America- que intentaba omitir la llegada de estas películas a las audiencias jóvenes en un intento para preservar la inocencia de sus mentes que canjeaban de forma inmunda por el costo de un mísero boleto de cine, o por lo menos recortando lo que tanto anhelaban ver en la pantalla grande.

Paramount de nuevo sería una cobarde; si desde el inicio accedieron al proyecto de Cineplix fue sólo para los derechos de distribución sin siquiera dar un centavo de los casi 2.5 millones de dólares que costaba… pero la presión de la MPAA hicieron recular a los ejecutivos quienes accedieron a recortar las infames escenas de muerte del filme sin esperar la decisión ni de los productores ni de Mikalha. Al final terminaba haciendo apenas 6 MDD, recuperando apenas la inversión inicial, lo suficiente como para ser considerada un rotundo fracaso de taquilla… lo cual -de nuevo- no pareció afectarle mucho al estudio cuando ellos mismos sacaban Viernes 13: Parte II (Steve Miner) el mismo año con un aumento de presupuesto y obteniendo ganancias explotativas.

Afortunadamente Sangriento San Valentín tendría su séquito de defensores en medio de la caza de parte de la crítica profesional y que no olvidaron al filme como un recurrente mencionado de aquellas dentro de ese fatídico año que bien valdría la pena revisar, ya que no todo es Jason Voorhes.

 

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