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lunes, diciembre 2, 2024

31 Días de Halloween: Sugar Hill (1974)

A cincuenta años, Sugar Hill sigue siendo uno de los pocos proponentes del horror en el blacksploitation que no dependía de una parodia y que entre su tono barato, se encuentran postulaciones un tanto sesudas.

Con el Blacksploitation, la industria fílmica clásica se topó con algo que nunca contemplaron, porque en una idea homogénea de sus producciones que nunca trataban de implementar una especie de integración social a diferentes etnias, razas o piel que no fueran las voces predominantemente blancas, el que un grupo de productores y actores afroamericanos dedicaran esfuerzos a un cine independiente con protagonistas que hablaban desde su marginalización y que encima resultaban exitosos era una bofetada de realidad.

El boom de blacksploitation surge a finales de los sesentas entre los movimientos revolucionarios que además abanderan estas películas jocosas y violentas como anti sistémicas, y a partir de ahí un mar de géneros sembrados en el blacksploitation no tardan en aparecer y… pues como están leyendo esto en el mes de Octubre, es obvio que el blacksploitation llegaría a las aras del horror. Esto se dio curiosamente no a través de productores afroamericanos sino a través del estudio independiente más longevo existente de ese entonces, con la bilateralidad de ser unos oportunistas o auténticos prometeos que otorgaban voces necesarias: American International Pictures.

Ya para entrados los setentas AIP se encontraba en un cambio de dirección notoria: Ni Roger Corman ni James Nicholson quedan en la productora, con el primero esperando el término de su ciclo de Poe para comenzar su propia productora llamada New World Pictures y Nicholson intentando aproximarse a la Fox con dos películas antes de su muerte. El único a mando de los originales es Samuel Z Arkoff y para no complicarse las cosas, sigue apuntando a la logística del estudio que era la de producir las cosas que eran populares en su momento, topándose con la idea del blacksploitation y tomando en cuenta el mote popular de AIP, Arkoff considera volverse el pionero en producir una película de horror del movimiento, concibiendo así la infame Blácula de 1972 y dirigida por William Crain.

Blácula termina explotando mentes entre su presupuesto inmundo y el cede de voces en un género que no precisamente manejaban bajo la dirección pero que siempre ha sido sinónimo de audiencias fieles -los devotos del horror en Estados Unidos siempre fueron los rechazados después de todo- dejando así un legado un poco pequeño pero notorio dentro del horror. Está la secuela de Blácula, Grita Blácula, Grita (Bob Kelljan) estrenada apenas a un año de diferencia de la primera a la par de Blackenstein (William A. Levey) y para 1974 Abby () es una respuesta directa ripp off de El exorcista de William Friedkin que lleva a un famoso juicio por parte de Warner Bros para censurar la película bajo el dictamen de ser una calca notoria.

Y entre esos casos sobresale Sugar Hill, porque a diferencia de lo que estaba sembrado como efectivo, es decir: el tomar una figura pilar dentro del horror popular y darle el giro bajo términos y referencias de la cultura afroamericana, Sugar Hill ponderaba por una idea “innovadora”, porque busca construir una película de venganza y mafia, con zombies.

Ese es parte del encanto de Sugar Hill: su construcción dentro de la representación del zombie.El zombie o zombies que aparecen en la película no son los típicos muertos vivientes a la Romero que concibió en La noche de los muertos vivientes (1968) sino más bien una vacilación del zombie que planteó Jacques Tourneur en Caminé con un Zombie (1943) a su vez una referencia al trabajador esclavizado en trance infrahumano de la cultura haitiana bajo órdenes del Baron Samedi (Don Pedro Colley)

Sería un groso error considerar que Arkoff e involucrados buscan hacer una representación del zombie bajo la culturas haitianas y también sería algo un poco hipócrita tratar de entablar bajo términos fidedignos y respetuosos a una película que surge de la irreverencia de un mercado, pero hay ciertas ideas que Paul Manslanky toma como conceptos inequívocos del blacksploitation y aplica (considerando que Paul no era precisamente un hombre de color). Al final de cuentas Sugar (Marki Bey) es una mujer exitosa a la que le arrebatan la felicidad un grupo de mafiosos americanos blancos, un grupo que busca apropiarse no sólo del negocio de la protagonista sino también de sus referentes culturales, al andar ataviados de “chulos” y aplicando un slang que incomoda a las figuras de color que reciben de primera instancia una especie de socialización de la que no pueden decir algo por la diferencia en la balanza de poder.

El zombie es usado como vengan y Sugar lejos de ser una figura que termina recaida en un viaje moralino sobre cómo la venganza no otorga satisfacción al final, lo disfruta al lado de Samedi que evoca una locura en su actuar gozo del horror de sus víctimas. Sugar Hill se mueve entonces bajo esas reglas del revenge movie sin llegar a las implicaciones sexuales… salvo en un último instante en donde la película es consciente del horror que los zombies de Samedi presentan a las féminas blancas y, en una reapropiación bastante efectiva, hace efecto realidad el temor blanco existente de que los afroamericanos están deseando robar a las mujeres de su comunidad.

Puede llegar a ser bastante entretenida bajo los miramientos explotativos, pero a veces Sugar Hill se tropieza. La falta de un caracter evolutivo de su protagonista o de consecuencia si bien no es obligatorio, si deja entrever la pobreza de argumento que trata de sostener. Sugar nunca se define como una mujer atrapada en el amor de su vida del pasado o de encontrar afecto en un detective que actúa pésimo y que lleva el caso de los hombres que caen relacionados a ella, y por alguna razón a pesar de ser una película que se jacta de una exploración morbosa del vudú, casi nunca aplica esos términos en la ejecución de las víctimas. Presenta ideas referentes a los muñecos o rituales, pero nunca tienen un valor que ejerce sacrificios satistactorios y más si tomamos en cuenta de que Sugar se enfrenta al peor grupo de maleantes, demasiado estúpidos a tal grado de ni necesitar del uso de zombies para sus efectos.

A pesar de eso Sugar Hill es una curiosidad si uno decide adentrarse al blacksploitation de horror, una película que sabe lo que vende, una atmósfera de lo más cool y más si tomamos en cuenta de que lo más longevo y popular de la película no fueron sus imágenes aterradoras, sino el temazo musical delicioso del grupo de Motown The Naturals, Black Magic Woman.

Pocas películas te hacen mover el trasero a un ritmo funky como Sugar Hill, eso tiene qué vale algo al final de cuentas.

 

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