Damien Leone vuelve al mundo de Art el payaso prometiendo además de carnicería sin concesiones, atender de las fallas del pasado: el resultado es con tropiezos, su mejor película
Como lo he dado a notar en textos y en pláticas profesionales o con colegas y hasta extraños, no me gusta Art. Siento que es una especie de infiltrado dentro de los perfiles de villanos slasher en donde su personalidad es casi nula más allá de que hable o no, de que el motivo de que sea un payaso nunca queda ilustrado de forma creativa en su modus operandi, y de que su mitología confusa está prestada a un modelo de caja sorpresa como lo pensara J. J. Abrams, modelo de construcción narrativa bastante caótica y que ya ha hecho estragos en otras producciones queridas por las audiencias, por lo que se siente añejo y sin gracia. Lo que sí puedo decir que me interesa bastante, es el efecto de Art no en mí, sino en otros, y en sus fanáticos.
Particularmente en cómo es posible que Art y su serie de películas de Terrifier se hayan vuelto extremadamente populares, a pesar de provenir del subgénero del horror más detestado de todos y auténtico nicho: el splatter. Si los números de Terrifier 2 del año antepasado nos indican algo, era de que el ascenso de Art es inevitable y con la llegada de una tercera parte, no dejo de ver con gracia el que Terrifier 3 no sólo le haya ganado en taquilla a otro payaso famoso del cine y con un presupuesto más elevado en la maltratada Joker 2: Folie a Deux (Todd Philips) que demuestra la perserverancia del horror en el gusto de las audiencias y lo exagerado de los presupuestos de gran escala para las películas de superhéroes que no les permite ser rentable… también veo con ternura -sí, ternura, eso que define a los peluchitos caros que todo mundo quiere ahora tener- el hecho de que niños y adolescentes fueran al cine comprando boletos para Robot Salvaje () y meterse de infiltrados a ver una película clasificación X (o en nuestros terrenos, clasificación D). Me recuerda a algo que ya no pasaba que era la idea de meterse de manera astuta a las salas de cine a ver lo prohibido, lo que entre amigos veíamos por pensar o con los genitales, o con la gracia de la tripas y explosiones que de acuerdo a los órganos censura intentaban salvar nuestras prodigiosas mentes.
Entre eso y que Terrifier 3 ya se haya vuelto la película sin clasificación -es decir, que dentro de los esquemas de la MPAA Leone prefirió que su película no obtuviera clasificación restrictiva como la de NC-17 por temores a represalias populares, dejándola sin este por ente más prohibitiva en apariencia- más taquillera de la historia, quizás algo haya hecho bien en esta ocasión.
Y sí: Terrifier 3 es un eslabón positivo en la carrera de Leone. Tiene sus fallas bastante notorias, pero también queda claro que es un tipo que aprecia la comunicación directa de sus obras, en una relación de director y audiencia que rara vez existe, si quiera haya existido.
Leone tiene también muchos aciertos en esta ocasión. Trasladando su película al terreno de otra festividad como lo es la navidad, le permite expandir su imaginario estético encontrando la homología dentro de la paleta de colores de Halloween y Navidad; si bien no es el primero en encontrar eslabón que une a las festividades lo que sí hace es darle una apariencia más cálida a su película. George Steuber -quien regresa a la fotografía- se siente más cómodo y de hecho la apariencia underground barata, comienza poco a poco a desdibujarse, con el planteamiento de espacios más desarrollados y complejos en cuestiones técnicas y de luz que ciertamente parecen una pesadilla de esquematizar.
Todo en un beneficio bastante sustancioso para Art (David Howard Thornton) a quien se puede entender en el espacio como una ridiculez y el absurdo y quien porta la mayoría del tiempo un traje de Santa Claus que desvirtúa del camino cálido al que asociamos. En esta ocasión Art no está en una construcción inteligente como lo fuera Billy de Negra Navidad (Bob Clark, 1974), pero sí cercano a la herejía presente en los Hermanos Chapman de la saga Noche de paz, noche mortal, un espacio para detenerse a contemplar las relaciones nobles del fin del año y sí para ejercer un freno de positivismo, de establecer espacio para encontrar deteste dentro de las fiestas y una alternativa al endulcorante sobre estimulado de siempre. Es Art ejerciendo un poder más vulgar y hereje, entre las portadas clichés de bandas inexistentes de metal de mal gusto, y la energía de parte de Thornton quien definitivamente se siente en casa. Leone filma sus travesuras de la carne con lujo de detalle sí, pero también haciendo un ejercicio de montaje en donde las reacciones de Art la mayoría del tiempo terminan empatizando, atendiendo una parte esencial del slasher tradicional en construir empatía con el monstruo, que si bien se ve casi complicado codificarlo bajo esquemas del outsider, prevalece en el montón de mugre del que seamos sinceros, está constituido el género del horror: explotativo y de un bajo valor que abandera y que incluso en esta ocasión permite presentar a viejos héroes de las entrañas baratas como lo fueron Tom Savini y Clint Howard que hacen cameos que se nota grabaron en menos de un día.
Art aparece como un imbécil perdiendo el poder enigmático que tanto se le juraba existir, porque ahora su secuaz resulta ser la externalización de Art como un monstruo degenerado en Victoria Heyes (Samantha Scaffidi). Aquí se desprende un punto irreverente dentro de la fórmula de la final girl en Victoria: superviviente de parte de Art y quien su enigmática apariencia queda prendida a las extrañas reglas del personaje y en un giro endemoniado, quien fuera un personaje de autonomía debido a su supervivencia ahora se vuelve secuaz del villano en una posesión degenerada de su cuerpo y mente. Victoria es trágica por ceder a este control y en el cuerpo de esta encontrar un gozo lascivo a la violencia de Art masturbatorio. No queda muy claro de que Leone está hablando de la dependencia bizarra de encontrar placer en el horror… pero algo ha de tener en esta película porque es un apunte del que no quita dedo en el renglón; sea con Victoria obteniendo placer en chorros de lubricante negro en la matanza, algo tan vomitivo como la idea de que la gente común encuentre placer y morbo en casos de crimen real que deslegitimizan a las víctimas al no interpretar su sufrimiento como algo de consumo efectivo al no sentir empatía en su dolor.
Y es algo que en Sienna (Lauren Lavera) queda notoriamente expandido. Sienna que sigue también la fórmula de la final girl extendiendo un poco su proceso del duelo y supervivencia en un rumbo interesante para el personaje que trata de entender su posición en este mundo ahora enfrentando una dinámica de némesis de la que no quiere formar parte, pero de la que su antiguo mundo tampoco le quiere de vuelta… también dentro de las capacidades de drama que Leone puede llegar a concebir, vamos: es más cercano a la extrañeza sentimental de algo en manos de Shyamalan que en una exploración directa y cruda del dolor como lo fuera Halloween II (2009) de Rob Zombie, quizás hasta mejor quede establecido como una referencia en esquema a la madre de todas las películas de superación de la pérdida en el horror en una secuela: Chucky 2: el muñeco diabólico (John Laffia, 1990).
Pero en la ambición de Sienna en la que ultimadamente Damien Leone termina por tropezar; retomando un ejemplo al nivel de Terrifier en Chucky 2, esta funciona y se vuelve una montaña de sensaciones entre el horror y la aventura porque Andy encuentra una nueva familia a la que trata de acomodarse sintiendo el rechazo de ser un niño con problemas mentales pero a su vez encontrando aliados en su hermana adoptiva. Sienna va en estos caminos, pero tanto su relación con Art, o con su hermano, o su nueva familia adoptiva, queda bastante alargada en separaciones que no le sirven demasiado, porque las pláticas de superación o dinámicas parecen no tener una evolución más allá de la intención de ternura y de que haya encontrado gente que le acepta, siendo muy curioso la forma en que la película expande de nuevo su duración como principal enemigo ya que vuelve a los mismos cuestionamientos y para ser honestos, la resoluación ocurre esperando un gran conflicto entre los personajes que llega a sentirse caótico por el cómo se desprende de personajes cuando antes no tenía el apuro porque quiere durar 2 horas en las que las matanzas del payaso, pues no pueden hacer mucho para mantener la atención.
Y es que de nuevo Art… es muy aburrido con su origen enigmático, y en donde las funciones como un payaso no quedan esclarecidas. Sé que el encanto para la mayoría de la gente radica en su misterio que a dosis de cuenta gotas se va produciendo en la audiencia, pero esta es la cuarta película del maldito payaso y no se entiende nada de lo que es, ni sus debilidades, ni motivaciones aunque fueran las más simplonas lo suficiente como para establecer sus reglas y que la película no tuviera una dependencia de querer asombrar a su audiencia con la revelación final que honestamente, tiene ínfulas de decepcionar.
A pesar de eso, Terrifier 3 es un viaje bastante divertido, porque en sus fallas obtusas y aciertos de saña, encontramos la voz honesta de un tipo que conecta por su honestidad como realizador y como fanático del cine mugroso, Es la primera vez que Leone otorga algo efectivo más allá de su tripas y sangres y en donde quizás para la cuarta entrega, o se desinfla por completo o estamos hablando de una anomalía dentro de los estragos del horror al nivel de Romero: tipos que sólo querían filmar sus ideas inmundas cambiando las reglas del juego.