Al empezar la pandemia y ser confinados a nuestras casas, nos angustió el miedo, la incertidumbre, la probabilidad de que perder a alguno de nuestros seres queridos. Ese duelo anticipado nos apachurraba el corazón, nos robaba el aliento y nos despertaba la lágrima fácil.
Nos sentimos vulnerables ante la incertidumbre sobre el mundo al que tendrían que enfrentarse y crecer nuestros hijos, era una espina clavada en el corazón para muchos de nosotr@s.
¿Qué nos toca ahora?
Procesar los duelos:
+ Atender los duelos suspendidos por la emergencia de sobrevivir.
+ Perder “nuestra vida normal” ha tenido un alto costo para la salud mental y emocional. Que los niños dejaran la escuela.
+ Vernos forzados a hacer home office o peor aún, perder el empleo y la angustia que esto conlleva.
+ Encontrar otras formas de convivencia al tener que estar mayor tiempo con la familia inmediata y muy poco con la familia extendida o las amistades. Pérdida de la intimidad emocional.
+ Muertes. La gran mayoría hemos perdido a alguien querido, ya sea por el Covid19 o por alguna otra causa. La cuestión es que no hemos podido tener los funerales o rituales que hubiéramos hecho de no haber una pandemia con las características de esta.
Rescatar los aprendizajes:
+ Reconocer las habilidades desarrolladas en los meses de confinamiento. Por ejemplo, cómo hicimos para hacer rendir los víveres, para comunicarnos y hacer presencia con las personas amadas aún en la distancia; encontrar la forma de tramitar las emociones; la creatividad adquirida a fuerza de paliar la monotonía del encierro.
+ Nos hicimos autodidactas como en ningún otro momento de la época moderna. Aprendimos lo que la naturaleza nos ha estado gritando desde hace tanto tiempo y habíamos desoído: ESTAMOS CONECTADOS. Todos en la humanidad somos uno y por ello debemos cuidarnos.
+ Nos dimos cuenta de que los oficios menos apreciados (el campesino en su campo, el maestro, el científico en el laboratorio, el personal de salud en los sanatorios, etc.) y no los políticos, son los que nos mantuvieron con vida.
+ Ejercitamos muchos de aquellos valores que habíamos soslayado: la paciencia, la consideración, la cordialidad, la generosidad, la solidaridad, la resiliencia, el sentido de vida…
+ Cuando nos vimos sin libertad de tránsito, sin dinero, sin salud, sin esperanza… apareció “el otro”. Ese al que muchas veces descuidamos, ignoramos, apartamos… Y de repente, LO VIMOS. Ese “otro”, no siempre fue otra persona, a veces, fue la persona que desconocíamos que éramos nosotr@s mism@s. Aparecieron ante nosotros sus cualidades desconocidas hasta entonces y enriqueció nuestra vida
Sanar las heridas:
+ Esta prueba nos dio también la posibilidad de comprender el valor de la familia y aún más importante, la fuerza DEL AMOR.
Sé que estas son generalidades y probablemente muchas de ellas expresadas desde el privilegio de no estar sufriendo de hambre o violencia doméstica como muchas otras familias. Sin embargo, verdaderamente creo que es importante que para cuando recordemos este año tan retador, también tengamos la capacidad de reconocer y dar el valor que tienen estos aprendizajes y quiénes somos ahora gracias a ellos.
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