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viernes, marzo 29, 2024

Adiós George A. Romero

Lo malo de crecer es el ver cómo tus héroes de la infancia llegan al final de sus vidas.

Hoy George A. Romero ya no está con nosotros. Romero como muchos de los que se nos han ido en estos años estaba enfrentando una pesadilla en forma de cáncer de pulmón de manera secreta que terminó el día de hoy, acompañado de sus seres queridos recostado en su hogar. Es una pérdida irreparable dentro del mundo del cine por lo que logró dentro del género de horror y dentro de la industria en sí.

Romero nació el 4 de Febrero de 1940 en el Bronx. Hijo de padres inmigrantes muy dispares –un padre cubano y una madre lituana- el joven Romero tuvo interés por las artes gracias a su padre que era comerciante de arte, esto lo hizo más analítico a la hora de ver películas, sobre todo de una en especial:

Romero pasaba tardes enteras analizando “Los cuentos de Hoffmann” (Michael Powell y Emeric Pressburger, 1951), película que rentaba en formato de 16mm a nivel religioso y siempre tratando de evitar que se la ganara un sujeto que parecía estar igual de embobado con la película como él (sujeto que resultaría ser Martin Scorsese). La obra de Michael Powell lo sensibilizó a tal grado que lo hizo buscar una carrera como cineasta, pero el camino como de costumbre… nunca es fácil.

Tras terminar sus estudios Romero comenzó grabando segmentos de programas y comerciales que terminarían en el programa del Señor Rogers, uno de los programas más importantes dentro de la televisión educativa norteamericana y en donde el epónimo presentador animaría a Romero a entrar en el mundo del cine.

Cosa que hizo como ningún otro.

No hay muchas palabras que describan el impacto de “La noche de los muertos vivientes”. Una película que hizo entre sus amigos de manera independiente y que el sistema de clasificación de Estados Unidos tomó como material apropiado para niños, cambió el panorama. Presentó por primera vez en el cine al zombie moderno, aquel ser que busca devorar la carne de los humanos y que azotan lugares tradicionalmente hogareños e inesperados para que surja el peligro. Había gore, había violencia, pero al mismo tiempo había calidad en lo que se presentaba porque decidió darle un enfoque crítico a lo que se presentaba; lo que la crítica tradicional tachaba como una película vulgar y peligrosa para la infancia de América –infancia maravillada que ocupaba el 90% de las salas de la película- había una bofetada al sistema tradicional de filme, a los problemas raciales de la época y de los temores de la guerra fría.

Y de nuevo… esto lo hizo de manera independiente.

La noche de los muertos vivientes escandalizó a todo mundo, pero encontró en numerosos artistas contemporáneos la gasolina que Powell le dio a Romero, la razón para querer ser cineastas.

https://www.youtube.com/watch?v=-_f2Enn8x5s

Y si no la has visto ¿Qué estás esperando? Es una de las películas más importantes de todos los tiempos.

Mientras el tiempo pasaba, también la duda sobre lo que haría después. Desafió todo pronóstico obteniendo una película taquillera –presupuesto de 114 mil dólares, ingresos de 30 mdd- y prácticamente tenía disposición de lo que pudiese hacer sin pero alguno, y lo hizo… sólo que de ahí comenzó a aprender sobre la marcha, sobre sus errores pero jamás vendiendo su ideal. There’s always vanilla (1971) fue, contrario a todo pronóstico, una película de comedia romántica; sufre de problemas base puesto que el guión era desarrollado a la marcha de la filmación y esto se percibe con las actuaciones sosas que tiene; el mismo destino de infamia sufrió Season of the Witch, una película que le interesó demasiado a Romero influido en el movimiento feminista del tiempo y el subgénero que apareció por la temporada.

El problema con el que se encontró era que nadie quería producir un proyecto de ese estilo, así que con el poco dinero que consiguió, lo que pudo hacer fue una película psicodélica de suspenso que además se vendió como pornográfica… cosa que no le agradó ni al director ni aquellos que esperaban acción entre brujas.

Fue hasta 1973 en el que Romero desilusionado del tipo de director que todo mundo pensaba que era decidiese regresar al género del horror. Una marcha de guerra marca una película de ritmo frenético en el que conocemos dos bandos: a los pueblerinos, y al gobierno. Los pueblerinos comienzan a lidiar la invasión a su privacidad por parte de sujetos en trajes especiales  que queman todo y el gobierno trata de contrarrestar las consecuencias de un avión con químicos experimentales estrellado por el área que está volviendo locos a las personas normales. The Crazies es una gran película, tiene una agresiva opinión sobre la violencia que nosotros causamos y en un tono difícil de juzgar de si estos actos son por causa del virus, o por una histeria masiva que tiene el mismo nivel de propagación.

Desgraciadamente (y como será costumbre en este texto), la película no fue taquillera, recriminando a Romero de ser un director vulgar sin punto de vista interesante.

https://www.youtube.com/watch?v=2CeWhvNHFWs

Pasaron 5 años para que Romero sufriese su retorno triunfal… no sin antes otro fracaso doloroso.

Martin (1978) es fenomenal; si Romero generó la idea de los zombies y consiguió hacer pensar a la gente sobre la paranoia, en Martin lo que hizo fue darle un giro fresco al vampiro. Obligado por sus influencias Universal, Romero crea al vampiro moderno, uno que lo cree en su mente y que lo obliga a tener una sed ficticia, una fascinación por la sangre y por vivir como un degenerado romántico. Tenebrosa en todo momento, Romero encuentra a un villano como protagonista de su filme y le dota de carisma a tal grado de que sus fechorías nos parecen entretenidas, nos vuelve cómplices, un villano de la misma talla que Alex de Large y que… nadie, absolutamente nadie vio.

Y es una pena, porque se trataba de su película favorita.

El fenómeno que lo volvería a ser famoso se trataba también del regreso a lo que formuló: el zombie.

Desarrollando una idea que le surgió mientras se encontraba en el centro comercial en donde veía a la gente embobada por el lugar y los productos, Romero encontró el toque adecuado para la secuela de lo que fue La noche de los muertos vivientes, mas no inversores en esta ocasión que lo veían como veneno para la industria… hasta que Dario Argento supo que Romero -consagrado director de autor en las Europas- buscaba hacer una secuela de su obra maestra.

El Amanecer de los muertos conjuga gracias a la ayuda de Argento el estilo norteamericano e italiano de hacer películas de “bajo presupuesto” con maestría en una obra que logra ser una secuela digna de un parteaguas y de acuerdo con quien hables, le supera. Si bien no es aterradora es un viaje emocionante en donde la amistad y la esperanza se enfrenta al peor de sus enemigos: el hombre mismo.

Y es el empuje que Romero necesitaba, porque El amanecer de los muertos fue taquillera y un respiro a tantos años de fracasos financieros, que prosiguieron posteriori.

Con el mundo de nuevo a sus pies, la decisión de Romero fue igual de atrevida como la primera vez, en su último intento por generar drama se alejó de nuevo del espectáculo del horror y se enfocó en una rareza: Knightriders. La película trata sobre un grupo circense dedicado a las justas medievales con motocicletas (si eso no te llama la atención nada lo hará) en donde su líder el Rey William (Ed Harris) comienza a resentir el paso del tiempo respecto a su acto y el desmoronamiento de su grupo por parte de otro sujeto que monta motocicletas y que se hace llamar El Caballero Negro (interpretado por Tom Savini). Romero se muestra interesado por la historia de William pero no lo pone como un héroe total, es labor de la audiencia sentir empatía o desdén por los actos de un sujeto que no se encuentra en sus 5 sentidos y encuentra la nobleza de la caballería como una actividad que todos deberían realizar.

Repitan conmigo: “nadie la vio”. Pero en este caso, no tuvieron que pasar décadas para que encontrase otro éxito, porque la ayuda provino de parte de un sujeto que el día del estreno de La noche de los muertos vivientes se formó dos veces para poder revivir lo que acababa de ver: Stephen King.

Creepshow (1982) es un excelente crossover de artistas: King escribe las 5 historias presentes, Romero se encarga de la dirección, Tom Savini como de costumbre entrega su afinidad por el maquillaje y los efectos especiales y Michael Gornick es el encargado de fotografía en por mucho la película más bonita visualmente de Romero.

Una película que te invita a revivir tu infancia, cuando en medio de la noche te ponías a leer algo prohibido entre la guarida de tus sábanas y lámpara nocturna. No hay ningún segmento fallido porque no se toman en serio y adoptan una estética colorida y agresiva, algo inusual en nuestros tiempos con respecto a las películas de cómics.

Creepshow fue la primer película de Romero dentro de un estudio gigante –Warner Brothers– pero por decisiones personales esto no se volvió de inmediato una costumbre, antes de volverse “esclavo de los ejecutivos”, debía entregar el último capítulo de su génesis.

 Les presento el mejor intro de una película de zombies:

He hablado hasta el cansancio de cómo El día de los muertos (1985) me parece la mejor de la trilogía, una película de mayor escala y mayor claustrofobia, de un nihilismo impresionante y que nos habla de las amenazas de la amenaza zombie y de los bandos que generan este fenómeno con unos militares incompetentes y unos científicos que lejos de proponer una solución encuentran en un zombie particular el hecho de que ya no es nuestro planeta.

Inusual por también tener un personaje principal femenino, es elegante y en donde se puede apreciar el arte de Tom Savini quien logra una escena fenomenal de extirpación de tripas como si fuese su Gioconda. En este caso, la gente no apoyó la tercera parte de la saga de Muertos. Encontraban una escala inferior comparada a la anterior película y deseaban que Romero explorase algo más grande, no considerando su visión personal y de presupuesto que tampoco le permitía hacer su “Ben-Hur de los zombies”.

Derrotado, consigue su primer trabajo dentro de un estudio gigante en una especie de película de Hitchcock de lo más inusual. Monkey Shines (1988) es un diamante en bruto en donde el gran problema está en las numerosas subtramas que la película decide seguir sin conseguir éxito alguno, cuando lo ideal sería solamente ver una especie de Misery (Rob Reiner, 1987) pero con un cuadripléjico y un mico.

Un fallido intento por generar una película con 4 directores de horror –Wes Craven, Dario Argento, George A. Romero y John Carpenter– dio como resultado Two evil eyes (1990), por mucho la peor película de Romero que no lleva a nada, tiene un ritmo tedioso y dura en extremo demasiado. A esto lo acompaña La mitad oscura (1993) una película basada en la novela de Stephen King que carga los problemas de la obra original, y es que el concepto de que exista una versión maligna nunca termina por ser explicada, sólo pasa y como audiencia uno debe de aceptarlo. Aun así esta película contiene un gran score por parte de Christopher Young y una excelente actuación dual de Timothy Hutton.

Romero duraría años sin hacer algo, hasta que de pronto quizás cansado, o reanimado por la atención que su trilogía de zombies logró por él, aunado al remake que Zack Snyder realizó de El amanecer de los muertos en el 2004, que quiso entregar una nueva trilogía de zombies.

La primera fue La tierra de los muertos vivientes (2005) y como regreso a su universo fílmico predilecto –que además comparten cientos de estudios- funciona. En esta ocasión los humanos han sobrevivido a los zombies y los han adaptado a su vida diaria; lejos quedaron los días en los que vivían bajo tierra como en la última parte, pero sí existe una diferencia abismal entre clases sociales, porque mientras los ricos viven en torres de cristal de alta seguridad, los pobres son los que tienen que lidiar con ataques zombies constantes y falta de comida. Fue impotente ver cómo Romero entregaba una sátira moderna que quedó enterrada entre otras imitaciones y películas de zombies que sin la menor intención de lograr un producto pensante le robaban taquilla y notoriedad.

Y esa fue la última vez en la que Romero no se sintió cansado.

Presentó otras dos entregas de la saga de los Muertos, de calidad inferior a las cuatro películas pero siempre con la rebeldía de hacerlas de manera independiente. Se dedicó a escribir en otros medios y libre de las ataduras de presupuestos dio rienda suelta a su imaginación en Marvel entregando Empire of the Dead en el que además, aparecían su otra fascinación sin cumplir: los vampiros.

George A. Romero fue un catalizador de rebeldía, porque en todos sus trabajos él quería tener la decisión final y sólo la de él. Supervisaba el guión y montaje, haciéndolo un director de autor… uno de los pocos de su generación que querían contar algo más que sólo explotar cabezas o asustar a la gente. Por desgracia la crítica siempre lo tomó como un simplón y que ofrecía lo que otros asesinos con máscaras de hockey ofrecían: basura.

Y aun así, sin obtener el respeto que merecía, sin obtener propuestas de estudios gigantes que sólo buscaban arrebatarle sus obras originales, Romero era noble. Los últimos años se quejaba de la estupidez de programas como The Walking Dead y películas como Guerra Mundial Z (Mark Foster, 2005) que lejos de aprovechar su material original se volvían bobas y sin intenciones de contar algo más allá de lo que existe. El destino nos ha arrebatado al padre del zombie y no hace falta mencionar que su legado es al igual que su concepto: difícil de abatir.

Los ganadores son para siempre, descanse en paz George A. Romero, voy a extrañar mucho tus lentes gigantes y sonrisa amigable, te lo dice un tipo que creció con tus películas y que encontraba en una película de terror barata en blanco y negro una de las experiencias más incómodas de platicar con su hermano en la obligada función nocturna de los sábados por la noche.

 

 

 

 

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