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jueves, marzo 28, 2024

Adiós Jonathan Demme, el director que veía a la audiencia en sus personajes

El día de hoy Jonathan Demme ha cerrado los ojos para siempre. El director de cine había mantenido en secreto su vida personal a tal grado de que sólo se sabía que tenía hijos, mas no con quien. Mismo caso con su salud ya que Demme estuvo combatiendo por años y de manera dolorosa el cáncer de esófago que terminó por debilitar su corazón y temple.

La figura de Demme en estos tiempos no es muy conocida, pero hay que recordar que el hombre por un momento hizo temblar a la industria de petulantes que dan premios y al público en sí, y también no hay que olvidar que el hombre no le tuvo miedo a casi ningún género.

La historia de Demme en el cine comienza con una figura que está asociada a la carrera de otros grandes directores, lo queramos o no: Roger Corman. No es que Corman muestre una afinidad y sensibilidad a la hora de filmar y viese en jóvenes el potencial, esta visión es romántica porque lo que hacía Corman era cine de microondas: rápido, barato, y funcional. Jonathan Demme estuvo inmiscuído en la producción de varias películas de explotación, algo común en la carrera de Corman (hay que seguir el paso de la ola después de todo), y tras escribir dos películas del estilo y estar en la segunda unidad de dirección el productor le dio una oportunidad para comenzar su carrera en Caged Heat (1974).

https://www.youtube.com/watch?v=J7vP7Fakzbk

Si bien la película no deja de ser una de explotación, es de las más memorables dentro del subgénero de “mujeres en prisión”. Con una Barbara Steele en silla de ruedas que gobierna una prisión de puras mujeres y en donde además de abusar de ellas las pone en experimentos sádiso, y una Erica Gavin que busca escapar del lugar a como dé lugar.

El guión de Demme es creativo y su dirección está complementada por el trabajo de Tak Fujimoto en uno de sus primeros trabajos como cinefotógrafo.

Demme tuvo más películas en su haber tras Caged Heart; más obras con Corman, una película de suspenso con el siempre infravalorado Roy Scheider, una obra que estaba inspirada en el extraño caso de un sujeto que parecía haber obtenido una fortuna por parte de Howard Hughes, pero personalmente su primera gran obra llega de la mano de Talking Heads con un documental único y experimental.

https://www.youtube.com/watch?v=EoUKMRtv0Fk

Stop Making Sense (1984) va al pie de la letra. Porque es un concierto en donde el público nunca se percibe más que seres anónimos, porque es la presentación de Talking Heads que van apareciendo uno por uno en cada canción, comenzando desde la versión más legendaria de Psycho Killer –mejor conocida como la canción que ponen en los bares y que cantas bien ebrio- con un ataviado David Byrne en solitario, con guitarra acústica y una grabadora haciendo labor de batería hasta Crosseyed and Painless en donde su traje se hizo gigante y la banda está completa en un frenesí musical y de colores.

En donde la lógica era romper con los esquemas tradicionales de este tipo de películas y en donde Demme captura la esencia de Talking Heads nunca quitando el ojo de ellos: es una de las mejores películas de concierto de la historia.

Dos años después, Demme se alejaría de los estándares de Hollywood que ya lo tenían cansado, y en su primera película con Orion Pictures trajo un relato bastante sobre por qué somos felices como seres humanos pero nunca estableciendo un ritmo unilateral. Something Wild pasa de la comedia, al suspenso, al drama todo por parte de un road movie entre un hombre de negocios aburrido y una mujer que es lo opuesto a él: una máquina sexual y dominadora. La película de Demme llega en un momento en donde los realizadores también cuestionaban la sanidad de parte de la gente de urbe y la vida americana perfecta como David Lynch y su Terciopelo Azul (1986) y la comedia de Scorcese que fue vista por pocos, Después de las horas (1985), surge en la época del triunfo del avaricioso hombre de Wall Street pero no lo retrata como un hombre malo, simplemente es un hombre que le urge conocer más en esta vida.

https://www.youtube.com/watch?v=5BAQnHftSV4

Si Something Wild seguía la concepción de ser agresivo de manera fílmica, Swimming to Cambodia (1987) es la finalización de la trilogía temática. Grabando al siempre genial Spalding Gray mientras hace su monólogo sobre su viaje en Camboya cuando hizo un papel muy pequeño en Los gritos del silencio (Roland Jaffé, 1984). Es Gray, sentado frente a una audiencia pequeña, con un vaso de agua, un fondo que muestra el océano y unos mapas sobre la zona de Camboya. Es… hipnotizante, porque Gray termina improvisando sobre sus puntos de vistas que suelen ser viperinos, ácidos, y mostrando sus observaciones existenciales de manera graciosa y a veces dejando un hueco en el alma.

Pero por supuesto, todos conocemos a Demme por algo, independiente de sus experimentos. Y resulta que ese algo fue más por accidente que por nada.

El silencio de los inocentes (1991) se planeaba como una adaptación de parte de Gene Hackman, cuando esto no sucedió el estudio que tenía los derechos de la adaptación en presión se puso a considerar posibles directores que aceptaran trabajar en la película a tan poco tiempo, y considerando el éxito mediano de Something Wild, contrataron a Demme. Quien hizo lo que nadie hubiera esperado: cambiar la percepción del género del horror como algo serio obteniendo las estatuillas de Mejor director, Mejor película, Mejor guión adaptado y hacer que Anthony Hopkins y Jodie Foster se volvieran galardonados, así como de sus personajes como los más impactantes dentro del género hasta nuestros tiempos.

El silencio de los inocentes es fabulosa, un estruendo recorre tu cuerpo al verla porque su manufactura está tan cuidada sintiendo incomodidad y elevando el material original que en realidad era más grotesco pero que en ojos de Demme adquirió una belleza brutal.

Fue el éxito obtenido por la película que hizo que Demme estuviese en control total de lo que quisiera filmar después, por fin control por parte de la intromisión de los estudios y poder presentar el tema que quisiera hizo que su siguiente película fuese controversial por la época y por el tema que trataba.

Ese es Joe Miller (Denzel Washington), hablándonos, haciéndonos partícipes del juicio hacia Andrew Beckett (Tom Hanks), porque Andrew fue despedido por el miedo irracional que invadió la época de los 90’s: el sida. Philadelphia (1993) fue la primera película en tratar esto de manera serie y si bien en estos tiempos puede verse como un producto de la década, era lo que se necesitaba en ese momento. De todas formas sus escenas de corte siguen siendo impactantes, porque no recuerdo en otra ocasión en la que fuésemos parte del debate (todo gracias a los tradicionales elementos del cine de Demme).

Muy a pesar del éxito taquillero y de crítica de Philadelphia, esto no implicó un éxito en la carrera de Jonathan Demme, quien terminó de vez en cuando dirigiendo películas que encontraba adecuadas para sus afinidades pero que no se reflejaban en ganancias como sus trabajos en los noventa.

Pero hay un trabajo que muy a pesar del olvido del público con memoria de pez, vale la pena.

En el 2008 presentó La boda de Raquel, una divertidísima película que exploraba la relación de la familia Buchman con Kim (Anne Hathaway), la oveja negra de la familia que ha estado en rehabilitación por más de 10 años y que tiene la oportunidad de salir del centro de adictos para asistir a la boda de su hermana Raquel (Rosemarie Dewitt). Es deliciosa, una película incómoda de ver por las reacciones de parte de una Anne Hathaway que demuestra su capacidad actoral y con la que Demme quiso trabajar desde años atrás. Además de contener un estilo único en la filmografía del director gracias a que Declan Quinn decide captar la película entera como si se tratase de la grabación de un pariente incómodo que encima no sabe dejar de registrar la ruptura de armonía entre una mujer que de verdad trata de solventar sus demonios y conflictos familiares con una familia que la quiere mejor de lejos.

Y después, ya no supe de él.

Me sorprende saber que Demme seguía dirigiendo pero siempre bajo la sombra de El silencio de los inocentes por parte de la prensa y el marketing, algo triste porque si analizamos su filmografía, era un hombre que lejos de interesarse por el horror, su gran fuerte era lo que sus personajes nos decían, cómo conectaban con nosotros y estábamos intrigados en saber qué era lo que nos contaban.

Lloramos, reímos, nos sentimos incómodos, nos maravillaron. El cine de Demme es esencial para la industria y para los cinéfilos de todo el mundo que el día de hoy, presienten una estrella más resplandeciente en el panteón de las leyendas.

Los ganadores son para siempre, descanse en paz, Jonathan Demme.

 

 

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