Aladdin parte de cuatro pasiones. Las primeras fueron las de Howard Ashman y su mejor amigo Alan Menken con el que ya había estado trabajando desde Broadway y que encontraban los frutos del éxito dentro del estudio proyecto tras proyecto desde La Sirenita (Ron Clements y John Musker). Ashman le contó a Menken que uno de sus sueños sería la adaptación de Aladino en musical, adoptando un estilo jazz de los años treinta. La idea llegó a orejas de Jeffrey Katzenberg -imbécil de tiempo completo y CEO de la compañía en ese tiempo- quien a pesar de aceptar el proyecto con fecha de estreno para 1992 pospuso el trabajo de Aladdin en varias ocasiones por no considerar la historia demasiada apta, llegando a hacer borrón y cuenta nueva del proyecto a tal grado de que el guión creado por los también directores Ron Clements y John Musker cambió radicalmente la dinámica del personaje… y terminaría atrasando el filme a tal grado, de que Ashman no lo vería en vida, porque para en ese entonces su desgaste físico era tremendo gracias a la batalla que tenía en secreto contra el VIH.
Los otros fueron Ron Goldberg y Robin Williams. La labor de Goldberg no fue fácil porque en contra de las exigencias de Katzenberg que buscaba a John Candy y a Eddie Murphy terminaría animando un stand up cómico de Williams con el personaje del genio, esto con la intención de aceptara ser parte del proyecto. Se dice que tras casi morirse de risa por el resultado aceptó de inmediato. También es notorio de que Williams no cobrara su salario habitual de 8 MDD con la única exigencia de no usar a su personaje ni su nombre para fines promocionales, cosa que no se respetó ya que el nombre de Williams y el Genio de la lámpara apareció en cualquier artículo como juguetes, zapatos, peluches… todo, llevando a un severo conflicto entre el actor y el estudio a grado de durar años sintiendo un trago amargo.
Al final estos dos fueron los elementos más notorios de la película más taquillera de 1992. La música de Menken y Ashman obtendría dos premios de la Academia en materia de mejor score y mejor canción, el último para el letrista dentro de toda su carrera y en el caso del Genio de la lámpara, la película no podría funcionar sin el personaje al que más entusiasmo obtuvo dentro de la animación, al que crearon a partir de la personalidad de su actor y que volvía locos a los niños por su frénesi, y a los adultos con unas referencias a la cultura popular, probablemente la primera vez que se usó este recurso dentro del campo de la animación de la empresa de Walt Disney.
Aladino dista mucho de ser mi película favorita -personalmente no aguanto esas referencias a la cultura popular- pero no niego su importancia dentro de la industria, una que ahora vive tiempos tristes, pues no pierde la oportunidad de canibalizar sus propiedades intelectuales. Y es que me resulta difícil, no sonar como máquina descompuesta cada que ocurre esto: un remake de Disney que genera dudas, genera controversias, resulta ser mediocre porque no está ni a la par de lo que trata de imitar, y la gente le tira su dinero, esperando obtener un atisbo de su niñez ridículo, porque lejos de ver la película original, terminan alimentando al monstruo que SABE, cómo jugar el truco barato de la nostalgia.
Aladdin ahora forma parte de estos filmes realizados sin ganas, y se suma al desangelado remake de Dumbo (2019) de Tim Burton en sus mismas fallas y con la misma duda: ¿Por qué traer a un director notorio si no lo vas a dejar trabajar en su ritmo y estilo? El afectado de esta ocasión resulta ser Guy Ritchie, y yo esperaba que mínimo si iba a sufrir este proyecto, lo iba a sufrir con una estética remarcable y ritmo acelerado con tomas creativas, pero pues parece que Ritchie se perdió en medio de tanta demanda de un estudio que prefiere la creación de un producto en serie.
Además del anonimato en la dirección el montaje es incongruente, las secuencias de acción no poseen un elemento emocional por tratarse de un matrimonio perfecto de efectos visuales modernos y grandes secuencias con actores entrenados… nada. Termina otorgando una película que no puede evitar el parecer un desfile de carros alegóricos que dan pena ajena, porque tratan de imitar algo que viste en tu infancia pero no haces otra cosa más que la de saludar con una sonrisa falsa.
Will Smith hay que decirlo, no es buen actor. Carisma tiene, y este ha sido gran parte de su crecimiento como ícono de los noventas que hasta carrera musical obtuvo. Si bien trata de ofrecer lo mismo de siempre, esta labor no conecta por no dejar de pensar en lo lo grotesco que resulta ser el genio en live action. Mena Massoud es un Aladino de una sola expresión que al igual que muchos de los personajes termina cantando por las obligaciones contractuales en secuencias que no tienen antelación al número musical, por lo que aparecen de la nada. Marwan Kenzari es el peor de todos, con un Jafar sacado de una convención de Comic Con que no hace otra cosa más que la de poner rostro endurecido, sin llegar a ser ni astuto, y mucho menos cómico, porque ahora este Jafar cuenta con un patiño mudo en Iago.
Naomi Scott… no es tan mala como Jazmín. Este nuevo Aladdin debe obedecer las tendencias culturales de su generación y pues eso es normal, el problema está, en que el personaje termina sin una distribución natural entre desarrollo del personaje, y las políticas implementadas. Cuando funciona tiene una apatía contra los que le proponen matrimonio y los pone en jaque, cuando no, termina cantando una nueva canción de parte de Alan Menken que no posee la calidad de letrista de su mejor amigo, y esta es una situación que raya más en lo indignante.
Y eso quizás sería la palabra más adecuada para describir Aladdin: indignante. Porque un estudio que antes era sinónimo de vanguardia y de ofrecer historias diferentes, tiene hambre de ofrecer lo mismo de siempre, de seguir las enseñanzas de sus anteriores CEO que sin ningún pelo de pena ajena aceptaron que ellos no hacían arte, ellos hacían dinero, y qué mejor ejemplo de esta hambre por dinero, que comenzar la producción de la película que los catapultó al número 1 en taquilla gracias a Robin Williams sin respetar sus cláusulas, que esperar a la muerte de este para avanzar tan rápido con un remake sin ninguna otra función más que la de “rendirle tributo” según ellos. Y de paso echarle arena al campo de la animación porque la gente piensa que ver actores en carne y hueso interpretar personajes que eran de “caricaturas” es superior.
Van dos remakes de Disney de este año, faltan otros dos más.