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jueves, marzo 28, 2024

Alimentación emocional

Da la impresión de que la alimentación emocional es un tema de “moda” sin embargo no es así. A lo largo del tiempo se habló de generar nuevas conductas y  hábitos alimentarios saludables en las personas únicamente a través de planes de alimentación individualizados, y generados a partir de la revisión de  indicadores  antropométricos (composición corporal), bioquímicos, dietéticos y clínicos, no obstante el cambio de conducta en la persona, muchas veces no sucede.

¿Por qué será que aún cuando las personas tienen el conocimiento de lo que deben de comer, la cantidad sugerida de alimento y los horarios para consumir dichos alimentos, sucede que no siempre lo logran?

¿Será que nuestras emociones influencian la forma en cómo nos alimentamos?

Para comprender las preguntas anteriores debemos de hablar de alimentación emocional, definida por Rojas y García-Mendez (2017) como “el comer por apetencia pero sin hambre fisiológica, en respuesta a acontecimientos tanto positivos como negativos, con la finalidad de evitar, regular, enfrentar o mejorar la experiencia emocional” (p.90). De acuerdo a Martínez y Sánchez (2011) en México las emociones que las personas perciben de manera más intensa son: la felicidad, el amor, el enojo y la tristeza.

Es muy común escuchar en las reuniones en donde hay alimentos, comentarios como “ya estoy muy satisfecho pero no puedo dejar de comer”  o bien comportamientos como el seguir bebiendo por lo tanto también siguen comiendo.  Lo que probablemente está pasando aquí es que las personas están comiendo por apetencia y no por hambre fisiológica lo cual va muy relacionado a respuestas a acontecimientos positivos  (alegría, optimismo, tranquilidad, gratitud, etc.) para mejorar la experiencia emocional.

Así mismo los eventos negativos (ansiedad, enojo, tristeza, frustración y estrés) están estrechamente conectados con la alimentación emocional, de hecho fueron los primeros en relacionarse con el término cuando se inicia la búsqueda de la relación existente entre el peso de las personas y la forma de alimentarse cuando éstas presentan emociones desagradables o negativas. Un ejemplo común de evento negativo relacionado con la ingesta de alimentos es esa persona que esta triste y busca un distractor que comúnmente suele ser chocolate o un helado (alimentos calóricos).

Una vez comprendido que la forma en cómo comemos puede estar relacionada tanto con emociones positivas como negativas, es de esperarse que dichas emociones no sólo se reflejan en sobrepeso u obesidad, sino que también pueden ocasionar un peso bajo.

En una investigación realizada por Geliebter y Aversa (2003), se observó que las personas que presentan obesidad tienden a comer más que las de peso normal al presentar emociones negativas, y a la inversa, las personas con bajo peso tienden a comer más ante emociones positivas. Derivado de dicha investigación concluyen  que el comer emocional como un patrón de alimentación, podría contribuir tanto al aumento como a la pérdida de peso.

De acuerdo a las conclusiones de Clerget (2011), una clave para identificar si eres un “comedor emocional”, es poner atención y observar si piensas en comida cuando te notas y sabes ansioso, emotivo, negativo, y evitas tener conciencia de la emoción negativa o de ti mismo, al fijar tu atención en los alimentos y una menor capacidad de comunicar tus sentimientos (Courbasson, Rizea, y Weiskopf, 2008).

Así mismo analizar si te identificas con alguna de las siguientes afirmaciones: cuando tengo problemas ingiero más comida de lo normal, comer en familia es muy importante para mí, comer mejora mi estado de ánimo
(Rojas y García-Méndez, 2017)

Como se afirmo arriba, la alimentación emocional es una dimensión de la conducta alimentaria que explica la relación entre la comida y las emociones en la persona, sin embargo no hay que olvidar aspectos tan importantes como el núcleo familiar y la cultura que juegan un papel muy importante al ser el entorno social del cual se llevan los aprendizajes sobre qué alimentos ingerir, la forma en que se preparan, la manera de combinarlos así como sobre los rituales y normas socialmente aceptados a la hora de consumirlos (Chinchilla, 2005).

Por otro lado resulta de suma importancia señalar que el tema de alimentación emocional es clave en la prevención y tratamiento de enfermedades. En un estudio realizado por  Fernández y Reidi (2015), publicado en el artículo “Emociones y la conducta alimentaria”, se demostró que el 85% de las personas no poseen conocimientos suficientes acerca de las emociones o estado de ánimo y su impacto en la alimentación, lo cual es vital para evitar enfermedades tales como obesidad, problemas cardiacos, diabetes, entre otras. Igualmente de trastornos de la conducta alimentaria como la bulimia  y anorexia, relacionadas a la baja autoestima.

Como conclusión, comer conscientemente y la autorregulación de emociones son  algunas herramientas básicas para tener salud física y mental. Técnicas como el mindfulness (atención plena) potencian y mantienen hábitos saludables reduciendo hasta un 45 % el consumo calórico (Godsey, 2013; Ruffault et al., 2017; Seguias y Tapper, 2018) así como prácticas meditativas fomentan una alimentación consciente, reduciendo el consumo de alimentos ricos en calorías, con el propósito de mejorar la salud (Jordan, et al., 2014) y por su puesto el acompañamiento de profesionales en la salud como nutriólogos, psicólogos y coaches son indispensables para el manejo correcto de emociones, promoviendo la inteligencia emocional al momento de seleccionar y consumir los alimentos.

 

*Fátima Daniela Arrona Oliva Nutrióloga clínica. Máster en Ciencias del Comportamiento. Experiencia y formación en nutrición del deporte. Educadora en Diabetes. Docente en las ciencias biológicas, químicas y de la salud, consultora privada. Coach nutricional.

Referencias:

Ramírez y García-Méndez. (2017). Construcción de una Escala de Alimentación Emocional. Revista Iberoamericana de Diagnóstico y Evaluacióne Avaliação Psicológica, 3(45) 85-95. Recuperado de: https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=4596/459653862008

Martínez, M., y Sánchez, R. (2011). Evaluación multimétodo de la expresión emocional. Revista Iberoamericana de Diagnóstico y Evaluación – e Avaliação Psicológica, 1(31), 11-35. Recuperado de: https://www.aidep.org/03_ridep/R31/R31%20art1.pdf

Geliebter, A., y Aversa, A. (2003). Emotional eating in overweight, normal weight, and underweight individuals [Alimentación emocional en individuos con sobrepeso, peso normal y bajo peso], Eating Behaviors, 3, 341–347. Doi: 10.1016/s1471-0153(02)00100-9

Clerget, S. (2011). Sobrepeso Emocional. México: Urano

Courbasson, C., Rizea, C. y Weiskopf, N. (2008). Emotional eating among individuals with concurrent eating and substance use disorders [Alimentación emocional entre individuos con trastornos concurrentes de alimentación y uso de sustancias]. Ment Health Addiction, 6, 378-388.Doi: 10.1007/s11469-007-9135-z

Chinchilla, A. (2005). Obesidad y Psiquiatría. España: Masson

 

Fernández y Reidi. (2015). Las Emociones y la Conducta Alimentaria. Acta de investigación psicológica, 5(3): 2182-2193. Recuperado de: http://www.psicologia.unam.mx/documentos/pdf/actas_ip/2015/articulos_c/Acta_Inv_Psicol_2015_5(3)_2182_2193_Las_Emociones_y_la_Conducta_Alimentaria.pdf

 

Godsey, J. (2013). The role of mindfulness based interventions in the treatment of obesity and eating disorders: an integrative review [El papel de las intervenciones basadas en la atención plena en el tratamiento de la obesidad y los trastornos alimentarios: una revisión integradora]. Complementary Therapies in Medicine, 21(4), 430-439. doi:10.1016/j.ctim.2013.06.003

 

Ruffault, A., Czernichow, S., Hagger, M. S., Ferrand, M., Erichot, N., & Carette, C. (2017). The effects of mindfulness training on weight-loss and health-related behaviours in adults with overweight and obesity: A systematic review and meta-analysis [Los efectos del entrenamiento de la atención plena sobre la pérdida de peso y los comportamientos relacionados con la salud en adultos con sobrepeso y obesidad: una revisión sistemática y un metanálisis]. Obesity Research & Clinical Practice, 90 – 111. doi:10.1016/j.orcp.2016.09.002. Seguias, L., y Tapper, K. (2018). The effect of mindful eating on subsequent intake of a high calorie snack [El efecto de la alimentación consciente en la ingesta posterior de una merienda alta en calorías]. Appetite, 121, 93-100.Doi: 10.1016/j.appet.2017.10.041 Jordan, C., Wanga, W., Donatoni, L., & Meier, B. (2014). Mindful eating: Trait and state mindfulness predict healthier eating behavior. Personality and Individual Differences, 68, 107–111. Recuperado de: https://cupola.gettysburg.edu/cgi/viewcontent.cgi?article=1044&context=psyfac

 

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