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viernes, mayo 9, 2025

Anastasia (1997)

Ya hemos hablado de Don Bluth en el pasado. El genio de la animación hizo la película referente de mi infancia durante la década de los ochentas, aquella que por darme tanto interés en el cine era lógico que le debía un texto explicando mi fascinación hacia el proyecto y, por realmente considerarla una obra especial dentro del campo de la animación. Un Cuento Americano forma parte de la trilogía exitosa de Bluth (Una ratoncita valiente (1982), Un cuento americano (1986), Pie pequeño en busca del valle encantado (1988)), trilogía similar en conceptos del viaje que cambia al héroe (dos con ratones, una con dinosaurios), de temas maduros y sin temor a las escenas aterradoras; desgraciadamente el éxito de Bluth fue gracias a la incompetencia de su antigua casa de animación –Disney– porque por desgracia, al recuperar la taquilla y la crítica con La sirenita (1989), Don Bluth sufrió de presión inmediata; su contrato con Universal no duró mucho, y su estudio tenía que convencer a los demás de que era importante validar a uno de los pocos autores reconocidos dentro del campo de “las caricaturas”.

Todos los perros van al cielo (1989) es una película irregular (eso obtienes siempre cuando pones a cantar a Burt Reynolds), confusa en tonos y conceptos, y creadora del legendario Big lipped aligator momento, término acuñado por Lindsey Ellis en su reseña fílmica, que se expresa cuando una película contiene una escena que viene de la nada, no cambia nada en los personajes, y nunca se vuelve a mencionar. Con Todos los perros van al cielo, Don Bluth dio paso a los años noventa, y con ello una carrera de mediocridades, en parte causado por lo mencionado hace unos momentos… y también porque Bluth se hizo flojo, desinteresado en el guión y triste por el poco reconocimiento que obtenía a comparación de los productores… tal y como lo hacía el viejo Walt en el pasado.

No puedes señalar una película de los años noventa de Don Bluth que haya sido exitosa en taquilla o en crítica, cada vez distanciándose de la idea original de su estudio, la de no hacer productos similares a los de Disney pero que terminó por alcanzar sin entusiasmo ni querer. Es precisamente la inclusión de una princesa la que opaca a los intentos de un gallo cantor, de una película ecológicamente predicadora y un bastardo de los cariñositos como la peor del animador.

Oh sí: odio Anastasia, como no tienen idea.

La historia de la princesa Anastasia no es ajena en Hollywood, ya que se trató de la segunda adaptación de una historia extremadamente sensacionalista sobre la existencia de la única sobreviviente de la extinta monarquía rusa, ustedes saben, esa que tenía al pueblo en hambruna mientras cada una cargaba dos kilos de diamantes en su indumentaria, decisión que con furia y presiones llevaron a que Rusia adoptase la ideología comunista.

La primera adaptación de la historia se dio en 1956 por parte de Anatole Litvak, con una Ingrid Bergman en el papel estelar que obtuvo su segundo premio Oscar en consuelo por los años de deteste del sistema gracias a su relación pasional con Roberto Rossellini. Bergman jamás fue pésima actriz, pero el darle una estatuilla fue con una intención ajena a la de otorgarle un premio por su calidad actoral o al proyecto en sí, pero hay que entender que en 1956, las cosas respecto a Rusia no son para nada amigables en el terreno político, así que lejos de entender las causas por las que la familia imperial fuese asesinada en un bosque, la idea de que una heredera al trono legítimo existiera, soñara en grande con esas noches de vals y trabajara como nosotros los mortales era más agradable, más ajena al conflicto y más romantizada… y todos aman esas historias.

En realidad la verdadera historia de la mujer que aseguraba ser Anastasia es mucho más interesante pero al mismo tiempo lo suficientemente grotesca como para que se haga una película al respecto, cosa que 20th Century Fox  de inmediato percibió, y si iban a exprimir la labor de Don Bluth en su nuevo contrato, ellos querían empezar con el pie derecho, con una princesa dentro de su catálogo.

De alguna manera, la trama de Anastasia de 1997, se siente infinitamente más vulgar y anticuada que la versión de 1956. Entiendo que es una película animada y que no va a explorar temas políticos complejos, pero… retratar a los rusos como seres infelices, famélicos y que recuerden cuando su país tenía monarcas no es la mejor de las ideas. Así como tampoco es la de poner como villano a Rasputín, un personaje enteramente involucrado con la familia real, quien además su plan es confuso por ¿Incitar la revolución de su país con una maldición? Y… ¿Terminar atrapado en un vórtice sacado de una imagen de H.R. Giger? Todo para ser derrotado de la manera más absurda, con un tacón y un perro, tratándose de un sujeto aparentemente poderoso.

Siempre que hablo de canciones de villanos, “In the dark of the night” aparece en la mente de muchos y… no voy a mentir: es pegajosa. Pero tiene el problema habitual de Bluth, de que está por estar y no se siente natural su inclusión, es un tanto teatral pero que también tiene miedo a ser exagerada… gente, ya hemos visto hienas nazis, qué molestia podía tener unos bichos más exagerados que sólo unos que jamás se ven amenazadores.

Esos son los problemas que tiene al adaptar una historia real, que pueden ser omitidos en cualquier otro proyecto, pero la verdad es que Anastasia debe mucho de la compañía enemiga sin interés a presentar algo novedoso. Todos, absolutamente todos los elementos que encontramos en las princesas Disney aparecen aquí, con segmentos musicales, sidekicks creados para vender peluches, un romance poco desarrollado y escenas que rememoran a un “copy paste” descarado.

Y en esencia deja claro de que la película no tiene alma, ni razón de ser más que la de exprimir una licencia potencial a un mercado infantil. Y pasó. Anastasia fue un éxito de taquilla mediano en ese año, incluso obteniendo dos nominaciones de la Academia gracias a la labor de David Newman quien hace un homenaje a la labor de su padre quien fuera el encargado del score de la versión de 1956 (y es el único elemento rescatable del proyecto). De lo que sirvió Anastasia, fue para darle a Bluth un proyecto encapsulado desde hace una década atrás para animarla como próxima película… cosa que terminó matando a la animación en 2d por parte del estudio, y para el director.

Han pasado 20 años y sigo pensando lo mismo de Anastasia: una película que en su momento vi y me pareció tediosa. Me parece curioso que mucha gente la encuentre como una de las mejores películas de la década, aunque muchas veces no saben que es un proyecto ajeno a Walt Disney, lo cual dice mucho de su asimilación por algo que no es, pero que quiere ser. Y han sido 20 años sin Bluth.

Hace poco anunció que estaba dispuesto a hacer una adaptación de Dragon’s Lair (lo reconocerán como el juego que aparece en la segunda temporada de Stranger Things), y de verdad espero de corazón que regrese, que vuelva a ser el campeón de la animación que siempre quiso ser, porque la historia de la heredera a la vanidad rusa me dejó un mal sabor de boca cuando era un niño, y lo volvió a hacer hace unos días.

Creo de verdad en tu potencial Bluth, sólo déjenlo trabajar a gusto.

 

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