Señala el pensador político inglés Edmund Burke “Cuando el hombre público no llega a colocarse en situación de cumplir su deber con eficacia, esa omisión frustra los propósitos de su mandato casi en la misma forma que si lo hubiese traicionado abiertamente”.
Cuántos de los hombres públicos, de funcionarios públicos, traicionan al Estado de Derecho al no cumplir la constitución y los programas sociales de gobierno.
Cuántos de ellos aconsejan subir impuestos para que la clase política gobernante viva con lujos y privilegios, aparte de enriquecerse con los puestos públicos, en lugar de lograr una sociedad productiva.
Los objetivos de desarrollo en el contexto de la administración pública mexicana, son complicados para conocer las actuales condiciones y vislumbrar los obstáculos que debemos enfrentar por medio de otra reforma administrativa.
Sabemos que la nueva gerencia pública sortea dificultades para cumplir con la justicia social, que ya es un concepto obsoleto en el discurso político del Gran Jefe que olvida, que existe una constitución que señala: “considerando la democracia no solamente como una estructura jurídica y un régimen político, sino como un sistema de vida fundado en el constante mejoramiento económico, social y cultural del pueblo”.
Entonces, no se puede ir en contra de este espíritu constitucional, origen de las demandas sociales del pueblo y de sus revoluciones, y que no ha sido escuchado en la actualidad por aquellos que repiten la frase: “no los oigo ni los escucho” porque esperan otra revolución.
Lo único que escuchan son las monedas que llevan en sus bolsillos, que aumenta al reducir el gasto público, aplicar criterios de mercado en las políticas sociales, entre otros factores, y por ello, consiguen resultados críticos en la economía familiar de la mayoría de los mexicanos.
El desempleo ha aumentado, la pobreza se ha profundizado, la violencia se ha incrementado, se ha reducido la cooperación y solidaridad, por ello, el gobierno se aleja cada día de los ciudadanos que gobierna.
La promoción de la democracia es básica para explicar los miles de desaparecidos, en el que participan funcionarios públicos que realizaron el trabajo sucio de una administración que viven en la impunidad; las desapariciones forzadas es un delito de lesa humanidad; entre los desparecidos existen miles de luchadores sociales, y se olvidó que la obligación de un gobierno, de cualquier partido, es proteger la vida y la libertad de sus gobernados.
Por lo que, observamos con preocupación que el ciudadano tiene hambre no solo de alimento, también de justicia, deseo de vivir en libertad y que le respeten la vida; tener educación con maestros de calidad formadores de estudiantes competitivos y no sólo vivir en la sociedad del conocimiento; acumular capital humano creativo, dinámico y volátil no sólo de riquezas.
Sabemos que el capital económico en el libre mercado es un capital de incertidumbre, sin patria, especulativo, que crean una economía ilusoria, crean un mundo ficticio, y en este mundo ficticio es el que vivimos y en el que nos desarrollamos.
La democracia es básica para alcanzar los objetivos, pues las instituciones democráticas fuertes posibilitan la armonía de las diversas fuerzas políticas y sociales, encauzan los conflictos en lograr mayor productividad en una sociedad dinámica.
Con instituciones sólidas y una división de poderes balanceada resulta un Poder Legislativo efectivo, un Poder Judicial confiable, un mejor control y supervisión del Poder Ejecutivo, es la fórmula para seguir viviendo en una República estable.
Las bases sociales las cooptan grupos guerrilleros financiados por el narcotráfico, y están rescatando su autonomía para sobrevivir.
Es cierto, en México existe empobrecimiento, desigualdad, unas veces controlada y otras se intensifica en momentos de recesión económica como es el caso de los años de 1980, 2007, y en este año electoral 2018, que es peligroso, es una amenaza, motivo del financiamiento global y la expansión económica.
Esto dificulta el crecimiento y diseñar estructuras políticas resistentes a las crisis económicas que permitan elaborar un escenario estable y sustentable: difícil tarea porque existen intereses de ciertos grupos que prefieren el estancamiento económico.
Repito: existe una tregua por la época decembrina que es la Navidad y el Año Nuevo, no sabemos cuánto tiempo durará pero sí sabemos que México está en movimiento a gran velocidad; cuando la tregua ya no exista posiblemente esto pueda crear cierta desmovilización ante la movilidad existente y puede existir un periodo lento, después afrontemos los dolores y los partos de la vida democrática; del vientre de la democracia nace, respira, vive el espíritu democrático del pueblo.
Estos grupos ya se están manifestando, con nuevos actores sociales, con proyectos políticos e ideológicos que están en contra de las reformas. Año difícil será 2018.
*Octavio Aristeo López es profesor de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, Universidad Nacional Autónoma de México.
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Twitter: @oaristeo