El 9 de diciembre de 2013, en este espacio comenté que el centralismo siempre está en contra de México, vamos hacia una crisis mayor, es el caso de lo que hoy sucede en Chihuahua.
Por lo mismo, se intensifican los conflictos políticos y sociales, pero la democracia se fortalece. Existe incertidumbre, existen vacíos electorales que permiten el aumento del conflicto político-electoral, por lo que existirá mayor movilización en el país, por fin, se está logrando movilizar a México democrático.
Las clases conservadoras, siempre deseosas de privilegios y monarquía, al no tener el apoyo de las fuerzas políticas de México, buscan y buscarán apoyos para imponer la paz por medio de prácticas aplicadas en la época colonial y en el porfiriato; el primero originó la independencia en 1810 y el segundo, la Revolución Mexicana de 1910.
Es una paz impuesta a cualquier costo. No son capaces de mantener un país estable, y el ser débiles para gobernar, no podrán sostenerse ni con un gobierno policiaco-militarizado ni con sus opositores comparsas como es la izquierda reaccionaria.
Con el fin de sobreproteger a los inversionistas extranjeros y no lesionar a los banqueros nacionales e internacionales, se invoca al centralismo para preservar la nación, idea que sigue circulando a través de los tiempos desde la independencia de México.
La historia de México demuestra que el alto clero católico y la aristocracia gobernante son instrumentos desestabilizadores, por querer restaurar la monarquía colonial que evolucionó con el porfiriato.
Es el centralismo férreo que instrumenta el gobierno federal para someter a las entidades rebeldes, violando el pacto federal.
Las alianzas, los acuerdos, las resoluciones son indelebles de las clases conservadoras porque solo se sustentan por el interés económico y sus privilegios, están alejados de la realidad del pueblo; y solo renacen problemáticas históricas, que han llevado a nuestro país a situaciones difíciles, como es el caso que, existen más de 60 millones de pobres, ha crecido la pobreza.
La clase política mexicana, la élite política, está buscando una nueva identidad alejada del pueblo mexicano, la vinculación entre gobierno y sociedad se está profundizando al querer reformar el sistema político mexicano, por lo que vivimos otro de los momentos difíciles de la historia de nuestro país; es una reforma hacia el retroceso, está cambiando la relación del gobierno con la sociedad, esto también nos hace ser más demandantes democráticos.
El centralismo se está adaptando a las nuevas circunstancias históricas concretas que no está desvinculado con la globalidad.
Se está creando una reforma política centralista sin revocación de mandato ni rendición de cuentas del gobierno. No existe democracia interna en los partidos políticos. En la subordinación de mayoría y minoría, pero no existe claridad en quien es mayoría y quien es minoría, en México existe confusión en este término conceptual.
Este es parte del contexto político en la que estamos viviendo los mexicanos. Ahora, los partidos políticos en México carecen de una fuerte organización, no tienen capacidad en el debate político abierto y libre. Solo se observa la disciplina obligatoria de cumplir y hacer cumplir con las decisiones de sus líderes superiores.
No es nuevo señalar que centralismo y democracia son conceptos contradictorios y, aparentemente, incompatibles. Existe dificultad hacer compatibles ambos conceptos, que han de convivir en un difícil equilibrio democrático.
En la realidad, tan importante es el centralismo como lo es la democracia en nuestro país. En la combinación de centralismo y democracia existe una excesiva disciplina de los actores políticos y sacrifica la libertad en una organización centralizada, para alcanzar el crecimiento económico con eficacia y prontitud; en donde las decisiones políticas fluyen de arriba hacia abajo, lo ideal, es que fluyan también de abajo hacia arriba, no con encuestas que son antidemocráticas, sino con la participación de los ciudadanos.
Los excesos de organización acaban con la espontaneidad, con la libertad, la creatividad de quienes lo integran; por supuesto que la carencia de organización nos lleva a la anarquía, por lo que la organización del gobierno y de la clase política tiene que mejorar, renovar y adecuarse a las distintas circunstancias.
Ya despertaron los sentimientos nacionales dormidos. Por lo mismo, el centralismo disgrega la República Mexicana, no une ni unifica, solo fomenta movimientos separatistas, tenemos varios ejemplos en la historia del siglo XIX y siglo XX, que también veremos en el siglo XXI.
Un país dividido invoca el centralismo, después, el centralismo divide, esta es la cuestión histórica, esto debilita a los gobiernos centralistas y no tienen capacidad para defender y conservar a la nación.
Por consiguiente, los procesos democráticos y revolucionarios vendrán de la periferia no del centro, así sucedió en el porfiriato. Señala en sus textos Jesús Reyes Heroles: “los intereses centralizados se imponen y su ley no es la transformación, sino la conservación”.
*Octavio Aristeo López es profesor de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, Universidad Nacional Autónoma de México.
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Twitter: @oaristeo