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viernes, abril 19, 2024

Replantear el poder soberano

La globalización es la integración mundial en todos los órdenes del quehacer humano por medio de la eliminación de cualquier barrera que prohíba o limite el libre tránsito de mercancías, bienes, capitales, servicios, información, conocimientos y personas, pero también señala el sociólogo alemán Ulrich Beck (1944-2015) es “ausencia de Estado mundial: más concretamente: sociedad mundial sin Estado mundial y sin gobierno mundial […] donde no existe ningún poder hegemónico ni ningún régimen internacional, ya de tipo económico o político.” (Beck, 1998, pág. 32)

De esta forma, se ha configurado una dinámica social en la que se requieren nuevas reglas, con lo cual, los Estados se han visto obligados a adecuar las formas en que interactúan entre sí, abriendo un sinfín de posibilidades para que las personas que los integran puedan desarrollar sus actividades globales de la mejor forma.

Si el Estado pierde la soberanía no tiene control total de la economía y las sociedades se convierten en sociedades globales que rigen y dominan en falta de identidad eliminando pertenencia y pérdida de nacionalismo que está en decadencia.

Pareciera que vivimos en un Estado por adquisición que Thomas Hobbes define en el Leviatán en el que el poder soberano es adquirido por la fuerza por miedo a la  muerte o la esclavitud; por lo que los derechos por adquisición se funda en una contrato entre los súbditos y el soberano, contrato que impone límites al poder gobernante. Después se convierte en Estado por institución, en los cuales la soberanía se funda en un pacto acordado entre los futuros súbditos.

La naturaleza del poder soberano del Leviatán ante quien se desvanecen lo demás poderes de este mundo, representa a todos quienes suscriben el pacto funcional de la sociedad civil, de modo que su voluntad es la voluntad de los súbditos que después se convierte en un poder extraño, ajeno, una sociedad alienada, con el fetichismo del Estado.

En relación a éstos, el soberano permanece, para todos los efectos prácticos, en el estado de naturaleza, donde admite que mediante el pacto fundacional los súbditos no renuncian al derecho a  defender sus vidas, el derecho a resistir a quienes quieren quitársela o privarle de su libertad o causarle algún daño físico.

El pueblo al elegir a sus gobernantes es soberano, por medio de la democracia electoral permite la participación ciudadana en las votaciones, después, tiene que aguantar el gobierno, esperando  próximas votaciones para volver a ejercer su “democracia”. Esta es sin duda la manera de hacer creer al pueblo que es soberano y la democracia es el gobierno del pueblo.

Sabemos que pueblo tiene la titularidad del poder, pero su ejercicio se limita al voto, es decir elegir a aquellos que decidirán por él. Esta realidad se ve más clara cuando el filósofo y politólogo italiano Norberto Bobbio (1909-2004) describe la democracia de la siguiente manera: “Un conjunto de reglas (primarias o fundamentales) que establecen quién está autorizado para tomar las decisiones colectivas y bajo que procedimientos.”

Por consiguiente, en “La cuestión de la democracia”, Claude Lefort (1924-2010), filósofo francés, señala que muchos politólogos y sociólogos aíslan los fenómenos políticos de otros fenómenos sociales particulares, como los económicos, jurídicos, estéticos, etc. Esto tiene como consecuencia que sus investigaciones no interroguen las formas sociales bajo las que se presentan estos fenómenos ni la legitimación de aislar dichos fenómenos.

Por ello, para el politólogo y sociólogo argentino Atilio Alberto Borón (1943-), lo que en realidad existe que integra en su seno una diversidad de factores explicativos que trascienden las fronteras de la política, y que combina una amplia variedad de elementos procedentes de todas las esferas analíticamente distinguible de la vida social. Lo que hay es una teoría que plantea una reflexión integral sobre la totalidad de los aspectos que constituyen la vida social, superadora de la fragmentación característica de la cosmovisión burguesa.

Por lo tanto, Claude Lefort, afirma que la singularidad de la democracia no resulta plenamente evidente hasta compararla con el sistema monárquico del Antiguo Régimen y su transición. En las monarquías, el poder se incorporaba en la persona del príncipe y éste daba cuerpo a la sociedad, como unidad sustancial, el caique, el caudillo unifica, personifica al pueblo. En cambio, en la democracia el lugar o cuerpo del poder queda vacío, los gobernantes no pueden apropiarse o incorporarse al poder, su ejercicio se somete al procedimiento de una revisión periódica. De acuerdo con Lefort, la sociedad democrática se instituye como sociedad sin cuerpo que destruye la representación de una totalidad orgánica (monárquica).

En consecuencia, replantear el poder soberano es repensar la democracia más allá de un sistema de instituciones, la democracia debe renovarse, debe inventarse de manera constante o el riesgo de retroceder al totalitarismo. Es necesaria una continua revisión y reinvención del concepto de democracia, desde los postulados del pensador, jurista, político e historiador francés, Alexis Henri Charles de Clérel, vizconde de Tocqueville (1805-1859), hasta el concepto de democracia en nuestros días, principios democráticos que tiene fundamentos en el poder judicial y apego a la legalidad.

Para ello, quisiera compartirte una parte del contenido del artículo 3 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, en el cual, se define la democracia mexicana:

… considerando a la democracia no solamente como una estructura jurídica y un régimen político, sino como un sistema de vida fundado en el constante mejoramiento económico, social y cultural del pueblo…

Ahora, existe otra categoría en las ciencias sociales con respecto al Tercer Sector en el proceso democrático, podría señalar que se trata de aquella parte de la sociedad participativa, que busca soluciones a aquellos problemas de los que el Estado no puede hacerse cargo o busca generar la acción del Estado para solucionar problemáticas específicas, no sólo aquella sociedad que resulta ser el elemento poblacional de un Estado, misma que se distingue por tratarse de organizaciones privadas de participación voluntaria y autónomas en su desempeño, sin fines de lucro, precisando el lucro como beneficio meramente económico, ya que invariablemente la actuación del Tercer Sector, obtiene resultados benéficos (sociales y políticos) que se reflejan en diversos ámbitos.

Dentro del caótico fenómeno del asociacionismo mundial, dos son las categorías que han adquirido mayor relevancia en las últimas décadas, estas son: los conceptos de asociación civil y tercer sector. Si bien, ambos conceptos son ambiguos, en líneas generales hacen referencia a asociaciones, organizaciones, grupos y colectivos sin fines de lucro, que desde la sociedad aparecen con el fin de realizar una gran variedad de tareas en el ámbito público, actividades no asimilables al mercado y al margen del Estado.

Vivimos en una sociedad mundial de intercambios comerciales, culturales y económicos, en la actualidad todos o casi todos los países del mundo se entrelazan en relaciones sociales y culturales, en donde podemos observar que no están integradas a una política de Estado, de manera que están constituidos en una pluralidad sin unidad y en total desorden político.

Si bien el proceso de globalización no se detiene, la globalidad (sociedad mundial concebida como una pluralidad sin unidad) y el globalismo (dominio pleno o sustitución del mercado sobre el quehacer político) son conceptos que deberán matizarse y adaptarse a un mundo que en definitiva no puede prescindir y no sabe organizarse sin la esfera política.

Profesor de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales,

Universidad Nacional Autónoma de México.

oaristeolopez@gmail.com

 

Octavio Aristeo López
Octavio Aristeo López
Profesor de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, Universidad Nacional Autónoma de México. Correo electrónico: oaristeolopez@gmail.com

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