La lucha desordenada por el poder ocasiona que las instituciones estén al margen por no regular esta lucha en la estructura organizativa, entonces, ni la normatividad ni los valores son tomados en cuenta para seleccionar a la clase gobernante.
Samuel Phillips Huntington (1927-2008), politólogo norteamericano, fue Director del Instituto John M. Olin de Estudios Estratégicos de la Universidad de Harvard, conocedor de la relación del gobierno civil y militar ocasiona estos conflictos que provoca los golpes de estado en los países latinoamericanos o subdesarrollados.
Sus libros más conocidos son: “El choque de la civilizaciones”, “Quiénes somos: Los desafíos a la identidad nacional americana” y “El orden político en las sociedades de cambio”, escrito en 1972, sostiene que es de vital importancia, más allá de si un régimen es dictatorial o democrático, es la estabilidad social y política de un país.
La ineficiencia de los titulares de las instituciones políticas nos lleva a la inestabilidad, pues no son capaces de mantener el orden político en las sociedades, más cuando se desarrollan rápidos cambios sociales y el surgimiento de nuevos grupos de movilización política.
El poder de la clase gobernante es mandar en las diferentes formas de gobierno en el que el mandato es justificado por medio de un consenso social, en el que exista obediencia y lealtad de los ciudadanos, cuando se sustenta en la seguridad y la confianza de un Estado de Derecho.
La decadencia política de los países subdesarrollados o en vía de desarrollo como México, se da por la desconfianza en los estratos gubernamentales, en donde no hay lealtad del ciudadano ni de la burocracia, mucho menos del ejército, solo sirven al dinero y al odio, que provoca golpes de Estado o gobiernos débiles.
Por lo que se fragmenta el poder y contribuye a instrumentar modelos de autoridad caciquil arcaicos que gobiernan en territorios específicos, de aquí la existencia de los caciques que están en contra de las instituciones establecidas, por ende, en contra de la democracia y de un Estado de Derecho donde el ciudadano es vulnerable en su soledad.
Esto provoca lo siguiente: cuando las instituciones no son capaces de responder a las demandas de la sociedad por cuestiones caciquiles, se vuelven inestables, ya que no son autónomas y no se adaptan al cambio ni moderan el conflicto ni articulan las demandas de la sociedad.
Por consiguiente, cuando sí se quieren realizar reformas o cambios para que evolucione la sociedad a estadios superiores de civilización democrática, se frena el poder de los grupos privilegiados, de aquí que se debe tomar en cuenta que en ninguna sociedad se producen reformas sociales, económicas o políticas sin violencia.
La legitimidad de un gobierno no está sustentada en las armas sino en las instituciones democráticas adaptables a la coyuntura nacional e internacional; por lo que los cambios políticos pueden lograrse a través de consensos y pactos con los actores políticos y grupos de poder.
Si los titulares de las instituciones están carcomidos por una corrupción endémica, no pueden realizar el cambio deseado, si se instrumentan los cambios será un gobierno que no gobiernan, el poder se fragmenta en poderes y por ende existirá un gobierno débil.
Señala Nicos Poulantzas (1936-1979) sociólogo, destacado marxista estructural defensor del eurocomunismo, en su libro “Poder político y clases sociales en el Estado capitalista”, capítulo 5, El problema en las formas de Estado y en las formas de régimen es la intervención de lo político en lo económico, política económica o economía política, pero quien posee la soberanía es el dominante.
La soberanía de los ciudadanos es depositada en sus representantes, que se apropian de la soberanía, y se convierten en clase dominante; una forma de legitimarse es la democracia, los procesos electorales como parte de la democracia concentran el poder en la clase dominante e impiden la conquista del poder político por la clase dominada, por ello, la desorganización de la sociedad y de que los partidos formen bloques de poder hegemónicos, son obstaculizados y limitados al fabricar delitos a los ciudadanos por ser críticos, se convierten en perseguidos políticos.
En este caso, en México, el régimen presidencialista tiene una estructura fuerte, una disciplina interna rígida, que puede llegar a ser un régimen no democrático como señala Juan José Linz (1926-2013), sociólogo y politólogo español, conocido por sus teorías sobre sistemas de gobiernos totalitarios y autoritarios.
Señala que el autoritario se caracteriza por tener un pluralismo político limitado y por no tener una ideología compleja, un líder detenta el poder y lo ejerce dentro de los límites formalmente mal definidos pero claros, judicializa la política.
Los regímenes totalitarios cuentan con una ideología desarrollada que se encuentran en el nivel de la comunidad política como en las normas y estructuras de autoridad; existe un partido único desarrollado y otras organizaciones mantienen una movilización política contínua, el poder está en manos de un individuo, existe además una práctica de terror y represión que golpea también a la elite y sanciona a opositores potenciales violando sus derechos políticos y humanos.
En un mundo globalizado, las experiencias de democracia se trasladan de un país a otro, circulan a gran velocidad, que permiten marcar rutas, garantizar o al menos impulsar el éxito de estos procesos tales en el caso de México, que ser crítico es estar en soledad en un régimen autoritario o totalitario.
*Octavio Aristeo López es profesor de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, Universidad Nacional Autónoma de México.
Correo electrónico: oaristeolopez@gmail.com
Twitter: @oaristeo