El Estado es ese armazón de instituciones organizadas para resolver los asuntos de la sociedad. Ya saben quién lo llamó “elefante esclerótico”.
Y esa sociedad puede constituirse en tal o cual formación política; por eso, México tiene una constitución federal, democrática y representativa de todos.
Todo ese tinglado crece o se achica según lo administren. Los llamados neoliberales dijeron que el Estado no debía ser mayor que el mercado capitalista. Con eso quisieron que nadie regulara al capital con sus operaciones. Los estatistas, en contrario, quieren que todo lo haga precisamente el Estado, hasta producir riqueza.
En medio de esos dos frentes, existimos la inmensa mayoría que sufre las consecuencias de unos y otros. La peor de todas, la miseria.
Hoy, cuando la pandemia ha obligado a escondernos, vemos cómo las instituciones y sus administradores son francamente incompetentes. Ya de antes, en México, la administración central obligó a reducir gastos, dependencias y a correr empleados de todo tipo con el paro de la austeridad, ahora exige que reduzcan su gasto a la mitad. En nuestro territorio guanajuatense, la enquistada casta pintada de azul ha puesto al aparato institucional al servicio de sus intereses, como lo demuestra su ausencia premeditada del ataque a la violencia criminal y ahora también reduce gastos; bueno, hasta politiquillos como el de Guanajuato capital se lanzan a exigir que ya no se le pague al gobierno central los impuestos, sin importar que si no hay para uno, no hay para todos.
Total, la insuficiencia del Estado nos hace sufrir, y más cuando está en manos de la estupidez…