Suena una notificación y se enciende la pantalla de un celular que reposaba sobre una mesa cercana a la nuestra. Nos giramos, y posiblemente pensamos lo mismo, será la notificación de una noticia importante o una actualización informativa, o tal vez no, podría ser tan solo una solicitud de amistad, o incluso podría ser nada. Ensimismado, reflexionaba sobre esto de la actualización informativa, que según tengo entendido, se lleva a cabo modificando o reescribiendo la noticia original, algo similar a la propuesta de Orwell en 1984, donde dijo que: se cotejaban todas las correcciones, se volvía a imprimir el periódico, se destruía la copia original y se incluía la copia corregida en los archivos; y por otro lado, pensaba también en la cantidad de personas que desde sus redes sociales comparten una y otra vez las mismas noticias, y al final, según Byung-Chul Han, en Por favor, cierra los ojos, con tanta información no se puede concluir nada sobre lo que se ha visto.
De pronto sonó otra notificación, no sé si del mismo celular, pero sonó como si fuera una de esas viejas campanillas de recepción de hotel, y me desperté. Una vez recuperado del trance noticioso, vi que José sonreía en silencio, como si estuviese viajando a través del tiempo. Regresó, me miró y pregunto: ¿Sabías que a causa de un panfleto distribuido en 1541 en la Nueva España, que anunciaba un terrible terremoto en Guatemala, las noticias empezaron a ser pregonadas por las calles? José pregoneó: ¡Las noticias como son! Se fueron los papeleritos. Todos los detalles en ¡las noticias antes meridiano! Extra, Extra, las notificaciones llegaron para quedarse. ¡Ha salido en el Diario de información! adiós a los periodiqueros… y nos reímos.
A pesar de que estaba poca gente en la terraza, supongo que por el mucho calor que hacía o simplemente, porque no a todos les gusta tomar café a media tarde, nos miraban con curiosidad. Indiferente, José agregó: Eran los voceadores, aunque también los llamaban de periodiqueros, papeleros o papeleritos, casi siempre niños o adultos, y en algún tiempo, no hace mucho, adultos mayores que recorrían las calles de la ciudad cantando las noticias del día. Por desgracia, entre 1823 y 1828 las autoridades prohibieron el pregonar de las noticias en lugares públicos, acusando a los voceadores de agitadores, hasta 1853 fueron perseguidos, y a partir de ese año, solo se les permitía gritar el título de los diarios, pero no el contenido de las noticias. ¡Imagínate, no podían dar voz a lo que sucedía en su país!
Sin embargo, lo peor aún estaba por llegar; en 1985 las autoridades empezaron a encarcelar a los voceadores porque, según quienes, se consideraban una amenaza para la paz ciudadana, y a pesar de que en 1923 se había fundado la Unión de Expendedores y Voceadores de los Periódicos de México para protegerlos, los cambios sociales y políticos llevaron a que estos cedieran su lugar, primero, a los vendedores ambulantes y después, a los puestos fijos. José hizo una pausa y confesó: ¿sabes? siento nostalgia de esas gentes que cantaban noticias desde el sudor y el alma, y que durante décadas dominaron las mañanas de este país.
No importaba si hacia frio o calor, nada les impedía de moverse entre carros, microbuses y peatones, haciendo resonar los titulares, resumiendo las noticias en una frase y soltando el clásico grito del “¡Extra, Extra!”. Nos recostamos en las incomodas sillas de plástico y José murmuró: supongo que es imposible saber a ciencia cierta cuantas familias dependían por completo de la venta de periódicos, cuantas personas se despertaban de madrugada para ir a buscar los ejemplares, venderlos durante la mañana, y después, en la tarde, hacer cuentas de lo que se había vendido y de lo que no, y descansar…se hizo un silencio prolongado.
Tomé el celular y me puse a Googlear, descubrí que desde la década de los 50, las personas con mayores dificultades económicas trabajaban como mozos, botones, repartidores, mandaderos y periodiqueros; y que en 1945, Mario Moreno en su icónico papel de Cantinflas protagonizó a un joven vendedor de periódicos en la Ciudad de México: Un día con el diablo…seguramente un 20 de abril.
Orwell, George. (2019). 1984. Buenos Aires: Debolsillo.
Byung-Chul Han. (2016). Por favor, cierra los ojos. Barcelona: Herder Editorial.