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domingo, abril 20, 2025

¿Basta pensar positivo y vibrar alto para ser feliz? Aristóteles responde

Juan Manuel Martínez Serret

Libros, podcast y videos de superación personal y autoayuda aseguran que la clave del éxito y la felicidad es el pensamiento positivo. Que para lograr nuestros sueños hay que mentalizarnos, vibrar alto y esperar, que es necesario perder el miedo al fracaso. ¿Qué diría Aristóteles? Llaman la atención algunos de los términos que hemos mencionado: éxito, felicidad, pensamiento positivo, sueños, miedo, fracaso. Es común que creamos que para alcanzar el éxito y la felicidad sea necesario mantener una actitud positiva, perderle el miedo al fracaso, intentar lograr las metas y sueños con tenacidad. Quizá así sea, pero para la filosofía no es tan sencillo, ya que a los filósofos les gusta complicar las cosas para resaltar matices y sutilezas que no vemos a simple vista.

Aristóteles aconsejaría primero definir el concepto de éxito, que para él consistiría en desarrollar plenamente las potencialidades humanas, convirtiendo en realidad nuestras posibilidades. Esto implica conocer la naturaleza del ser humano, definido como un ser social, político y racional, que debe satisfacer sus necesidades básicas para aspirar a la plenitud. El éxito humano también requiere convivir armónicamente con otros, lo que exige virtudes como coraje, generosidad y prudencia. Solo a través de la sociedad es posible desarrollar nuestras capacidades, alcanzar el éxito y experimentar esa sensación de bienestar, satisfacción y realización a la que llamamos felicidad.

Los humanos necesitamos de nuestra más preciada herramienta para desarrollarnos plenamente: el razonamiento. La razón nos guía en la búsqueda de las virtudes, de las acciones correctas y la excelencia. Nos orienta en la vida, en las acciones del día a día de la forma más prudente. La razón nos ayuda a distinguir un acto imprudente (vicio) de uno prudente (virtud). La exageración, la radicalización, el extremismo, eso es el vicio. La virtud, lo que hay que hacer, es no irse a los extremos, buscar el justo medio entre dos actitudes exageradas, entre dos vicios. Es una búsqueda constante de la mesura. Por ejemplo: la valentía es el justo medio entre la temeridad y la cobardía; la liberalidad está entre la prodigalidad y tacañería; la esplendidez entre la extravagancia y mezquindad; la magnanimidad entre la vanidad y pusilanimidad; la veracidad entre la fanfarronería y el disimulo; la gracia no es ni bufonería ni rusticidad. Ser amable consiste en no ser ni obsequioso, ni adulador, pero tampoco quisquilloso o malhumorado. La indignación no es ni envidia ni malignidad. Todas estas actitudes virtuosas o excelentes son descubrimientos de la razón humana y conquistas diarias al momento de vivir. No basta con aprender de memoria su definición o con tenerlas en la mente siempre, tampoco se trata de imponerlas a los demás. Lo que se necesita es un proceso de reflexión que lleva tiempo y esfuerzo, y lo más importante, poner en práctica las virtudes aunque nos equivoquemos.

Pienso que si le preguntáramos a Aristóteles si basta pensar positivo para ser feliz, la respuesta sería un rotundo “NO”. Lo que habría que hacer es actuar buscando el justo medio de la virtud. Hacerlo un hábito, una costumbre, algo casi automático. Haría falta pensar más sobre nuestro actuar y perfeccionarlo con la práctica.

Pero no olvidemos nunca que es necesario satisfacer primero las necesidades básicas. Vivimos en una sociedad que le niega los satisfactores mínimos como comida, vivienda, salud, seguridad y educación a muchas personas, ¿cómo van a desarrollar plenamente sus potencialidades y capacidades? ¿Cuándo van a ser productivos a la sociedad, ser felices y virtuosos, buenos o justos? ¿Pensando positivo y vibrando alto? No, porque es mucho más importante la acción que la intención, los hechos que los pensamientos. No hay que pensar positivo y no se puede vibrar alto si no has comido. Mejor actuar positivo. Luchar por una distribución de la riqueza más justa y equitativa para así poder actuar sobre una base firme, donde las necesidades más elementales estén cubiertas y vibrar como se nos dé la gana. Para Aristóteles, el verdadero éxito consiste en llegar a ser plenamente humano. No el dinero o la fama, ni siquiera lograr aquello que hemos deseado tanto tiempo. Si así fuera los talibanes en el 2001 tuvieron “éxito”, completaron su objetivo en Manhattan, fueron famosos, pero ni siquiera ellos lograron su meta solamente con pensar positivo. Tuvieron que trabajar mucho, entrenar, planear. Resulta evidente que dicho “éxito” es incompatible con la virtud. Ellos no hicieron nada dentro del justo medio. El éxito verdadero es ser realmente humano, hábil para la convivencia social, la racionalidad y la práctica constante de la virtud o excelencia. Tendríamos que practicar a diario. La clave está en el hábito. Para ser puntual hay que llegar temprano, para ser sincero hay que decir la verdad. No basta con pensarlo o quererlo.

El ser humano es feliz con la práctica continua de la convivencia, la reflexión racional y la virtud. El desarrollo de nuestras potencialidades no puede darse fuera de la sociedad humana. Los otros nos humanizan pues piensan y nos ayudan a pensar. Sin los demás ¿con quién practicaríamos la generosidad o la paciencia?

El miedo al fracaso es un vicio, el no tener ningún miedo es otro. Además hay que tener cuidado en la manera de elegir nuestros sueños, esperanzas y expectativas. ¿Alguien puede ser feliz cumpliendo cualquier tipo de deseo? ¿Se puede ser exitoso sin tomar en cuenta a los otros? Aquí entra en juego el papel fundamental de la prudencia y la reflexión sobre la racionalidad. Razón y prudencia en la elección de las metas, donde pensar positivo, no tener miedo al fracaso, vibrar alto y cumplir los sueños no basta, no es suficiente para ser un humano pleno, verdadero. Esto es lo que pienso que pensaría Aristóteles y lo que pienso después de pensar en lo que pensaría Aristóteles.

Bibliografía sugerida:

GROVES, Judy y WOODFIN, Rupert. Aristóteles para principiantes. Longseller 2002.

ROBINSON, Dave y GARRATT, Chris. Ética para todos. Paidós 2005.

SAVATER, Fernando. Ética para Amador. Ariel 1996.

XIRAU, Ramón. Introducción a la historia de la filosofía. UNAM 2009.

Sporadikus
Sporadikus
Esporádico designa algo ocasional sin enlaces ni antecedentes. Viene del latín sporadicos y éste del griego sporadikus que quiere decir disperso. Sporás también significa semilla en griego, pero en ciencia espora designa una célula sin forma ni estructura que no necesitan unirse a otro elemento para formar cigoto y puede separarse de la planta o dividirse reiteradamente hasta crear algo nuevo. Sporadikus está conformado por un grupo de estudiantes y profesores del departamento de filosofía de la UG que busca compartir una voz común alejada del aula y en contacto con aquello efervescente de la realidad íntima o común. Queremos conjuntar letras para formar una pequeña comunidad esporádica, dispersa en temas, enfoques o motivaciones pero que reacciona y resiste ante los hechos del mundo: en esta diversidad cada autor emerge por sí solo y es responsable de lo que aquí se expresa.

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