Tengo para mí que la principal razón de nuestro alejamiento de la política es que los políticos siempre han comprado los votos.
Afiliados, militantes o simpatizantes de un proyecto político han habido, pero con ellos no alcanza para ganar elecciones.
Ya parece remoto el tiempo en que el PRI era amo y señor, así como es el PAN en Guanajuato y anhela ser Morena. Las generaciones actuales ni el recuerdo tienen y por eso el lópezobradorismo les parece original y el panismo resulta light.
Partidos van y vienen pero un hilo conductor les une: el clientelismo, vernos a los votantes como una clientela a la cual se puede adquirir con dádivas. Todos le han hecho igual cuando se vienen las campañas electorales. Y el papá de ellos es, sin dudarlo, el priismo. Si querías obtener el voto campesino, rural y de agroproductores, entonces la Confederación Nacional Campesina organizaba lo necesario para llevar a su gente a mítines y urnas; si necesitabas el voto de los trabajadores urbanos, pues la Confederación de Trabajadores de México los llevaba a lo mismo; y si la urbanización generaba las llamadas clases populares, la Confederación Nacional de Organizaciones Populares también llenaba plazas y urnas. Los denominados sectores se movían al encargo del que iba a ser, y había que quedar bien con él. Todos los recursos públicos se canalizaban por esas vías y así se garantizaban triunfos mayoritarios, arrasadores. Eran las elecciones organizadas por los gobiernos de todos lados coordinados por la jefatura política. Era el país tricolor.
Esa es la práctica base: todo el Estado se usa para armar las campañas y para ganar a como dé lugar, trátese del partido de que se trate. Así lo vimos, así lo vemos.