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viernes, abril 19, 2024

Acoso turismero

Nadie ha podido construir una industria turística para la ciudad de Guanajuato.

Los buscadores de metales oyeron bien el tintineo de la plata, así fue que levantaron la industria minera que duró hasta el siglo veinte como motivo y razón de ser en la cañada. Guanajuato eran sus minas y haciendas de beneficio de metales. Era una ciudad industrial. Pero llegaron la decadencia y el abandono.

Las enormes construcciones mineras se fueron destruyendo abriéndole paso a la urbanización. Se fue inventando otra urbe y con ella los problemas para habitarla.

En 1972, el gobierno echeverrista quiso hacer de la ciudad capital un polo turístico como salida para la pobreza e incuria que le azotaban. Pero solo le adjudicó un producto federal anual: el Festival Internacional Cervantino, ya en decadencia.

El mito se amarró entonces: que Guanajuato es cultura (desde la Atenas de por acá) y que la gente que la visita excita esa epifanía.

Ahora, ya metidos de lleno en el siglo veintiuno, la ciudad sufre asfixias de toda índole: la poblacional, la movilidad, la sanitaria, la creciente inseguridad, las aguas, etcétera. Las viviendas se han vuelto comercios, particularmente embriagaderos y hospederías. Hay horas al anochecer en que nadie vive, solo perviven los trasnochados que temen encontrarse con policías agarra borrachos.
Miles de visitantes ejercen su derecho a entrar a la ciudad, pero lo hacen mal y de malas. No hay capacidad monetaria para quedarse a ver la ciudad al completo. Todo está reducido al topismo: que las momias, que las escalinatas, que el pípila, que… y ya.

En todos estos años lo más que le ha faltado a la ciudad es una cosa elemental: gobierno.

Arturo Miranda Montero
Arturo Miranda Montero
Profesor y gestor asiduo de la política como celebración de la vida juntos.

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