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domingo, abril 20, 2025

Adiós, abnegadas

El que quiera ver, que vea: en Guanajuato hay algo más de seis millones de habitantes; tres millones y pico son mujeres y menos de tres millones, hombres.

La irrupción femenina tiene consecuencias muy notables y lejanas de las consejas populares. Ya no rifa tanto aquello de que la mujer y la sartén en la cocina están bien, ni tampoco ¡la mujer a su casa!.

Cada vez más, las mujeres se dedican a sí mismas, a sus ideas, a sus proyectos, a sus demandas. Buscan su autonomía, se reducen las que quieren depender de un hombre, trabajan para no tener familia o para tenerla, eso lo están decidiendo ellas.

Sus vidas privadas todavía están en la mira. Son muchísimos los dichos y sentencias que las agreden calificándolas, juzgándolas desde el machismo anidado en ellas mismas y, desde luego, en los hombres. Una mujer es una pérdida cuando se sale del huacal. De ahí eso de calificarles como perdidas para la religión y para la sociedad. Pero eso cambia. Ahora ellas se encuentran a sí mismas y toman sus propias decisiones, gusten o no a sus fiscales de siempre.

Miles de mujeres ya no sacrifican ni renuncian a sus más íntimos intereses. Las ataduras religiosas se rompen cuando éstas resisten a sus motivos. Su cuerpo es, ¡oh sorpresa!, de ellas. Si quieren vestirlo o desvestirlo es su asunto, de nadie más. Es la libertad, no el libertinaje que atizan los machines o las negadas de sí mismas.

Si deciden embarazarse o interrumpirlo, resulta su decisión personal, intransferible, por una sencilla razón: es su cuerpo, y la ley está modificándose merced a ese empuje. Si van a la política, bienvenidas. Ahí sí que es cosa pública y por eso quedan sometidas a escrutinio público, como cualquiera que busque el poder.

Arturo Miranda Montero
Arturo Miranda Montero
Profesor y gestor asiduo de la política como celebración de la vida juntos.

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