Pos con la novedad de que los gobiernos ya se acabaron. Ora todos a las campañas.
A nuestros ocho pecados capitales tenemos que agregarles las plagas bíblicas. La de ahora es la chapulinada.
Si en los periodos gubernamentales los problemas nos atosigan, cuando ya no hay ni quién pele en las oficinas públicas, todo se vuelve caótico. A la sordera y ninguneo cotidianos a que nos someten los burócratas y politiquillos, tenemos que agregar su ausencia cuasi definitiva: el licenciado no está, anda en la campaña…
Con cinismo de caraduras los iremos encontrando sonrientes y prometedores, regaladores y saludadores en los sitios menos esperados, esos a los que en su encargo anterior ni por equivocación conocían.
A la fuga sistemática de las obligaciones de ley, sumémosle la emigración a otras posiciones donde –diosito quiera- obtendrán más y mejores privilegios.
Qué importa que la inseguridad sea más y más criminal; menos importante es la falta de ingreso de la mayoría; educación y salud es cosa del que tenga uñas pa’rascarse. Lo verdaderamente importante es que “el partido me dé la oportunidad de servirle en la posición en que le sea útil”.
Si de sistema hablamos, hay que vérselas con la burocracia que ante cualquier reclamo solo lanza el cuchillo de palo: así está en el sistema. Punto. Ningún trámite avanza, ninguna cita es posible, ninguna respuesta… ¿A quién acudir? -El licenciado no está porque anda en la campaña…