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viernes, abril 19, 2024

Besos prohibidos

¿En dónde se besan los panistas?

Hay que recordar que allá por 2009, se impuso reglamentariamente “inculcar valores y civilidad” entre la población, porque “puede haber una sanción… si no lo prohíbes, si no lo contemplas, la gente lo va a hacer”. Arguyeron entonces que los jóvenes se dan “unos agarrones de olimpiada”. El Bando ayunteril rezó en su artículo 36, fracción III: “Realizar tocamientos obscenos en espacios públicos es una infracción contra la moral del individuo y la familia”. Por tanto, aquel que realice “tocamientos obscenos en espacios públicos se hará acreedor a una sanción de 36 horas de cárcel o multas de hasta 30 salarios mínimos”. Obviamente, fue la escandalera allende la cañada. Y va pat´rás porque también prohibía “proferir groserías, pedir limosna, vender en la calle y sobre los promotores turísticos que se acerquen a los automovilistas, a las personas que no usen los puentes peatonales y a los limpiaparabrisas”. El pobrerío en la mira. De allá para acá, otro gobierno (es un decir) blanquiazul la emprendió contra el mismísimo callejón del Beso: lo clausuró. Ya no se arguyeron atoles valorales y esas zarandajas; no, hoy simplemente lo cerraron por la incapacidad de hacer lo básico: gobernar.

Todo el espacio público bajo jurisdicción municipal tiene su reglamentación, pero como en este país nada de que la ley es la ley, se hace lo que se ocurra y convenga. La invención del callejón del beso como tópico turístico nos deja ver a las claras cómo se ha desenvuelto el turismo guanajuatense: pura ocurrencia y háganle como puedan. Por eso los vecinos se confrontan, los guías agandallan y los turistas caen como moscas en ese plato pegostioso en las meras barbas oficiales.

Arturo Miranda Montero
Arturo Miranda Montero
Profesor y gestor asiduo de la política como celebración de la vida juntos.

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