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jueves, diciembre 12, 2024

Callejón de la amargura

Los guanajuatenses estamos salados.

Día a día nos matan, asaltan, agreden, violan, acosan. Mes tras mes las cifras de la violencia crecen. Las mujeres y los policías son las víctimas propiciatorias.

En la economía, seis de cada diez guanajuas sobreviven de su propio esfuerzo; el resto está sujeto a condiciones laborales francamente magras. Somos menos los trabajadores formales y muchos más los informales. Por eso el endeudamiento usurero y consumista agarra al pobrerío con una mano atrás y otra adelante. Los privilegiados, los que gozan de las leyes en su beneficio, esos viven muy bien. La derrama entre los ricos y ese pobrerío es obvia.

Tener casa, moverse en las distancias urbanas y suburbanas, comer más o menos y vestirse, se lleva más del ingreso personal, lo que obliga a reunir a los demás integrantes de las familias para que arrimen dinero; pero las más de las veces, lo que llevan son broncas.

Ya el censo que se anda levantando nos dirá en qué condiciones vivimos con datos duros; aunque parece que ese ejercicio tropieza. Pero no faltan evidencias cotidianas que fijan a Guanajuato como un estado atrasado, por pobre y analfabeta.

Claro que existen los vanagloriosos de la “grandeza” histórica. Su problema es que adoran al pasado. El presente es el problema, porque del futuro poca cosa para soñar. Por eso es que las disputas y habladurías políticas no llevan a nada. El tira-tira en redes solo propicia indigencia mental.

De los gobernantes ni hablar: dedicados a sus negocios-botín y a dorarse la imagen a nuestra costa. Y, encima, la pandemia…

Arturo Miranda Montero
Arturo Miranda Montero
Profesor y gestor asiduo de la política como celebración de la vida juntos.

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