Ya sabemos que los gobiernos municipales son calamitosos. Pero hay alguno que francamente…
Es el caso del de Guanajuato capital. Todos sabemos que su administración tiene dos características: el desmadre y la recaudación. De lo primero, ya teníamos noticias pícaras desde el trienio anterior; con la reelección, la creencia de que se les escrituró el terreno los hace andar enfiestados y, por supuesto, sacándole a quien se deje la lana que se necesita para satisfacer los gastos de su representación.
Que queremos un estacionamiento con locales comerciales, los adornamos con unas momiesitas; que los vehículos cada vez son más en las calles, pos les cobramos; que la nómina es alta, la recortamos con tamañas tijerotas; que los polis, tránsitos y fiscas no se mochan con la cuota, apretémosles; que disque promovemos la economía, tianguis por todos lados disfrazados de lo que sea. Que se necesitan cumplir las reglamentaciones, hagamos como siempre: cúmplanse pero no se acaten.
Estos tiempos suenan los dineros como pretexto para todo. Si quieres ser austero, recortas presupuestos. Si quieres gastar más, cóbrale a tus habitantes todo. Si no te alcanza, le echas la culpa a los demás. Solo es cosa de acusar al otro de lo mismo que se hace.
Malos tiempos para la administración pública como profesión. Con el arribismo de los incompetentes e ignorantes, su ambición bloquea cualquier viso de orden. La mexicana alegría con que se asumen los poderes en nuestro país propicia que el mandón maicee a los que sirven de pantalla para sus tropelías.
Eso, exactamente, nos pasa por votar a lo pendejo.