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martes, abril 23, 2024

¿Ciudadanos?

Condorcet paró en seco a los revolucionarios franceses: ¿quién los formó ciudadanos?. Cuestionó la facilona manera de llamarse así. Pasar de súbditos de una cabeza coronada a hacerse responsables del territorio no era cosa fácil ni decretable.

Tal cual nos pasa a nosotros. ¿Desde cuándo nos asumimos ciudadanos? Ser borregada del PRI (y sucesores copiones) nos impide cambiar nuestra condición.

Ser nacido en esta tierra nos hace mexicanos (guanajuatenses, leoneses, celayenses o lo que fuere); somos también habitantes gentilicios. Pero hasta ahí. Para ser ciudadanos no es solo cosa de vivir en una ciudad, eso nos hace citadinos nomás. Ser ciudadano es ocuparnos de las cosas de todos, las comunes, las de las calles y plazas: seguridad pública, movilidad, sanidad, mercado, ruido. Convivencia con los otros.

Un simple repaso de las condiciones en que estamos frente a esas circunstancias nos hace ver que no convivimos ciudadanamente. Basten los incidentes viales cada vez más agresivos, los crímenes a ojos vistas, la pandemia irresponsablemente entendida, la carestía acaparadora o la inclemencia ante los demás.

Para ser ciudadano hay que saber. Saber qué es la cosa pública para encargársela a los mejores; pero si se la damos a los peores, es que no entendemos maldita la cosa. Encarar a los funcionarios de cualquier institución implica saber ubicarlos y explicar lo que se les requiere, en tiempo y forma. Si quedamos a sus órdenes, no somos más que sometidos a voluntades ajenas.

Ir a las elecciones no es solo pararse el día asignado en la casilla. Es saber qué elegiremos y a quién escogeremos para eso. Ir de acarreado a inflar urnas no es ser ciudadano, me lleven o me paguen. Entonces, ¿quién nos forja ciudadanos?

Arturo Miranda Montero
Arturo Miranda Montero
Profesor y gestor asiduo de la política como celebración de la vida juntos.

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