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martes, abril 23, 2024

Ciudades estúpidas

La arremetida contra el huachicoleo desnudó la falta de inteligencia urbana en que sobrevivimos. Sin vehículos, los espacios fueron obvios: hechos para su majestad el coche, limpio el aire sin las combustiones, peatones revividos, ciclistas descubiertos y, sobre todo, la evidencia del pésimo transporte público.

Sujeto a las concesiones públicas, los dueños de las chatarras móviles hacen lo que quieren, comenzando por explotar a sus trabajadores, dando un pésimo recorrido por rutas que ellos deciden cubrir o no. Su única preocupación es monopolizar los espacios y exigir incrementos tarifarios una y otra vez, a ciencia y paciencia de los ayuntamientos.

Cuando llenan el jarrito con sus necedades, a las autoridades se les ocurre meter más camiones, con otros permisionarios, pero sin ninguna transparencia: ¿cómo se decidió que tal o cual empresa le entre?, ¿por qué unas rutas se asignan?, ¿quién fijó las tarifas y los horarios?, ¿a cambio de qué contraprestación se otorgan permisos? Silencio, y más parque vehicular.

Entre nuestros ayuntantes no existe ni siquiera noción de lo que pudiera hacerse con inteligencia. Análisis Territoriales de BBVA Data & Analytics (para que no acusen al escribidor), explica: “Una ciudad inteligente detecta las necesidades de sus ciudadanos, y reacciona a estas demandas transformando las interacciones de los ciudadanos con los sistemas y elementos de servicio público en conocimiento. Así, la ciudad basa sus acciones y su gestión en dicho conocimiento, idealmente en tiempo real, o incluso anticipándose a lo que pueda acaecer”. Pero aquí, ocurrencias y negocios oportunistas con la ciudad.

Arturo Miranda Montero
Arturo Miranda Montero
Profesor y gestor asiduo de la política como celebración de la vida juntos.

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