De las pandemias que han azotado estas tierra, las del siglo dieciséis fueron más que mortíferas: no se tenían anticuerpos para enfrentar la causa. De allá proviene el dicho amenazante: “A’i viene el coco”.
Ya entradito el siglo veintiuno mexicano, la pandemia que nos azota es nuestra estupidez generalizada. El coco está en nosotros.
Sometidos al consumismo, hemos llegado a ser campeones en timbones y enfermos por obesidad; también consumimos más chatarra que casi nadie en el mundo, incluidas músicas y ruidos asociados.
Pero lo que de verdad nos mata es la violencia corrupta e impune. Eso de cobijar al delincuente y justificarle sus fechorías contrastándolo con los gobernantes, no tiene más nombre que estupidez. ¡Hay quiénes querían al Chapo para presidente!
Simplemente con que revisar las redes sociales para darnos cuenta que la imbecilidad campea, y no es virtual sino que hay alguien que sube sus manifestaciones; las más horribles, las de quienes adoran las armas.
Ya metidos a las elecciones, también vemos (como no podría ser de otra manera) cómo los más estúpidos se van haciendo de las candidaturas en juego: basta revisar sus correrías y escucharles para darnos cuenta fehacientemente de que no vamos bien.
Cada persona puede atajar mis dichos y deslindarse; mis respetos. Pero lo que es colectivo ya no es solo personal, la estupidez del poder nos resulta grave infección a la que no podemos enfrentar porque no hemos desarrollado anticuerpos útiles.