Apañados de los sucesos, los gobernantes de ahora usan para sí sus importancias con toda la usurpación discursiva. Es el caso del catolicismo guanajuatense y sus aconteceres.
Si es el dos de enero, millones del erario para aparecer sonriendo en la inauguración de una versión de la historia, su historia a modo: no se hacen cargo de que la Unión Cívica Leonesa no solo logró que el gobernador provisional Nicéforo Guerrero (no nos ha ido muy bien con esos Nicéforos) pusiera como presidente de la Junta de Administración Civil al que había jugado como su candidato, el empresario Carlos A. Obregón, quien gobernó León por tres años, y que esa organización terminó apoyando la candidatura presidencial del entonces sí nuevo PRI, la de Miguel Alemán.
Si se trata de la visita papal, otra vez a darle vuelo al presupuesto gubernamental para meterle al despilfarrado parque Bicentenario: nuevas adecuaciones millonarias para una misa. Amén de los demás gastos que toda esa logística visitante implica y que van a cubrirse con dineros públicos federales, estatales y hasta municipales. Así pues, ateos, protestantes, evangélicos, santamuerteros y demás creyentes o no pagaremos con nuestros impuestos las actividades de una iglesia, la de los gobernantes.
Cierto, el papa no vota, pero pontifica, y de ahí se agarran los promotores de la política como versión clerical para tratar de imponerla a toda la sociedad. Pero relapsos que son a las cabales, operan todo eso revirando al becerro de oro que les ha dado la verdadera riqueza: el credo como bussiness.
